A comienzos de este mes, la vicepresidenta argentina, Victoria Villarruel, se manifestó en sus redes sociales en contra del plan de lectura para estudiantes de ciclo básico en los centros de enseñanza del gobierno de la provincia de Buenos Aires. Se trata de un centenar de libros distribuidos en bibliotecas el año pasado bajo la consigna “Identidades bonaerenses”.
“Los bonaerenses no merecen la degradación e inmoralidad que Axel Kicillof les ofrece. Existen límites que nunca deben pasarse. ¡Dejen de sexualizar a nuestros chicos, saquen de las aulas a los que promueven estas agendas nefastas y respeten la inocencia de los niños! ¡¡Con los chicos NO!!”, escribió Villarruel.
Junto al texto compartió dos fragmentos de la novela Cometierra, de Dolores Reyes, y de Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara, que incluyen frases explícitas como “sacó su pija por encima del bóxer” o “apoyó el hueco de su concha en la punta de la mía”. El mensaje cerraba con el hashtag #LaEducaciónDeKicillof.
Como respuesta surgió un documento público para recoger firmas en apoyo a “Identidades bonaereneses” y “en defensa del derecho a leer”, al tiempo que se remarcaba que los títulos de la colección no son de lectura obligatoria, y que varios, como los señalados, llevan el texto “Requiere acompañamiento docente”.
“Invitamos a todas las argentinas y todos los argentinos a leer los títulos que forman la colección para descubrir voces diversas, como son diversas las vidas y nuestras realidades. Porque es en esa tensión entre la similitud y la diferencia, en ese conocer lo desconocido y reconocer lo propio, donde anida la posibilidad de construcción de nuestra identidad”, decía el texto.
La dinámica política argentina llevó a que otros funcionarios del gobierno, simpatizantes, periodistas afines y todos aquellos que se definen por oposición a la fuerza política de Kicillof inundaran las redes sociales con críticas al plan. En conversación con Alberto Sileoni, director general de Cultura y Educación bonaerense, el periodista Eduardo Feinmann lo definió como “uno de los degenerados del gobierno de la provincia de Buenos Aires”. Una fundación dedicada a la protección de niños y adolescentes llegó a denunciar a Sileoni por “abuso de autoridad y corrupción de menores”.
Un par de semanas más tarde, en medio de un clima virtual que no terminaba de aplacarse, Kiciloff redobló la apuesta. Escribió: “Qué mejor que un domingo de lluvia para leer buena literatura argentina. Sin censura”, y lo acompañó de una fotografía en la que lee Cometierra, mientras en una mesa hay otros títulos cuestionados, como Las primas, de Aurora Venturini, Las aventuras de la China Iron y Si no fueras tan niña, de Sol Fantin.
La respuesta de Villarruel no se hizo esperar. “¡¡Nunca es buen día para leer libros que exaltan la pedofilia y sexualizan a los niños, Kicillof!! El libro que tenés en la mesa, titulado Si no fueras tan niña, es la historia de una niña de 14 años abusada por un adulto de 30. ¿En serio usás esa tragedia para meterles mierda en la cabeza a los niños y adolescentes de la provincia de Buenos Aires? ¡Con nuestros niños no te metas!”.
Si no fueras tan niña, en realidad, cuenta el abuso sexual que sufrió la autora a manos del guía espiritual de una fundación religiosa en los años 90, y tiene como objetivo prevenir que les ocurra lo mismo a otras niñas. La propia Fantin, en un video y un texto público, dijo que le sorprendía el encarnizamiento contra un libro como el suyo, “que precisamente da testimonio del efecto devastador que una educación saturada de tabúes, supuestos valores elevados y censuras puede tener en la vida de una jovencita, dejándola a merced de la violencia de cualquier perverso que se cruce en su camino”.
Mientras tanto, más de 80 escritores, editores y periodistas convocaron a una lectura colectiva de los libros cuestionados el sábado 23 de noviembre en el emblemático Teatro Picadero, con presencias como la de Tamara Tenenbaum, Claudia Piñeiro y Martín Kohan, además de las autoras involucradas (excepto Venturini, fallecida en 2015). Al mismo tiempo, recibieron el respaldo de figuras como Mariana Enriquez , Irene Vallejo, Camila Sosa Villada y Fernanda Trías.
La conversación constante y la polaridad mencionada lograron el “efecto Barbra Streisand”, como se le dice a un intento de censura que termina amplificando aquello que se quería tapar (la actriz y cantante quiso que se retirara de internet una fotografía de su casa en Malibú y terminó viralizándose). Cinco años después de su publicación inicial, Cometierra se colocó entre los libros más vendidos de Argentina, superando a otra obra muy coyuntural como es La clase de griego, de la reciente ganadora del Nobel de Literatura, la surcoreana Han Kang.
La editorial Sigilo anunció la decimoséptima edición de Cometierra con una tirada de 3.500 ejemplares, que se sumarán a los más de 70.000 libros vendidos en el mercado argentino.