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Instalación con las imágenes de Donald Trump y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, frente a las oficinas de la embajada de Estados Unidos, el 13 de setiembre, en Tel Aviv.

Foto: Jack Guez, AFP

Israel ante un triste año nuevo judío

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Panorama de la actualidad interna israelí.

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La noche del lunes se festejará el nuevo año judío 5786. Usualmente en Israel es una de las más importantes festividades, que suelen festejar todas las familias judías, creyentes y observantes o no, en un clima de reencuentro y relajamiento de las rutinas, ya que se trata de dos días y medio de feriados que dan comienzo a un mes salpicado por otras fiestas judías importantes que implican feriados, Iom Kippur, Sucot y Simjat Torá.

En años normales suele tratarse de un período de relativa distensión. Sin embargo, desde el ataque de Hamas el 7 de octubre de 2023 durante el último día de Sucot y la feroz guerra desatada, la seguidilla de guerras de Israel con otras fuerzas de la región y las ofensivas militares genocidas desatadas en Gaza, ninguna fiesta en Israel logra el efecto de relajación.

Los familiares de los 20 rehenes aún vivos son probablemente las personas más consternadas en Israel, cuya angustia se exterioriza más agudamente en los días festivos. Este sentimiento obviamente es consecuencia del prolongado cautiverio de sus seres queridos, de las noticias acerca de su calamitoso estado de salud, del temor de que la actual ofensiva militar israelí sobre la ciudad de Gaza acabe matándolos, de haber entendido hace ya varios meses que Benjamin Netanyahu no tiene intención de firmar un acuerdo que permita liberarlos pronto y que lo confirmó el atentado contra la vida de los dirigentes de Hamas en Qatar reunidos precisamente para aprobar un acuerdo propuesto por los mediadores.

La angustia ha llevado a grupos de familiares de rehenes y a rehenes liberados en acuerdos anteriores a manifestarse desesperados en altas horas de la noche frente a la residencia del primer ministro en Jerusalén, a interrumpir el tránsito repetidamente en muchas avenidas céntricas en Jerusalén y Tel Aviv, y a utilizar los calificativos más duros contra Netanyahu y su gobierno. La angustia y la conciencia de los familiares de los rehenes en Israel respecto de que es su gobierno el que viene impidiendo su liberación con vida contrasta con el uso propagandístico de las embajadas de Israel alrededor del mundo de las imágenes y nombres de los rehenes para justificar la ofensiva militar en Gaza. No sólo los familiares de los rehenes se oponen a esta ofensiva, sino también altos jefes militares que filtran a la prensa que la consideran innecesaria e inoportuna. Son muchos los sectores de la sociedad israelí que acompañan a los familiares de los rehenes y se oponen o tienen serias dudas acerca de esta ofensiva. Algo más de la mitad de los israelíes piensa que Netanyahu prolonga el estado de guerra debido a sus intereses políticos personales.

No sólo los familiares de los rehenes vivos están angustiados por el peligro de muerte inminente sobre sus seres queridos. Hay también decenas de miles de árabes palestinos ciudadanos de Israel que tienen familiares en Gaza y que ya llevan casi dos años acompañando angustiados e impotentes las masacres realizadas en Gaza por bombardeos aéreos, de artillería y por francotiradores israelíes. Ahora, con los efectos de la hambruna provocada en meses anteriores, los bombardeos intensificados en la ciudad de Gaza y el nuevo desplazamiento forzado de sus familiares, muchos reciben con frecuencia noticias intermitentes de los familiares que apenas sobreviven, cuando no la trágica noticia de quienes han muerto de una manera u otra.

También los familiares de decenas de miles de soldados israelíes enviados a Gaza viven angustiados. Si bien las acciones de resistencia de Hamas y de otras milicias palestinas son relativamente pocas, también cobran la vida o la integridad física de soldados israelíes una o dos veces por semana.

No menos preocupantes son los efectos psicológicos de las atrocidades que muchos soldados han cometido o al menos visto en Gaza. Si bien no es dramático, ha habido un marcado aumento de los suicidios entre soldados reclutas y reservistas en los dos últimos años. Mucho más numerosos son los casos de excepciones psiquiátricas y muy frecuente que los soldados recurran a asistencia psicológica como resultado de su servicio en Gaza. Hubo algunos resonados casos muy preocupantes de violencia o descontrol debido a síndromes postraumáticos.

Soldados liberados del servicio por estas razones han protestado repetidamente ante la Knesset por el insuficiente tratamiento y apoyo que reciben. Padres, madres, parejas y allegados a soldados que regresan de un prolongado servicio en Gaza suelen comentar los cambios preocupantes en el ánimo de sus seres queridos. Ya hubo decenas de casos de soldados que, convocados a reingresar a Gaza, se han negado. A veces esos casos se solucionan en silencio, concediendo los comandantes una excepción a los soldados que plantean que no están dispuestos a cumplir la orden de regresar a Gaza. En otros casos, los soldados han sido enviados a prisiones militares por incumplimiento del deber.

