No sé en qué momento a Elina Berro, mi abuela, se le ocurrió que podía escribir humor. En los años 60 fue cronista de El País, redactora de la revista Reporter, escribía sobre las mujeres en Montevideo, cubrió las temporadas sociales de Punta del Este e incluso tuvo una sección donde ejercía de consejera para consultas variopintas de los lectores, aunque no tengo claro si la cosa iba en serio o ella se inventaba las preguntas y después deliraba. Quiero pensar esto último.
Llevo más de 20 años revolviendo archivos periodísticos y familiares para sacar el velo, el polvo, la tierra, o como se le llame a la materia del olvido, y descubrir a esa abuela que no conocí, pero sigo pisando agujeros. Uno de ellos es cómo se convirtió en la primera humorista uruguaya, en femenino. No sé si a ella le gustaría ese título, pero no importa. Puedo hacer una genealogía de sus columnas, contar que sus primeros seudónimos fueron Elinita Laitue y Carmencita Paqué Vea en Misiadura y luego Talu-llah en la revista Lunes. Puedo incluso hacer una descripción de cómo fue moldeando esos personajes absurdos y frívolos hasta llegar a Mónica, el personaje que la consagró.
Puedo hacer todo eso, como cualquier persona que investigue su obra. Pero lo que yo quiero conocer es ese momento exacto en el que se habilitó a ser graciosa en público. Cómo pensó que era un camino posible cuando ninguna mujer lo había transitado en medios escritos, al menos en Uruguay. Supongo que no podía aguantarse, porque le gustaba transgredir y el humor tiene sus riesgos. Uno de ellos, y no me estoy haciendo la graciosa, es que no te tomen en serio. Ella tenía un talento descomunal pero todo lo referente a los géneros la dejó afuera de las bibliotecas y de la memoria. No integró las antologías de mujeres uruguayas notables pero tampoco aparecía su nombre en los listados de humoristas. Posiblemente también tuvo que ver que se murió en 1971, justo antes de que el país cambiara por completo.
Seguro hay más explicaciones, pero para mí el gran culpable es el humor. No es fácil ser humorista. Los humoristas suelen ser melancólicos en modo supervivencia y además la risa es muy del presente: pasa poco a la posteridad. Quizás envejezca mal. Mi abuela no llegó a envejecer –su humor tampoco– , pero hace unos meses cumplió 100 años y le llegó su momento homenaje de museo.
Durante un tiempo revivirá en forma de objetos junto a los hermanos Scheck, sus primeros compañeros y editores. Espero que esté cómoda ahí entre blancos, porque al final ella devino zurda furiosa y se fue del diario El País. De todas maneras el tiempo pone las cosas en su lugar, sobre todo en los museos. Y además, ¿qué historia cuentan los objetos?
Eso me preguntaba mientras descolgaba un cuadro de mi pared, revisaba revistas viejas y recortes, limpiaba con bicarbonato una polvera de plata; sacaba de los portarretratos las pocas fotos que tengo, llamaba por teléfono a mi madre –exhumorista, hoy psicoanalista– y le preguntaba por la Olivetti y un par de guantes.
¿Cuántos objetos se necesitan para contar una vida? Eso le preguntaba a mi amigo Nicolás, uno de los responsables de que esta muestra exista, mientras le mandaba fotos de mi pequeño museo personal en Buenos Aires, donde vivo. Cuando me fui de Uruguay quise traerme a mi abuela en la valija. Ahora la devuelvo en forma de polvera, recortes, un dibujo, fotos, sombrero, con su gracia y su delirio, para que la visiten todos.
Mirar la risa
Organizada por el Instituto Nacional de Letras y el Museo Histórico Nacional, la muestra La risa escrita: Mónica y Los lobizones celebra los centenarios de Elina Berro y de Jorge Scheck e inaugura hoy a en la Casa de Rivera (Rincón 437)
Los hermanos Jorge y Daniel Scheck fueron fundadores de la revista Lunes y crearon el programa televisivo Telecataplum. La muestra no sólo los homenajea a ellos y a Berro, sino también a otros humoristas de la segunda mitad del siglo XX, como Peloduro, Wimpi, Serafín García, Damocles (Mario Benedetti), Carlos María Gutiérrez, Carlos Maggi, Roberto Barry y El Hachero (Julio César Puppo), a la vez que incluye reflexiones de creadores de hoy, como Maco, Leslie, Maca, Junior, Pilar González, Agustín Ferrando, Fernando Foglino, Kid Gragea y nuestro compañero de la diaria Marcos Morón.