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La educación de cara a un nuevo gobierno.

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La escuela –entendido este vocablo en un sentido amplio y abarcativo– es una de las pocas instituciones sociales a las que las nuevas generaciones llegan en forma masiva y permanecen durante más tiempo. Es obvio, por tanto, que es una institución clave porque ella es escenario de la construcción humana personal y colectiva, es un espacio en el que hacemos partícipes a las nuevas generaciones de la herencia común, respetando sus peculiaridades, y les proponemos la posibilidad de transformarla. Es un escenario de ensayo de la inserción social, de la convivencia, del trabajo sobre la igualdad de género, del respeto a la diversidad y de la asunción de la ciudadanía activa. Es una oportunidad para motivar la comprensión de los grandes problemas del mundo y del entorno próximo.

El próximo período de gobierno es una oportunidad de oro para reformular la fisonomía de la educación, no sólo en la apariencia, y establecer algunas claves que den cuenta de prácticas acordes con las características y necesidades de las nuevas generaciones.

Nuestro sistema educativo formal adolece de una antigüedad estructural que atraviesa no sólo el diseño de las instituciones que lideran las políticas educativas a nivel macro sino además la conformación de las unidades educativas territoriales. Esto hace que, fuera de honrosas excepciones, las instituciones educativas de todos los ciclos sean particularmente rígidas y notoriamente rutinarias.

Es necesario y justo, sin embargo, reconocer avances, porque serán esos esfuerzos cristalizados en logros –aunque de dimensiones variadas– los que permitirán que podamos seguir aportando a una ruta de cambio. En este sentido, es clave señalar que se aumentó la matrícula y, por lo tanto, el acceso, particularmente en educación media, con lo que se ha cambiado su configuración inicial y propendido a su universalización. También es justo reconocer que se expandió la matrícula especialmente en los márgenes de la sociedad, lo que permitió lograr que jóvenes de los quintiles más bajos accedan, y, aunque lentamente, se viene dando un mejor desarrollo y culminación de los ciclos educativos por parte de esta porción de la población que antes ni siquiera pisaba las aulas. En el caso particular de adolescentes y jóvenes, muchos se encuentran atravesando “trayectorias inaugurales”, al decir del argentino Pedro Núñez, en un doble sentido: primero, porque varios forman parte de la primera generación familiar que transita la experiencia liceal; también porque se crearon instituciones educativas en localidades y barrios donde estas no existían, lo que amplió naturalmente las posibilidades de acceso. Esta diversidad que comenzó a poblar las aulas también provocó la reflexión e interpelación sobre la mirada con respecto a las trayectorias educativas. En este sentido, Flavia Terigi plantea la distinción entre la trayectoria teórica y la real, en tanto la primera presenta un itinerario esperado de progresión lineal en tiempos marcados en forma estándar frente al recorrido real que muchos niños y jóvenes pueden hacer de acuerdo con sus características personales, familiares y de encuadre comunitario. Reconocemos que al menos se comenzó a debatir sobre estos aspectos, problematizando sobre el desacople que existe entre una propuesta estandarizada en la que se espera lo mismo de todos más allá de sus particularidades, que imagina etapas secuenciadas vividas en los tiempos que alguien estipuló desde un escritorio, y la heterogeneidad real que caracteriza a las trayectorias de la infancia, la adolescencia y la juventud. Este debate provee de ideas para configurar diversos recorridos educativos e interpela los formatos tradicionales de evaluación y acreditación. Aunque incipiente, es necesario reconocer este aporte, así como la exploración que muchos colectivos docentes hacen sobre estrategias y propuestas didácticas variadas y rupturistas.

De cara al próximo período, consideramos clave aproximar algunas ideas de cambio que a nuestro juicio se hacen necesarias en forma inminente, aunque desde ya descontamos que el tema es demasiado amplio para agotarlo en algunas líneas.

