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La vida es un juego de azar: la novela La verdad de una noche, de Sol Montero

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La socióloga argentina usa como materia narrativa su propia experiencia personal como hija de un hombre adicto al juego y la posterior relación amorosa con un apostador.

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Antes de hablar de esta novela es preciso correr el elefante en la habitación, o habitar el disclaimer: la colección argentina de Ediciones B -parte del grupo Penguin Random House- que contiene este libro se llama Cerca de la Verdad, el libro está dedicado a Charly, el padre del personaje principal se llama del mismo modo y, también del mismo modo, protagonista y autora (Sol Montero) son sociólogas y han hecho parte de su investigación en Francia. Rondará, entonces, la pregunta acerca de la veracidad de los hechos: de si se trata de una autoficción o de un eslabón más de esa cadena ruidosa (por los cuestionamientos zonzos que lleva aparejados, pero también por la atadura con la realidad) que se ha llamado literatura del yo.

Hasta ahí el elefante en la habitación: no sabemos (tampoco interesa) cuánto hay de realidad, porque al igual que en “Emma Zunz”, el cuento de Jorge Luis Borges, sólo importa lo verosímil. Y ahora el disclaimer: no toda vida es literatura y no toda vivencia lo es, pero no hay tal cosa como una gradación de calidad novelística que vaya de la mera fantasía a la certeza, de la imaginería pura a la impureza de los hechos. ¿Y entonces? El lenguaje, la literatura y el juego: el origen de la historia es indistinto, como es importante la verdad de lo que cuenta. Y verdad y realidad, pese a quien le pese, no siempre son lo mismo.

Pero, y aquí todo se pone paradojal, hablamos de un libro cuyo título es La verdad de una noche, y ahí aparece el primer guiño que nos hace Montero, entonces, ¿es acaso verdad lo que nos cuenta? ¿Es acaso la realidad de los hechos más veraz o relevante que la ficción? Un padre esquivo y una hija llena de dudas que intenta colmar esa opacidad paternal en la narrativa de lo ausente: en aquello que, presume o asume, llevó a su padre a la ausencia: el juego.

Los juegos de azar son parte de la historia de la literatura -y por ende, de la humanidad- hace mucho tiempo. Durante la novela, mientras la protagonista lleva a cabo su tesis doctoral sobre los juegos de azar, precisamente, nos cuenta un poco eso y otro poco cómo se enlaza con su propia vida. Mientras lleva a cabo la escritura de su tesis en Francia, nos cuenta en forma velada el enlace complejo que la une a su padre y cómo llegó a estudiar los casinos: un exjugador lleno de deudas capaz de empeñar la casa de su madre o de dejar a la hija pequeña sola en un bar mientras él se juega unas manos en el cuarto del fondo.

Toda la novela de Montero, que impregna su visión sociológica en varios pasajes en los que analiza o lee al ser humano y su modo social a través de apreciaciones generalistas, es, en cierto modo, la historia de una niña tratando de correr el velo -o de descorrerlo, mejor dicho-. Esa niña fue al cuarto del fondo y vio demasiado. Vio a su padre dejar de ser misterio y perder la magia a la vez que se volvía indescifrable. Esa protagonista crece y se enamora de un jugador, pero que aparezcan referencias psicoanalíticas varias en la novela me exime de trazar lecturas superfluas, que están mejor elaboradas en la trama. Savot, paño, naipes, baraja, póker, ruleta, blackjack, plantarse, pedir, engañar o seguir. Todo se engarza en la mirada de esa niña-mujer que intenta encontrar una verdad.

La verdad de una noche es un libro hipnótico que encierra, a la vez, una prosa rítmica y sencilla con la sofisticación de cierto andamiaje académico que se cuela por los poros de la autora y la protagonista. Es un libro sobre el vínculo padre-hija, sobre el resultado de una presencia-ausencia en el devenir de una persona, sobre una pareja que termina (había escrito una pareja que no trasciende, pero deberíamos replantear qué significa que una pareja no trascienda), sobre lo inacabado de la comprensión aun cuando se terminen una y cien tesis.

Mientras avanza la trama, mientras se descorren los velos de los vínculos pasados que configuran el modo de revincularse presente de la protagonista, emerge quizás la única verdad sólida -como una piedra- que pueda obtener (o nos pueda legar) nuestra heroína: conocer los hechos (una casa embargada, una hipoteca, una deuda de juego, el pasado mismo) no nos acerca en nada a la verdad (quién es ese padre, cómo siente y cómo piensa ese hombre al que tanto hemos amado).

La verdad de una noche, de Sol Montero. Argentina, Ediciones B, 2022, 160 páginas.

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