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Montevideo Vampiro combina los dos elementos del título en una historieta de atmósfera indie

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Cristhian Orta y Joel Correa se despachan con 176 páginas de melancolía y algo de sangre.

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Tanto se ha escrito, filmado y dibujado sobre los vampiros, que alguien podría pensar que ya es imposible hacer historias que suenen frescas dentro del género. Pero lo mismo podríamos decir del cine bélico o las comedias románticas. Y en los tres casos es muy factible que corra sangre.

Lo importante, como siempre, es tener algo para decir y buscar una forma personal (que no necesariamente quiere decir original) de hacerlo. En el caso de Montevideo vampiro, la novela gráfica de Cristhian Orta y Joel Correa, lo curioso empieza siendo eso de ubicar a los chupasangres en nuestra capital. Pero no se queda en un simple traslado, del que por supuesto hay ejemplos, sino que le inyecta (qué ironía) elementos que separan a la historia de los senderos más trillados.

En este caso, la historia central parecería estar teñida de una sensibilidad indie, como la que se encuentra en películas tanto uruguayas como extranjeras. Porque esta historieta cuenta una historia sencilla, al menos en principio, acerca de una mujer que llega de pasada a Montevideo. Una vampira, bah, que no es ningún misterio: la vemos por primera vez saliendo de un sarcófago en el puerto.

No se trata de una vampiresa, en el sentido de mujer fatal, sino de una pobre diabla (guiño) que llega a un sitio desconocido y a quien las cosas no le salen bien. Y mientras ella elabora un plan B, nosotros nos enteramos de la mitología vampira en la que se apoya este universo. O, al menos, de los elementos necesarios para contar esta anécdota.

Lo más importante: los vampiros no son ningún secreto, y pueden encontrarse en diferentes posiciones de la escala social. Un montón de historias de terror y de ciencia ficción ponen al monstruo (o al robot, o al extraterrestre) “en lugar de”, y aquí claramente los vampiros están presentados como los otros. Lo primero que uno piensa es en los inmigrantes, pero la historia se eleva un poco más allá de la comparación directa. Después de todo, esto no es Carnival Row.

Soledad, la protagonista, sufre un desencuentro que será el catalizador de la acción, ya que un vampiro sin ese humano que lo asista durante las horas del día es prácticamente medio vampiro. Así que deberá pedir ayuda en el consulado, como si se tratara de un visitante humano con complicaciones.

Es en las conversaciones dentro de la sede diplomática, como en las inmediatamente anteriores con un taxista aprovechador, que queda de manifiesto el intento de realismo del guion de Orta, que apela a la identificación por parte del lector local. “Aguantá que tiene un jeito”, le dice el taxista a Soledad cuando esta no logra abrir la puerta. “Qué desastre este país”, larga unas pocas viñetas después.

En cuanto al dibujo de Correa, contribuye a construir esa atmósfera indie en tanto sencilla, sin encuadres extraños, sin personajes que se destacarían en la multitud, porque esta no es una historia para eso. Lo importante es que se entienda quiénes ejecutan qué acciones, y en ese sentido su tarea es irreprochable, y pareja durante más de 160 páginas, dimensión a la que la historieta uruguaya llega poco, en especial por el esfuerzo y la dedicación que implica.

Correa se enfrenta al menos a dos escenas de conversación de tinte burocrático y que son más verbosas que el resto. Allí juega con los ángulos de las cabezas parlantes escritas por Orta y disimula el estatismo, en ambas acepciones de la palabra. Claro que se luce más en los momentos mudos, en los que los ojos de la protagonista, casi siempre sorprendidos, juegan su propio partido.

La acción (en estricto blanco y negro) se mantiene a buen ritmo, prácticamente sin decaer, y se nutre de elementos que podríamos definir como policiales para impulsar la segunda mitad de la historieta, además de un flashback que amplía el conocimiento que tenemos de los personajes.

Pero incluso en los chispazos de violencia, o en la desesperante secuencia de encontrar refugio justo antes de la salida del sol, se mantiene la idea de cosa pequeña, de historia que le está ocurriendo al mundo de Soledad, mucho más pequeño que el mundo, excepto para ella. Esto permite que nunca se corra del foco (figurativo, por supuesto) y que nos mantenga leyendo no solamente por la fluidez con que está contada la historia, sino porque nos interesa saber qué le va a ocurrir.

Por aquí y por allá, el equipo creativo nos recuerda que todo transcurre en Montevideo, nocturna y cosmopolita hasta un nivel de fantasía, pero que reconocemos en su arquitectura, en sus diálogos y en esa capacidad de burocratizar incluso un viaje en taxi.

Montevideo Vampiro. De Cristhian Orta y Joel Correa. Editorial Club, 2023, 176 páginas.

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