Pescadores, deportistas, residentes y empresarios turísticos de Laguna Garzón comenzaron a juntar firmas para que las autoridades ambientales atiendan un imparable crecimiento de plantas acuáticas enraizadas al sedimento.
“Si antes era azul, ahora la laguna parece una interminable pradera verde”, graficó a la diaria el edil nacionalista Carlos Stajano, presidente de la Comisión de Ambiente de la Junta Departamental, tras ser convocado a recorrer el lugar, esta semana.
Entre las personas movilizadas hay pescadores que no pueden lanzar sus trasmallos o palangres porque quedan prendidos de las plantas; también hay empresarios y deportistas que durante todo el año practican kitesurf y windsurf, pero ahora se arriesgan a quedar enredados en la vegetación y los espacios se les reducen cada vez más; además, hay empresarios y lugareños preocupados por la apariencia de la laguna, que ya se parece a un campo, relató el edil.
Las personas movilizadas reclaman que el Ministerio de Ambiente determine la apertura forzada de la boca de la laguna para que ingrese agua salina desde el mar, aunque esa posibilidad no está dentro de los planes de la cartera. También consideraron utilizar una gran bomba para llevar el agua marina hacia la laguna, lo cual tampoco está estudiado técnicamente y generaría un costo colosal.
“Es un proceso natural, pero nadie quiere tener un bañado, hay que estudiar técnicamente qué acciones se pueden tomar”, consideró Stajano, tras remarcar que el problema abarca “a toda la laguna”. Por eso, después de evaluar esta y otras alternativas, recomendó a sus interlocutores que buscaran asesoramiento académico.
Mazzeo: “El problema de siempre”
Uno de los expertos más reconocidos en estos temas es el profesor Néstor Mazzeo, doctor en Ciencias e investigador del Departamento de Ecología y Gestión Ambiental del Centro Universitario Regional Este (CURE).
Consultado por la diaria, explicó que el fenómeno de Garzón comenzó “hace un tiempo”, sobre todo vinculado a los impactos de la sequía. Tiene causas similares a las que desatan las floraciones de cianobacterias en otras lagunas: el ingreso excesivo de nutrientes en la cuenca de drenaje por efecto de la actividad agrícola y de los pozos sépticos que se filtran.
“Así como en Laguna del Sauce son cianobacterias, en las del Diario y Garzón son plantas acuáticas. La causa última es la de siempre: limitaciones en los sistemas de saneamiento y el mal manejo de la fertilización”, amplió Mazzeo. El asunto es cómo manejar esta situación que tiene en vilo a un buen número de lugareños y visitantes que desarrollan allí sus actividades durante todo el año.
Entre las alternativas de manejo aparece una, ya conocida en la laguna del Diario, también evaluada por los vecinos: cosechar el exceso de plantas acuáticas. Sin embargo, Mazzeo advirtió que la tarea debe ser diseñada y desarrollada con mucho cuidado. “Si bien la cosecha tiene beneficios, también puede generar efectos muy nocivos si se realiza de forma equivocada, tanto en términos de la extensión espacial como de la frecuencia temporal”, comentó.
Otra opción, más compleja y de fondo, es cortar el ingreso excesivo de nitrógeno y fósforo, mediante un control de la infraestructura en saneamiento y cambios en el uso de los sistemas productivos. Medidas similares a las que, desde hace años, se intentan para controlar la eutrofización en la cuenca de la Laguna del Sauce.
Aunque no es una zona tan urbanizada como las que circundan a otras lagunas del departamento, Garzón enfrenta una situación parecida, dijo Mazzeo: “La infraestructura que está en el sector sur de esta cuenca, incluso pegado a la carretera, tiene carencias muy serias de saneamiento, con pozos sépticos perforados que se conectan directamente con la laguna”.
Por otro lado, en la parte media y alta de la cuenca, y en menor medida en la parte baja, existe mucha actividad productiva. “Eso implica cambios muy grandes en el manejo de la fertilización. Implica transformaciones que, en el fondo, son grandes cambios culturales en cuanto a las prácticas productivas, el ordenamiento territorial y el fortalecimiento de las zonas de amortiguación (buffer)”, dijo el profesor. “Es una problemática que se da en todo el país”, acotó.
