Opinión Ingresá
Opinión

A 100 años de Córdoba: Sentidos y saberes en la extensión universitaria

3 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago
Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

Pocos asuntos han generado tanto debate dentro de la Universidad de la República (Udelar) como aquellos atinentes al relacionamiento con el medio social y la concepción de extensión universitaria que se adopta y desarrolla. En efecto, esta discusión nos interroga sobre cuál es la función que una universidad pública debe tener en la sociedad. No existen ni han existido respuestas definitivas ni únicas; por el contrario, estas varían, conviven y se tensionan, dando lugar a diferentes formas de universidad dependiendo del momento histórico.

Debatir sobre los sentidos y saberes de la extensión universitaria a 100 años de la Reforma de Córdoba implica necesariamente preguntarnos cómo es y cómo se construye la relación universidad-sociedad, cuáles son los desafíos actuales y futuros, cuál el posicionamiento ético-político de la academia en relación con los sujetos sociales; en definitiva, para qué enseñamos, investigamos y desarrollamos extensión.

Históricamente, el movimiento reformista posicionó a la extensión como una función constitutiva de las universidades públicas latinoamericanas. La Reforma de Córdoba, protagonizada por los estudiantes, con una propuesta de avanzada atinente a variados aspectos de la vida universitaria (aunque no sólo a ellos), resignificaría la extensión, que con variantes nacionales y en relación con circunstancias político-sociales particulares habría de cristalizar en diferentes tradiciones y prácticas, grados de desarrollo e institucionalización.

Siguiendo a Carlos Tünnermann (1998), las implicancias del movimiento pueden agruparse en: a) las relacionadas con la organización y el gobierno de la universidad; b) las vinculadas con la enseñanza y los métodos docentes; c) las referentes a la proyección política y social de la universidad. Autonomía y cogobierno, libertad de cátedra, el aporte y la retroalimentación entre universidad y medio social mediante la extensión, son algunos de sus legados vigentes y sustantivos.

El epicentro habido en Córdoba irradiaría su influencia a escala continental, abonando debates y procesos en la vida universitaria. Las experiencias de extensión se multiplicaron al calor de la “hora americana”, incluyéndose explícitamente como componente formativo y obligado de las asociaciones estudiantiles, ya en el Primer Congreso de Estudiantes de México en 1921.

En Uruguay, la extensión adquirió formalmente idéntico estatus que el resto de las funciones universitarias con la Ley Orgánica de 1958, si bien los antecedentes de su desarrollo pueden rastrearse hacia finales del siglo XIX. La extensión universitaria de matriz reformista experimentará variantes con el devenir del tiempo, transitando desde perspectivas de marcado carácter humanista, centradas en la formación en vínculo con la realidad nacional, a aquellas que pueden caracterizarse como paternalistas retomando a Jorge Bralich (Una mirada histórica a la extensión universitaria, 2010), cuyo énfasis estará puesto en la difusión cultural y la transmisión de saber fuera de la universidad.

No obstante, ya en los albores de estas experiencias, puede identificarse en germen un extensionismo de raíz crítica, que emerge con particular fuerza en la segunda mitad del siglo XX. La universidad por medio de la extensión se encuentra y retroalimenta con “otros” saberes y conocimientos, genera procesos democráticos y de intención transformadora con una decidida identificación y opción por los sectores populares, quienes participan activamente en estos procesos. La paulatina pero decidida incorporación de actores extrauniversitarios organizados en la definición, abordaje y solución de sus problemas, desde esta perspectiva, adquirirá en el país un fuerte impulso bajo el rectorado de Mario Cassinoni (1956-1964) y la acción dinamizadora de los gremios estudiantiles.

El llamado “ciclo heroico” del reformismo latinoamericano, presente en el imaginario de las nuevas generaciones universitarias, contará con especial vitalidad hasta el advenimiento de los gobiernos de facto en la región y los procesos de mercantilización de la enseñanza superior. La apertura democrática traerá consigo un escenario signado por la amenaza de la impronta neoliberal sobre la universidad, que inicia su arremetida en los años 90. En este marco se genera el desplazamiento de una concepción centrada en la función social y cultural de las universidades a otra, denominada “profesionalista” por Alfredo Errandonea (La Universidad en la encrucijada, 1998), que responde a intereses corporativos y a una lógica mercantil. Esta propuesta no niega la función de extensión, sino que genera un nuevo proyecto que expresa la pugna entre modelos universitarios y que implica una ruptura con la tradición anterior; lo que Cano (2017) califica de contrarreforma.

En un contexto que presenta importantes desafíos, rescatar el significado, valor histórico y vigencia de los postulados de Córdoba bajo su relectura crítica resulta clave para continuar debatiendo sobre el rol político-social de las universidades públicas y su relación con el medio, sus modalidades académicas y organización interna inspirada en principios democráticos. Resignificar el rol de la universidad como espacio de generación y promoción de pensamiento crítico, de construcción de respuestas y conocimiento en conjunto con otros, implica necesariamente pensar en clave de articulación de funciones: enseñanza-investigación-extensión.

Urge, entonces, la promoción de espacios de discusión instituyentes que hagan posible una universidad congruente y comprometida con el momento histórico que se vive. Para ello el debate en torno a los sentidos y saberes de la extensión constituye una pieza clave, no sólo a nivel institucional, sino también experiencial, de la praxis concreta, que nutre y retroalimenta las definiciones teórico-conceptuales y políticas más amplias.

En este marco, las III Jornadas de Extensión e Integralidad de la Facultad de Ciencias Sociales, que tendrán lugar el 3 y el 4 de octubre, intentan aportar al intercambio de experiencias y reflexiones entre actores universitarios y no universitarios involucrados en prácticas de extensión, en aras de interpelar y reinventar el papel de la universidad, los intelectuales y demás actores, en relación con la sociedad y sus procesos de transformación.

Cecilia Etchebehere, Laura Zapata, Florencia Ferrigno y Eugenia Rubio son integrantes del equipo docente de la Unidad de Extensión y Actividades en el Medio de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

¿Te interesan las opiniones?
None
Suscribite
¿Te interesan las opiniones?
Recibí la newsletter de Opinión en tu email todos los sábados.
Recibir
Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura