Desde que asumió la presidencia, el 20 de enero de este año, el presidente estadounidense Donald Trump pasó a un nuevo nivel de exposición mediática para un mandatario.
Sus múltiples acciones impulsadas por sus aspiraciones de convertirse en sheriff global lo tienen como un protagonista directo, entre otros temas, de las negociaciones para poner un alto al fuego en la Franja de Gaza, intentar lograr el armisticio de Ucrania ante Rusia y, a la vez, amenazar a Venezuela desplegando frente a sus costas maquinaria bélica, con la clara finalidad de amedrentar al gobierno de Nicolás Maduro, bajo el pretexto de una muy difusa guerra contra el narcotráfico.
Pero Trump en estos casi 10 meses de gestión también impulsó una guerra arancelaria a nivel mundial, que finalmente no terminó en guerra, o al menos no en los términos en los que el líder republicano los había anunciado.
La cacería de los migrantes indocumentados y el extenso cierre del gobierno que terminó hace pocos días, también fueron parte de este nuevo mandato de Trump.
Todos estos hechos dejaron de lado, al menos por algunos meses, los temas por los que Trump fue noticia durante todo el período anterior a su retorno a la Casa Blanca: las variadas acusaciones legales impulsadas en su contra.
Los casos más importantes fueron los presentados por la justicia federal, que acusó a Trump de pretender interferir en los resultados de las elecciones presidenciales de 2020, en las que perdió con el demócrata Joe Biden.
En esa acusación, además, se responsabilizó al entonces presidente del asalto al Capitolio de Washington del 6 de enero de 2021, con diferencia la acción más violenta contra la democracia estadounidense en décadas.
Pero además, el equipo legal de Trump también tuvo que responder por los pagos irregulares a la actriz porno Stormy Daniels para silenciar la relación extramarital que había tenido con ella antes de la campaña presidencial del 2016. Y también por el caso de los documentos confidenciales del gobierno que el líder republicano llevó a su residencia personal de Mar-a-Lago, en el estado de Florida.
Ahora, motorizados por los muchos e influyentes detractores que tiene, los temas judiciales comenzaron a darle problemas a Trump una vez más, por lo que por estos días dejó de lado momentáneamente la agenda internacional para apagar un incendio personal grave: sus probados vínculos con el agresor sexual y millonario Jeffrey Epstein.
Esta semana, legisladores de la Cámara de Representantes publicaron más de 20.000 páginas de documentos vinculados a Epstein, entre ellos algunos que mencionan a Trump.
Según informó BBC, los demócratas del Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes publicaron tres cadenas de correos electrónicos, incluyendo correspondencia entre Epstein, y su antigua socia Ghislaine Maxwell, quien cumple una condena de 20 años por tráfico sexual, al ser la número dos de la cadena de explotación liderada por el delincuente y también magnate que se ahorcó en una celda de un centro de detención en Nueva York en 2018.
Simultáneamente, fueron publicados correos electrónicos entre Epstein y el periodista Michael Wolff, quien escribió varios libros sobre Trump.
Pocas horas después, los republicanos de la Cámara de Representantes salieron en defensa del presidente, y publicaron una gran cantidad de documentos para responder a lo que calificaron como un intento demócrata de seleccionar archivos de forma sesgada.
También afirmaron que se trataba de un intento de crear una falsa narrativa para difamar al presidente, una conducta promovida desde la Casa Blanca, donde se cerraron filas de manera total, negando de plano todas las acusaciones.
Es en este contexto, Trump intensificó su campaña de presión sobre los republicanos del Congreso para que se opongan a la publicación íntegra de los archivos del Departamento de Justicia relacionados con Epstein, antes de la votación en la Cámara de Representantes de la semana que viene, en la que se espera el apoyo de numerosos representantes republicanos.
En esa instancia se decidirá en base a los votos obtenidos si se exige al Departamento de Justicia la publicación de todos sus archivos de investigación sobre Epstein en un plazo de 30 días.
Se prevé que decenas de republicanos voten a favor de la petición de abrir los archivos, conscientes de que sus electores exigen mayor transparencia sobre el caso.
CNN informó que altos funcionarios convocaron a la representante Lauren Boebert, una de las cuatro republicanas de la Cámara de Representantes que firmaron el pedido para que se exija la publicación total de los archivos, a una reunión en la Sala de Crisis de la Casa Blanca con la fiscal general, Pam Bondi, y el director del FBI, Kash Patel, para discutir sobre su postura.
Medios estadounidenses informaron que Trump también intentó comunicarse con la representante Nancy Mace, otra de las republicanas de la Cámara que firmó la petición, pero no logró hacerlo.
Según trascendió, Mace le escribió al presidente una larga explicación de su experiencia personal al haber sido víctima de abuso sexual y violación, por qué le era imposible cambiar su postura respecto a este tema.
Esos intentos fallidos de presión por parte de la Casa Blanca se produjeron cuando los demócratas del comité de supervisión de la Cámara de Representantes publicaron tres correos electrónicos condenatorios que sugieren que Trump estaba al tanto de la conducta de Epstein, incluyendo uno en el que el explotador de menores afirmó: “Por supuesto que [Trump] sabía de las chicas”. En otro correo, Epstein decía que su entonces amigo había “pasado horas” con una víctima en su casa.
El equipo del presidente contraatacó, afirmando que esos documentos habían sido seleccionados arbitrariamente, y los representantes republicanos respondieron publicando un conjunto mucho mayor de más de 20.000 archivos.
Entre ellos figuraban documentos que revelaban que el personal de Epstein lo mantenía al tanto de los viajes aéreos de Trump, y que el fallecido traficante sexual seguía recibiendo noticias sobre el ahora presidente años después de que la amistad que unía a los magnates.