Una “brecha gigante” para el Uruguay del futuro
A esto hay que sumar un “problema en el diseño de la gestión” del territorio. Si bien la Laguna Garzón se encuentra dentro del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP), este solo abarca una parte de la cuenca hidrográfica: “Para gestionar el sistema hay que gestionar la cuenca de drenaje, no sólo la parte inferior, como si lo que viene de arriba no afectara en nada”, planteó Mazzeo.
Lo inquietante es que, a juicio del experto, las respuestas sobre lo que hay que hacer para abordar las causas y consecuencias del fenómeno son conocidas, pero subsiste una desinteligencia organizacional.
“Desde el ámbito público está el gran desafío de encarar un tema que es transversal, que involucra a los ministerios de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) y de Ambiente (MA) y coordinar las acciones entre los niveles nacionales y departamentales. En este caso, entre lo que hacemos y los marcos normativos muy avanzados que tenemos, hay una brecha gigantesca. Las reglas sólo están en el papel, muy alejadas de la práctica”, lamentó.
A pesar de todo, Mazzeo observa una luz de esperanza porque “ciertos programas de gobierno que comienzan a avanzar” en la campaña electoral revelan “una intencionalidad” de tomar conjuntamente los desafíos del desarrollo y del ambiente, que están conectados.
“A Uruguay le va la vida en esto, porque más allá de los temas ambientales que nos preocupan, los sistemas productivos del país tendrán que avanzar hacia modos más sostenibles si se quiere mantener el acceso a los mercados que están vinculando la agenda climática a los planes de desarrollo”, dijo, por lo cual la agenda de los partidos políticos debe considerar que “el país tendrá que procesar cambios muy rápidos y grandes en sus sistemas productivos”.
Problemas emergentes sin presupuesto
El investigador entiende que los “problemas emergentes”, como el de la Laguna Garzón, son los que “presentan mayores dificultades dentro del ámbito público” porque las acciones de prevención y mitigación no están en la agenda de los ministerios y tienen un costo económico para el que no hay presupuesto.
“Pueden generarse espacios participativos y de interacción entre actores públicos y privados. Pero cuando hay que implementar los acuerdos, un plan o una estrategia, la fragmentación sigue sin moverse. Hay dificultades no sólo para la coordinación interinstitucional, sino por los costos económicos”, explicó.
A modo de ejemplo, recordó que implementar medidas de manejo muy similares en la Laguna del Sauce y la Laguna Blanca (Manantiales) llevó mucho tiempo. Capítulo aparte merece la Laguna del Diario, donde las soluciones de fondo “llevan 15 años sobre la mesa y no se ha podido avanzar”.
Otro caso es el de Laguna Escondida, cerca de José Ignacio, que a mediados de este año generó una movilización sin precedentes cuando organizaciones ambientalistas y vecinales lograron convocar a todo tipo de autoridades y académicos para abordar los impactos de los fraccionamientos turísticos en la zona.
Las transformaciones del suelo, con afectación directa en el humedal del norte de esta laguna, afectaron la calidad del agua, y a raíz de esto varios activistas recurrieron a la Justicia. Según Mazzeo, en este caso “se está avanzando, pero no a la velocidad que se necesita”.
Persistir es la clave
La falta de fiscalización, con funcionarios de organismos nacionales o locales, es uno de los asuntos “más serios” en todas estas situaciones. “La presencia en el territorio es muy débil y son los vecinos quienes ponen sobre la mesa muchos de estos problemas y reclaman los cambios. La institucionalidad pública tiene grandes debilidades y está corriendo de atrás en los temas emergentes”, enfatizó Mazzeo.
“Los grandes cambios en este tipo de problemáticas siguen muy acoplados a la dinámica de crisis. Cuando ocurre una crisis es cuando todo lo pendiente se pone en marcha rápidamente. El sistema es muy reactivo, es muy poco productivo y tiene muy poca capacidad de anticipación; el sector público gestiona problemas, no los evita”, reflexionó.
Sin embargo, consideró que las organizaciones de la sociedad civil no deben bajar los brazos. “La clave es la persistencia”, alentó.