1) La revisión de los mecanismos de gobernanza. Es claro que la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) tiene dificultades severas porque es una institución que tiene un diseño antiquísimo. La pesadez estructural es un impedimento claro para la agilidad que el mundo de hoy requiere para la toma de decisiones. Es necesario revisar este diseño y reflexionar sobre la condición colegiada de los órganos rectores, porque han perdido la esencia para la que fueron forjados. Es obvio que la condición colegiada se produjo en su tiempo para conciliar voluntades y asegurar la riqueza de las decisiones. Hoy son órganos de contienda política en los que no se define lo que realmente conviene a todos los uruguayos, sino que responde a alianzas de carácter político que debilitan la perspectiva técnica que debe regir en organismos que lideran los rumbos de la sociedad.

Frente a la lentitud que seguramente supondrá la revisión del diseño de la gobernanza –nueva Ley de Educación o revisión de la existente–, proponemos que el Consejo Directivo Central (Codicen) de la ANEP esté integrado en el próximo período por los/las directores/as generales de los consejos desconcentrados, en lugar de por los consejeros nombrados por el Poder Ejecutivo. Parece indispensable achicar la burocracia pero, además, apostar a que lideren los procesos quienes realmente los conocen y viven desde la realidad cotidiana. También es necesario redefinir el lugar del Codicen como órgano coordinador que respeta a los desconcentrados y no obtura sus modos cotidianos de proceder. Por otra parte, hay que desmontar los equipos paralelos que superponen tareas, generan gastos presupuestales desmesurados y apostar por la coordinación con una buena definición de horizontes comunes.

2) Perspectiva de trabajo integral e interinstitucional. Debemos pensar y desarrollar la política educativa en forma integrada con otros programas y organismos gubernamentales. Es necesario reordenar las políticas existentes bajo la lógica del ciclo de vida; el eje debe ser la persona y debemos abandonar las miradas fragmentadas que sólo abonan al poder de quienes están circunstancialmente en los cargos.

3) La carrera docente. Revisión urgente de la carrera docente, tanto en lo que se refiere a la obtención del título de grado como a la necesaria especialización para el abordaje de poblaciones especiales. La carrera docente sigue siendo una formación terciaria no universitaria, fuertemente centrada en el asignaturismo, exenta de investigación fuera de los esfuerzos puntuales. Es una formación que, exceptuando el tiempo de la práctica educativa, en el caso de la formación de los profesores, parece vivir de espaldas a los liceos y a las escuelas técnicas.

Ya no puede dilatarse más la revisión integral de la carrera docente. Hoy es necesario formar profesionales que sean capaces de adaptarse a variados contextos y que puedan generar entornos de aprendizaje y estrategias que respeten los ritmos diversos de los adolescentes así como sus intereses. También es necesario trabajar desde la interdisciplina y el abordaje colectivo y colaborativo del aula, ya sea en forma real o virtual, y nutrirse de las experiencias de trabajo en duplas y tríos docentes que ya se están llevando a cabo en muchos centros educativos. Se enseña más con lo que se hace que con lo que se dice. Por eso hay que hacerlo con fuerza y decisión, despojados de los beneficios laborales de unos pocos que tienen cooptado el cambio. Hay que tener en cuenta, además, que Uruguay cuenta con una infraestructura tecnológica en los centros educativos gracias al Plan Ceibal que merece ser aprovechada.

Por otra parte, es necesario desarrollar especializaciones para la atención de situaciones singulares: la educación para personas privadas de libertad (adultos y adolescentes), la andragogía (técnicas y estrategias específicas para la educación de personas adultas) y el abordaje de singularidades como la enseñanza a personas ciegas, sordas o con otras características que requieren de un saber específico por parte del educador. Esto sólo por nombrar algunos aspectos imprescindibles para que lo educativo ocurra y no sea una mera escena simuladora de la inclusión educativa. Uruguay debe diseñar e invertir en forma urgente con una meta concreta: en 2024 todos los profesores que habiten las aulas deben ser titulados o estar cursando el último año de la carrera docente.

