Las horas previas a las elecciones presidenciales que se realizarán el domingo en Argentina, para las que están convocadas a votar más de 35 millones de personas, presentan un panorama extremadamente incierto.
Las encuestas, que se equivocaron en su enorme mayoría en las primarias de agosto, coinciden casi de manera unánime en que el candidato de La Libertad Avanza, Javier Milei, obtendrá alrededor del 35% de los votos, Sergio Massa, actual ministro de Economía y postulante de la oficialista Unión por la Patria conseguirá aproximadamente el 30% y Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio, el 25%.
Más atrás y sin ninguna chance de llegar a los dos dígitos aparecen los otros dos postulantes: el gobernador cordobés, Juan Schiaretti, quien con una media sonrisa en los carteles pide el apoyo “para hacer un país normal”, y la izquierdista Myriam Bregman, que luce con gesto serio en la propaganda callejera que tiene como única frase un lema principista, “Ni cómplices, ni sometidos”.
Para Sebastián Lacunza, periodista, exdirector de Buenos Aires Herald, actualmente en eldiarioar.com y colaborador asiduo de la diaria, la exposición que ha tenido Milei, luego de las elecciones primarias, cuando los reflectores apuntaron hacia él ya como un potencial gobernante, puede llegar a ser su talón de Aquiles. “El hecho de que se lo escuche más y que haya tenido que empezar a explicar algunas cosas es uno de los factores por los cuales algunos dicen que puede no ganar, finalmente no proyectarse”, explica Lacunza.
Sobre la dolarización, que es uno de los temas que más remarcó en su campaña, Lacunza fue contundente en que es inaplicable, fundamentalmente por los efectos prácticos que implicaría. “Básicamente, el problema es que quiere dolarizar sin dólares, entonces si vos querés cambiar la masa de dinero, tanto la circulante como la que está depositada en los bancos –que es una cantidad mucho mayor– por dólares, no lo podés hacer, salvo por una hiperinflación en la que el dólar no valga 1.000 sino que valga 10.000. Es absolutamente inviable. No dieron detalles de cómo lo iba a hacer y cada vez que trataron de explicar algo sobre esto no pudieron hacerlo y el tema quedó diluido”.
Sujetos omitidos
En la campaña electoral que se cerró el jueves, tres figuras centrales de la política argentina prácticamente no tuvieron participación. El actual presidente Alberto Fernández, el exmandatario Mauricio Macri –que excepto por el acto de cierre de Bullrich, en las pocas ocasiones en las que habló públicamente coqueteó con un apoyo a Milei en detrimento de la candidata de su partido–, y la expresidenta Cristina Fernández. Esta última parece haber perdido definitivamente el rol central en el peronismo, gane quien gane las elecciones.
Al respecto, Lacunza dijo: “Cristina dividió aguas como figura en la política argentina en los últimos 20 años, contando los primeros cuatro en los que fue presidente Néstor Kirchner. Y ahora, hablando, por ejemplo, de un escenario en el que Massa sea presidente y Axel Kicillof sea reelecto gobernador de la provincia de Buenos Aires, hay un tándem para seguir y ninguno de ellos se parece en nada a Cristina. Ella tiene enfrente la situación judicial, con toda la complejidad que eso implica, tiene 70 años, no le encontró narrativa a la realidad actual, no tiene un entorno político de su máxima confianza que le permita proyectarse, empezando por su hijo”.
“Cristina ha hablado últimamente y no pasa lo que pasaba antes, cuando se la esperaba para ver qué decía, lo pasaba hasta TN, lo comentaba todo el mundo, estallaban las redes, había cierta expectativa. Perdió la centralidad. El hecho de que Massa sea su candidato es un signo muy evidente de esto, porque en otro contexto él jamás hubiera sido el candidato del peronismo”, agregó.
Consideró, de todos modos, que “a Cristina le han dado el acta de defunción media docena de veces en la tapa de Clarín, con análisis disparatados” y agregó: “Si hay algo de mérito que tuvo el kirchnerismo es haberse podido reinventar varias veces estando en la cornisa, entonces yo sería muy precavido en decir que se agotó el cristinismo, soy el último que lo voy a decir. No se va a extinguir, porque dejó un sustrato cultural muy fuerte, pero no le veo margen para su incidencia en la vida pública”.
Sobre lo que sucederá dentro de unas horas, Lacunza fue cauto.
“No me jugaría a que el balotaje va a ser Milei-Massa”, dijo. “Si analizás el salto que dio Mauricio Macri en las elecciones de 2015 de las PASO a la primera vuelta, fue un salto inesperado que lo dejó un poco atrás de Daniel Scioli y después Macri terminó ganando. En las elecciones de 2019, en las que perdió, Macri pasó del 31% en la primera vuelta al 40%. Entonces, me parece que ahí hay una tradición de un voto de reserva que si vos me preguntás cuál es, te diría que es el voto de las personas mayores”, consideró.
