El búnker que el Partido de los Trabajadores (PT) estableció en el hotel Intercontinental de San Pablo esperó con aplomo el resultado que terminó consagrando como presidente a Luiz Inácio Lula da Silva, un poco por la tensión vivida en las últimas horas, otro poco como escarmiento por lo ocurrido hace tres semanas, cuando la primera vuelta dejó a muchos con la boca abierta y el corazón en suspenso.
“Quiero decirles que vamos a ganar estas elecciones. Es tan sólo una prórroga”, había vaticinado el político, de 77 años, aquel 2 de octubre, cuando el festejo de los petistas quedó atragantado. Y no sólo que así fue, sino que todos los pronósticos lanzados en aquella rueda de prensa se cumplieron casi a rajatabla, como si en verdad se tratase de un viajero en el tiempo.
Lula dijo que el balotaje sería una oportunidad para “madurar propuestas y construir un abanico de alianzas”, como las que construyó con Simone Tebet y Ciro Gomes, tercera y cuarto, respectivamente, en la primera vuelta. También que sería una chance para tener un debate cara a cara con el actual mandatario y perdedor de esta elección, como el que aconteció el viernes, cuando se vio a un Jair Bolsonaro nervioso e inquieto.
Un gran logro de quien el 1º de enero comenzará su tercer mandato fue trasladar esa confianza a su equipo de trabajo, que pasadas las 20.00 del domingo estalló en gritos, aplausos y abrazos, al coro de “Jair, embora” (Fuera, Jair), el hit de campaña que retumbó en las calles de todo el país.
En paralelo, una multitud llevaba horas autoconvocada en la Avenida Paulista, a la sombra del mítico edificio del Museo de Arte de San Pablo para dar rienda a una fiesta que continuó durante toda la noche, y para la que también estaba dispuesta una fuerte presencia policial.
Antes, dos estallidos tuvieron como protagonista a buena parte de la prensa local, muchos de ellos, colegas que celebran la victoria de Lula; otros, el final de una campaña que, desde el 15 de agosto, cuando se inició, sólo ofreció tensión, agravios y agotamiento mental.
El primero de ellos fue a las 18.44, en el momento exacto en que la carga de votos del Tribunal Supremo Electoral (TSE) anunció que Lula daba vuelta el escrutinio, hasta ese momento liderado por su rival. El segundo, a las 19.55, cuando la victoria ya era un hecho.
“Yo era considerado un ser humano echado fuera de la política y dije que regresaríamos con más fuerza, voluntad y disposición, porque la única razón para dejar de luchar sería que el pueblo brasileño tuviera cientos y cientos de líderes para hacer las conquistas que se merecen”, había dicho Lula aquel 2 de octubre.
Un reinicio para el país
La fiesta se desató sin reparos en el búnker minutos después de que Lula subiera al escenario. Periodistas subidos a las sillas, otros bailando, tomándose selfis y cantando todas las canciones de campaña, ya sin cuidar las formas, fue el panorama que dominó la escena.
El desorden que marcó el proceso electoral por el colapso que significó la llegada de un millar de periodistas de todas partes del mundo ahora fue buscado, y no una consecuencia de la expectativa.
El equipo de campaña, la prensa y los allegados al presidente electo se fundieron en una misma emoción y nadie esperó a que Bolsonaro reconociera la derrota, algo que estuvo en duda durante todo el fin de semana.
“Bolsonaro es un pequeño Trump, sería bueno para la democracia el respeto del derrotado con el vencedor, eso sería lo básico, pero Bolsonaro no creo que haga eso. Pero yo creo en las instituciones, en la Constitución, que dice que quien tiene un proceso electoral victorioso asuma el 1° de enero, lo que Bolsonaro va a hacer o no hacer no le preocupa”, aseguró a la diaria Moisés Selerges, el presidente del Sindicato de Metalúrgicos del ABC paulista, del que Lula fue presidente. Y desafió: “No creo que Bolsonaro tenga apoyo de los militares. Ellos saben el papel que tienen aquí en el país”.
El también amigo de Lula, quien lo acompañó en la mañana del domingo a votar en São Bernardo do Campo y, antes, cuando el exmetalúrgico se entregó a la Justicia y también cuando recuperó su libertad, enfatizó que “la victoria de Lula es un reinicio para el país”.
“Lula es una persona muy carismática y conciliadora. Él es un gran líder no sólo de Brasil sino del mundo, pero creo que nuestro proyecto de país es lo que va a imperar y el día en que Lula parta para el cielo nuestro proyecto tiene que continuar, y mientras haya trabajadores con hambre o personas durmiendo en la calle nosotros no vamos a parar”, finalizó.
Ramiro Barreiro, desde San Pablo.