50 años después de que soldados británicos mataran a 14 manifestantes católicos en Londonderry, la segunda ciudad más importante de Irlanda del Norte, este domingo una marcha honró la memoria de las víctimas del llamado “domingo sangriento”.
En el acto participaron miles de personas, muchas de las cuales tenían rosas blancas, además de fotos de las víctimas de aquel luctuoso día, uno de los más oscuros de la historia reciente de Reino Unido.
Según informó AFP, el primer ministro irlandés, Micheál Martin, fue el primer dirigente de la República de Irlanda en participar en esa ceremonia, que se realiza todos los años, siempre encabezada por los familiares de las víctimas. Tanto él como su ministro de Relaciones Exteriores, Simon Coveney, depositaron un ramo de flores al pie del memorial que recuerda a las personas asesinadas ese día.
Por la tarde se convocó otra manifestación, en las calles de Derry –nombre que los habitantes prefieren, en lugar del oficial Londonderry, que ven como una muestra de la dominación británica–, que coincidió con la hora en que los paracaidistas del primer batallón abrieron fuego contra los manifestantes católicos.
Tal como recordó la BBC, en la mañana del 30 de enero de 1972 miles de personas se reunieron en un barrio católico de la ciudad de Derry para protestar contra las medidas discriminatorias impulsadas por el gobierno unionista norirlandés afín a Londres, que discriminaban a la población católica, en medio del conflicto que se estaba desarrollando con los protestantes.
Cinco meses antes, en agosto de 1971 y en un contexto de escalada de la violencia, el gobierno de Belfast había promulgado una ley que les otorgaba a las autoridades el poder de encarcelar a las personas sospechosas de pertenecer al Ejército Republicano Irlandés (IRA, por sus siglas en inglés) sin necesidad de juicio. La marcha del 30 de enero comenzó con agresiones mutuas entre los manifestantes y las fuerzas represivas, y en un momento de la tarde los soldados británicos comenzaron a disparar indiscriminadamente sobre la multitud, con lo que provocaron 14 muertes y dejaron a decenas de personas heridas.
La noticia de los hechos generó una enorme ira de la población católica irlandesa y la embajada británica en Dublín fue incendiada por una multitud enardecida. El día después del “domingo sangriento”, el gobierno anunció que iniciaría una investigación sobre los hechos, pero un tribunal absolvió a casi todos los soldados y a las autoridades británicas, aunque describió los disparos de los soldados como “al borde de lo imprudente”, lo que significó una burla para los familiares de las víctimas.
El incidente marcó un antes y un después en el conflicto sectario de Irlanda del Norte y llevó a que miles de personas se integraran y comenzaran a mirar de otra manera al IRA, manteniendo latente un enfrentamiento que se cerró recién en 1998, con el Acuerdo de Viernes Santo.