Por segunda noche consecutiva, este miércoles miles de manifestantes salieron a las calles en las principales ciudades de Israel para protestar contra la decisión tomada por el primer ministro Benjamin Netanyahu de destituir al ministro de Defensa, Yoav Gallant.
El martes, mientras la atención mundial estaba puesta casi de manera exclusiva en lo que estaba pasando en las elecciones de Estados Unidos, Netanyahu decidió despedir a Gallant, con quien tenía un enfrentamiento muy duro desde hacía varios meses.
Gallant, un excomandante militar de 65 años, era el único político en el gobierno que representaba las opiniones variadas del ejército y los organismos de seguridad, que son más pragmáticos que la coalición de ultraderechistas y religiosos.
El ministro destituido, además de estar más cerca de la idea de negociar la liberación de los rehenes, estaba enfrentado con Netanyahu en la cuestión del reclutamiento de los jóvenes ultraortodoxos, quienes históricamente estuvieron exentos de cumplir el servicio militar.
Gallant pretendía llamar a filas a estas personas, siguiendo la decisión de la Corte Suprema de Justicia, mientras que Netanyahu, para mantener el apoyo de los partidos religiosos que sostienen su gobierno, se inclina por emitir una ley de excepción.
Las protestas, que comenzaron el martes de noche, no son otra cosa que el retorno de la brecha interna que, con el comienzo de la guerra, en octubre del año pasado, pareció haber pasado a segundo plano.
En reemplazo de Gallant, Netanyahu designó como ministro de Defensa al excanciller Israel Katz, quien responde por completo al primer ministro. En paralelo, para suplir el puesto que Katz dejó vacante en el Ministerio de Relaciones Exteriores, el primer ministro nombró a Gideon Saar, líder del partido liberal Nueva Esperanza, que le aportará a Netanyahu el apoyo de sus cinco representantes en el Parlamento.
La salida de Gallant del Ministerio de Defensa fue vista con decepción por Estados Unidos, que lo consideraba un interlocutor válido, al tiempo que dejó satisfechos a los integrantes más radicales y oscurantistas del gobierno de Netanyahu, entre ellos el ministro de Seguridad, Itamar Ben-Gvir, y el de Finanzas, Bezalel Smotrich.
Estos movimientos en el Ejecutivo israelí se produjeron, además, en un contexto muy especial, por un escándalo que se desató la semana pasada, relacionado con la filtración de unos documentos de inteligencia desde la oficina de Netanyahu.
Cuatro personas fueron detenidas en relación con la investigación conjunta de la Policía, los servicios de seguridad interior y el ejército, según informó el domingo por la noche un tribunal de la ciudad de Rishon LeZion.
El principal sospechoso es Eliezer Feldstein, quien, según los medios israelíes, fue contratado como portavoz y asesor de medios en la oficina del primer ministro poco después del ataque de Hamas a Israel, en octubre del año pasado. Las otras tres personas arrestadas son miembros del cuerpo de seguridad.
Todavía está vigente una orden de silencio parcial, pero el caso involucra una violación de la seguridad nacional causada por el suministro ilegal de información clasificada” que “perjudicó el logro de los objetivos bélicos de Israel”, expresó el tribunal.
En concreto, la agencia de seguridad nacional israelí Shin Bet y el ejército iniciaron una investigación sobre la filtración en setiembre, después de que dos periódicos, el semanario británico The Jewish Chronicle y el diario alemán Bild, publicaran artículos basados en los documentos militares clasificados.
Un artículo afirmaba que se había descubierto un documento que mostraba que el entonces líder de Hamas Yahya Sinwar ―posteriormente asesinado― y los rehenes de Gaza serían llevados de forma clandestina a Egipto a través del corredor Filadelfia, a lo largo de la frontera entre Gaza y Egipto.
La otra se basaba en lo que se decía que era un memorando interno de la dirección de Hamas sobre la estrategia de Sinwar para obstaculizar las conversaciones encaminadas a la liberación de los rehenes.
El tribunal israelí declaró que la publicación de los documentos podía causar “graves daños a la seguridad del Estado” y que, “como resultado, la capacidad de los organismos de seguridad para lograr el objetivo de liberar a los rehenes, como parte de los objetivos de guerra, podría haberse visto comprometida”.
Es un secreto a voces que las filtraciones habrían sido ordenadas por el propio Netanyahu para sabotear el acuerdo de intercambio de rehenes israelíes por presos palestinos, en su afán de proseguir la guerra. Esto, obviamente, profundizó la indignación que sienten los familiares de los cautivos en Gaza con el primer ministro.