“Más o menos las encuestas están diciendo que Massa tiene su 30% de votos aproximadamente dividido en partes iguales entre jóvenes, personas de mediana edad y personas más grandes. A su vez, Milei tiene su 35% que corresponde a un 40% o 45% entre los jóvenes y 20% entre las personas mayores. En el caso de Bullrich es inverso: entre los jóvenes está en el 15% y en adultos está en el 40%. Siempre fue así, el macrismo siempre votó muy bien entre la población de mayor edad”, consideró Lacunza.
Agregó que si bien el escenario más probable es el de un balotaje entre Milei y Massa, cree que “hay alguna otra posibilidad”. Consideró que “si el voto que se quedó en la casa en las primarias ahora no va a ir a votar a Milei”, porque corresponde a gente mayor “y además las mujeres no lo van a votar porque él las horroriza”, eso dejaría “muy bien posicionada” a Bullrich para el caso de que pasara a segunda vuelta, que “no es lo más probable”.
Si se da una segunda vuelta entre Milei y Massa, se podría pensar que los votos de una candidata cuyo lema fue “hay que terminar con el kirchnerismo” van a ir con Milei, dijo Lacunza. “Pero hay otro factor. El voto de las personas mayores, que tiene una enorme distancia cultural como para terminar apoyando a Milei. Entonces hay que ver, porque si hay algo que resistió en la Argentina es el voto peronista. Resistió 18 años de proscripción, el bandazo de Carlos Menem a Kirchner, resistió un montón de cosas. Si Milei no ganó en primera vuelta porque quedó en el 39% y Massa en 30% ya está. Pero si llegan 37 a 34 o 35 a 32, hay que ver lo que puede pasar”, agregó.
“Los umbrales de lo decible”
Lucia Vincent, politóloga y actualmente docente en la Universidad Nacional de San Martín, es uruguaya pero está radicada desde hace más de 15 años en Buenos Aires.
Hablando con la diaria comentó algunos paralelismos entre la irrupción de Javier Milei en el escenario político, pero también marcó las diferencias que existen con respecto a otros liderazgos emergentes de la derecha y la ultraderecha.
“Creo que sí hay un trasfondo trasnacional, hay un clima de época, como lo hubo a comienzos de este siglo con las izquierdas, ahora hay un giro hacia las derechas y a las derechas más radicales. Me parece que Milei encarna ese cambio de época, pero también tiene características muy locales”, comentó Vicent.
“Milei logró captar a los indignados con las dos grandes coaliciones que dominaron el espectro político desde la crisis del 2001 hasta ahora, que son el peronismo luego transformado en kirchnerismo y Cambiemos, lo que hoy es Juntos por el Cambio. Ahora estamos en una nueva crisis de representación por el fracaso de esas dos grandes coaliciones, que no resolvieron problemas básicos”, agregó.
Vicent además destacó que el apoyo al candidato ultraderechista viene de diferentes lugares. No abrevó de una única fuente, sino que con su magnetismo logró sumar votos de diverso origen, más allá de su prevalencia entre los votantes más jóvenes.
“El fenómeno de Milei tiene la característica de ser transversal, porque logró tener a los que están enojados con unos y con otros. Es transversal a las clases políticas y a las clases sociales. Hay gente de alto poder adquisitivo que lo apoya y gente muy pobre que también, obviamente por diferentes razones. Hay empresarios enojados por los impuestos, gente del campo por las retenciones, y por otro lado hay personas que reciben ayuda estatal y ahora no les alcanza porque la inflación se las comió, y los que no reciben del Estado lo que les prometieron. Además, la salud y la educación pública no son buenas, todo esto agravado por la pandemia. Eso marcó mucho, sobre todo en el Gran Buenos Aires, donde hubo muchos chicos que después no volvieron a las clases. Entonces Milei fue alguien que logró capitalizar todos esos descontentos, un líder carismático, que tiene muchas características. Hay tantos Milei como personas que lo siguen, ven en él representaciones diversas”, explicó la politóloga.
Otro elemento que destaca Vicent es el quiebre discursivo del libertario, quien, a su entender, pasó algunas fronteras que ya contaban con una aceptación general dentro de la sociedad y el sistema político.
“Milei rompió un dique sobre el que había un consenso en la sociedad argentina posdictadura. El 'nunca más', por ejemplo, temas de derechos humanos. Él aparece cuestionando eso, y también él y su partido se posicionan de manera muy contundente en contra de otros derechos, como los que fuimos conquistando las mujeres. Pero además ponen en tela de juicio cosas que eran impensables, como la existencia de la educación o la salud públicas, bajo el argumento de que no están funcionando bien”, señaló. “Todo esto se enmarca además en un contexto de un corrimiento hacia la derecha, porque Massa es lo más a la derecha que puede tener el peronismo en este momento, y en la guerra de halcones y palomas, Bullrich es el ala más derechista de Juntos por el Cambio”, dijo.
