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Stephen Miller, subjefe de Gabinete de la Casa Blanca, el 16 de junio, en Kananaskis, Alberta, Canadá.

Foto: Chip Somodevilla, Getty Images, AFP

Stephen Miller: el arquitecto de la política migratoria estadounidense más dura en décadas

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Propulsado por Trump a los más altos círculos del poder, el consejero del presidente de Estados Unidos ha impuesto su visión radical orquestando una guerra antiinmigración y desmantelando políticas progresistas.

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“No habla, grita”. Así se describe a Stephen Miller, cuya brutalidad ha forjado su reputación como el consejero más influyente de Donald Trump. Los incendios en las calles de Los Ángeles, los enfrentamientos con la Guardia Nacional y el toque de queda en el centro de la segunda ciudad más grande de Estados Unidos no son casualidad: son la materialización del pensamiento radical de este “odiador de clase mundial”, como lo calificó el periodista Terry Moran, de ABC, antes de ser suspendido.

Miller conoce bien California. Nació en 1985 en Santa Mónica, en una familia judía y progresista cuyos antepasados habían huido de Rusia. Pero mientras crecía en el ambiente liberal, desarrolló ideas conservadoras que chocaban frontalmente con su entorno. Ya en la secundaria estaba fascinado por figuras conservadoras transgresoras como Rush Limbaugh y su mentor David Horowitz. Su rechazo del consenso liberal se desarrolló desde esa época, cuando comprendió “el poder del odio y la provocación”.

A los 24 años comenzó a trabajar para legisladores conservadores en el Congreso, donde era visto como una figura marginal obsesionada con la inmigración. Y en 2015, mientras el establishment republicano se burlaba de la candidatura de Trump, Miller vio una oportunidad. Para él, el magnate inmobiliario lo “había entendido todo”.

El primer mandato de Trump (2017-2021) catapultó a Miller al centro del poder. Redactó los principales discursos presidenciales y diseñó políticas que marcaron época: la prohibición de entrada a ciudadanos de países designados, la eliminación de protecciones a jóvenes inmigrantes y la controvertida separación de familias en la frontera. También impulsó la política de construcción del muro con México.

Durante los cuatro años de Joe Biden, Miller no desapareció. Fundó America First Legal, una organización conservadora que funcionó como gobierno en el exilio. Participó en las polémicas reivindicaciones que cuestionaron las elecciones de 2020 y preparó meticulosamente el regreso trumpista. Los decretos ejecutivos que Trump firmó en enero pasado llevan de hecho su firma intelectual.

Hoy Miller ocupa uno de los cargos más influyentes de Washington: subjefe del Gabinete para Política y asesor de Seguridad Nacional. Kevin McCarthy, expresidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, lo define sin rodeos: “Es el cerebro de Trump”, y añade que “Trump se queja de todo el mundo. Nunca de él”.

En general, sus apariciones públicas combinan datos inflados con retórica beligerante. Por ejemplo, su administración maneja cifras de 21 millones de inmigrantes irregulares, casi el doble de las estimaciones oficiales. Esta estrategia se refleja también en declaraciones fuertes, como la que hizo en Coachella en octubre de 2024: “Este país no pertenece a los políticos, no pertenece a los extranjeros ilegales, les pertenece a ustedes, los ciudadanos americanos”.

Por otra parte, el subjefe de Gabinete ha desempolvado leyes del siglo XVIII para deportar sin garantías procesales y propone suspender el hábeas corpus durante “períodos de invasión”. Este principio fundamental asegura a toda persona el derecho de impugnar judicialmente su arresto o detención cuando lo considere arbitrario.

Muzaffar Chishti, experto del Migration Policy Institute, señala las contradicciones de tal estrategia política del gobierno actual: “El argumento de la invasión va en contra de su propio relato de que las fronteras están bajo control. Al mismo tiempo, dicen querer suspender el hábeas corpus, a menos que los jueces actúen correctamente. Si esto no es una amenaza de tipo mafioso, no sé qué lo sería”.

Pero las preocupaciones de Miller van más allá de la inmigración. Lidera una ofensiva contra la “cultura woke” y ha presionado a gigantes tecnológicos como Meta para eliminar programas de diversidad. Su esposa Kate trabajaba nada menos que para Elon Musk en el polémico Departamento de Eficiencia Gubernamental. De este modo, se entiende que Miller está bien situado para hacer realidad sus ambiciones en una ecosistema trumpista que abraza las personalidades provocativas y radicales.

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