La semana pasada cinco soldados del batallón de infantería Golani se negaron a reingresar a Gaza: tres de ellos fueron exceptuados por considerarse que no estaban en condiciones psicológicas adecuadas, mientras que los otros dos fueron juzgados y condenados a prisión. Miles de soldados, especialmente reservistas, no se niegan abiertamente a reingresar a Gaza. Simplemente hacen todo lo posible por evadir el servicio, pretextando enfermedades, por ejemplo. Hubo dificultades para llenar las filas de las unidades de reservistas en la actual ofensiva. Largos meses de servicio de reserva, en padres de familia, en trabajadores cuentapropistas, en estudiantes universitarios, han tenido efectos muy duros para sus desempeños civiles, a pesar de que el Ministerio de Defensa paga sus salarios como si estuvieran trabajando. Las preocupaciones económicas angustian también a no pocas familias.

Si bien Israel todavía no ha empezado a pagar el grueso de sus costos de guerra, los recortes presupuestales en gastos sociales ya son sentidos por los sectores más vulnerables. Parte de la sociedad se vio sorprendida por las declaraciones de Netanyahu, que no suele reconocer dificultades, que la semana pasada declaró que debido al asedio de sanciones internacionales Israel iba a tener que ser una superesparta. Además de una súbita baja en la bolsa de valores de Tel Aviv, las palabras de Netanyahu tuvieron un efecto muy negativo en el humor social de los israelíes y fueron rápidamente respondidas por duras críticas de políticos de la oposición. Los intentos de Netanyahu por corregirse no han surtido todavía el efecto deseado.

Por otra parte, el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, intentó argumentar que Israel iba a vivir una “bonanza” al repartirse los terrenos de Gaza con Estados Unidos una vez que culmine la destrucción completa de los edificios en la ciudad de Gaza. Si bien puede haber sectores que mezclando fanatismo nacionalista y oportunismo financiero creen que se acerca la oportunidad de especulaciones financieras respecto de la reconstrucción israelí-estadounidense de Gaza, las declaraciones de Smotrich echaron gasolina sobre el ánimo crispado de familiares de rehenes y de los opositores a la actual ofensiva, al revelar las verdaderas intenciones que mueven al gobierno.

La oposición a la ofensiva crece también por el lado de israelíes que denuncian las atrocidades cometidas en Gaza como inmorales y conducentes a mayores catástrofes futuras para ambos pueblos. Si bien se trata aún de posicionamientos minoritarios, están creciendo y recibiendo legitimidad, especialmente entre ciertos grupos profesionales. En estos momentos circula en Israel una carta ya firmada por más de 150 trabajadores sociales dirigida a sus colegas en el mundo: “Como profesionales comprometidos con los derechos humanos, la dignidad y la justicia social, no podemos mantenernos en silencio mientras nuestro gobierno causa un sufrimiento masivo y comete atrocidades que llegan al genocidio contra el pueblo de Gaza, mientras 48 israelíes son retenidos como rehenes por Hamas. […] Dentro de Israel, luchamos por defender los principios básicos de nuestra profesión en medio de intensas presiones políticas y sociales. Nuestra responsabilidad ética nos empuja a pronunciarnos y solicitar vuestra urgente solidaridad e intervención”.

Bajo el lema “El silencio es criminal”, varios cientos de psicólogos israelíes también se han pronunciado muy tajantemente. Más de 100 docentes de primaria y secundaria prepararon videos cortos para la primera semana de clases en los que decían “un niño es un niño en Tel Aviv y en Gaza”.

Ante las amenazas de sancionarlos por parte del Ministerio de Educación, otros 200 docentes se sumaron a la iniciativa. Asimismo, ya son más de 1.500 los docentes universitarios (que debido a su estabilidad laboral y la relativa autonomía universitaria se sienten más seguros para pronunciarse) agrupados bajo el lema de “bandera negra” que denuncian el genocidio en curso en Gaza y realizan actividades de difusión al respecto.

Grupos más pequeños de manifestantes siguen haciendo intervenciones callejeras con fotos de niños gazatíes asesinados en lugares públicos y en carreteras de acceso a bases de la fuerza aérea. Las coaliciones contra la guerra genocida han crecido y realizan movilizaciones, a menudo hostigadas y reprimidas por la Policía. Todo ese despertar de la protesta más tajante dentro de Israel es aún minoritario, pero significativo, ante la desaparición del consenso bélico mayoritario que persistió entre el 7 de octubre de 2023 y marzo de 2025. Evidentemente, estos sectores no tienen el peso suficiente para frenar por dentro las ofensivas de Israel sobre Gaza o su política de expansión de colonias en Cisjordania. Junto con las contradicciones que se acumulan en la sociedad israelí y la creciente presión internacional, que, como reconoce ahora Netanyahu, tiene cierta efectividad (en su discurso espartano se quejó de las dificultades para conseguir repuestos para vehículos militares), pueden ayudar a crear los contrapesos para detener esta barbarie.

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