Dentro del discurso de Milei, en su concepción filosófica, el eje está puesto en el individuo y en su libertad, término empleado hasta el hartazgo por el candidato ultraderechista, pero que en los hechos parece circunscribirse al liberalismo económico, en sus versiones más extremas. Pero para Vincent, la apelación individualista del libertario, también es hija de estos tiempos.
“El mensaje de Milei es claramente individualista, pero creo que también responde a un clima de época. Sobre eso me parece que lo más simbólico es el cambio en el principal eslogan del kirchnerismo, que en la última campaña de Cristina Fernández fue ‘La patria es el otro’ y ahora el eslogan de Massa es ‘La patria sos vos’. Creo que es muy fuerte ese traslado de lo colectivo al interés individual”, dijo al respecto Vincent, que también hizo hincapié en el bajo nivel de la campaña electoral y los límites que se sobrepasaron en ella.
“Fue una campaña muy sucia. Más allá de los escándalos que aparecieron en los últimos tiempos, como lo de Martín Insaurralde, los audios de [el elegido por Bullrich para el Ministerio de Economía, Carlos] Melconian, cosas para las que ya estamos medio anestesiados. Después hay cosas que dicen y que son muy graves, pero que pasan como desapercibidas. Como, por ejemplo, Patricia Bullrich diciendo ‘voy a terminar con el kirchnerismo para siempre’. Yo no voy a defender el kirchnerismo, pero representa entre un 20% y un 30% del electorado, es una fuerza política, entonces me parece que plantear eso es antidemocrático”, señaló la politóloga.
“También en esta campaña Milei y algunas personas de su entorno pasaron cualquier límite, sobrepasaron los umbrales de lo decible. Desde el tema de los derechos humanos, hasta la venta de armas y de órganos. Pasaron todos los límites sobre los que había consenso, lo que estaba aceptado, es algo que nunca se había visto”, concluyó.
Poda electoral
La especulación y su influencia en el precio del dólar paralelo también fueron un escenario de batalla de la campaña
“¡Cambio!”, “cambio dólar cambio”, el más cortito y disimulado “camb” y todas las variantes que se puedan reproducir en el pregón de esta oferta de compra y venta de dólares en Buenos Aires y en las principales ciudades argentinas se vieron reducidas de manera drástica en la última semana.
Los “arbolitos”, una de las puntas de los muchos icebergs que existen en la economía informal argentina, no eran muchos en la mañana de ayer en la calle Florida, menos poblada de turistas de lo habitual porque el fin de semana electoral no resultó tan atrayente para las mareas de visitantes de países limítrofes, particularmente brasileños, uruguayos y chilenos, que llegan a Buenos Aires desde hace meses atraídos por la diferencia cambiaria.
A pesar de que el fenómeno de los arbolitos se reduce a unas pocas cuadras del microcentro porteño, su impacto alcanza a todos los habitantes argentinos.
El precio del dólar que se vende en este ámbito ayer llegó a casi 900 pesos, una brecha 155% superior al valor del precio oficial de la moneda estadounidense, e impacta en los precios de algunos productos, pero, sobre todo, genera una gran desconfianza.
Esta situación llevó a que en los últimos días personal de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), el ente recaudador de impuestos en Argentina, lanzara una campaña apuntando directamente contra los principales agentes financieros que, operando desde la ilegalidad e impulsados por actores del espacio financiero pero también político, alimentan la especulación y alientan las corridas bancarias.
El nervio del porteño está acostumbrado a estas incertidumbres, al “quilombo” permanente, de acuerdo al vocablo preferido por ellos para referirse a su realidad.
Los de 45 años para arriba recuerdan con total nitidez la hiperinflación de 1989 que terminó con el gobierno de Raúl Alfonsín, y luego vivieron durante la década del 90 la burbuja menemista del uno a uno que terminó estallando de la peor manera en 2001.
Para los más jóvenes, los anteriores hechos pueden ser conocidos por relatos familiares, pero ellos sí vieron en su cara cómo en los últimos años de manera vertiginosa el peso se fue devaluando cada vez más y los billetes más chicos, con los que antes podían comprar alfajores o chicles, casi no sirven ni para eso.
Pero quiero creer en lo que me comentó un agudo observador de la realidad de su país: “Hay que sacarse el humo de arriba y ver cómo es realmente la situación. Argentina tiene graves problemas, pero no es lo que algunos narran”.
Gonzalo Giuria, desde Buenos Aires.