Tampoco debería crearse ningún cargo para el que no haya una especialización o formación específica. Tengo la certeza de que no es suficiente ser o haber sido un gran profesor de aula para ser un buen director/a o inspector/a o profesor/a orientador/a pedagógico/a. Seguramente la experiencia es necesaria pero también es insuficiente, por lo que deberían ser especializaciones condicionantes del acceso a cualquiera de estos cargos. La revisión de los perfiles y cargos existentes (directores/as, inspectores/as, etcétera) también es necesaria.

4) Nuevos diseños institucionales. Es necesario promover y habilitar la reconfiguración del diseño de las unidades educativas (escuelas/liceos). Es necesario remover y desestructurar el funcionamiento de las instituciones, flexibilizar el uso de los tiempos y los espacios de acuerdo con las características de los estudiantes y sus intereses y necesidades. Trabajar en formatos de taller, en aulas temáticas, en metodologías de investigación, en habilidades para la vida, en el desarrollo de lo socioemocional. En definitiva, provocar el sentido, generar el deseo de permanecer, establecer el escenario educativo como un entorno de aprendizaje variable en función de intereses y deseos que no significa en absoluto renunciar a la transmisión de lo estipulado socialmente como aprendizajes válidos. El buen docente sabe congeniar el ofrecimiento del saber y del desarrollo de habilidades y procesos personales y colectivos con los intereses de los estudiantes a partir de propuestas de proyectos de trabajo situados que resulten interesantes.

5) Renovación curricular. Realizar una verdadera transformación curricular que no sólo suponga la grilla de asignaturas o el listado de saberes. Hablamos de una revisión curricular integral. Existe un camino iniciado para la construcción de la revisión en educación media con instancias de consulta y recogida de documentos por parte de muchos y variados actores sociales que fue obturado en su momento pero permanece en documentos que deberían ser revisados y retomados por la riqueza que estos tienen.

6) La pirámide salarial. Si bien reconocemos un cambio muy significativo en el salario de los docentes y funcionarios de la educación, es necesario continuar mejorando gradualmente la retribución pero asignando esa mejora a la formación permanente y a otros indicadores que deben estudiarse. Es necesario erradicar la injusticia de que reciban lo mismo quienes están formados y trabajan con entusiasmo y quienes viven la docencia como una actividad circunstancial a la que a veces llegaron por imponderables del destino. Por otra parte, es necesario revisar los salarios de los equipos directivos de los centros educativos, ya que es claro que la pirámide salarial es a esta altura inexistente y ya nadie quiere cubrir esos cargos por la insostenible y contrastante relación entre las obligaciones y responsabilidades y las recompensas. La antigüedad no se admite más como modo de progreso en la carrera docente; es decepcionante para quienes se preparan y forman, y oportunista para quienes no lo hacen. Reivindicamos los mecanismos de concursos como vías de acceso a los cargos y a cualquier condición de desarrollo de la actividad profesional.

7) El centro educativo como referente comunitario. Los centros educativos no pueden vivir aislados, deben ser centros referentes de cara al barrio y a toda la comunidad, por lo que nos parece esencial promover la consolidación de comunidades educativas (centros, familias, vecinos, actores locales, etcétera) y el acercamiento a otros actores partícipes o colaboradores de los procesos educativos. Es necesario trabajar con otros para lograr que el sujeto se empodere de su propio aprendizaje como construcción personal y colectiva, pero también es clave que todos los adultos del entorno se sientan parte responsable de la formación de los “nuevos”. La construcción de comunidades educativas donde el rol de las diversas familias sea un pilar fundamental desde el comienzo de la trayectoria del sujeto es impostergable.

8) Evaluaciones y monitoreos. Debemos profundizar en los procesos de recogida de información y evaluación cualitativa y cuantitativa para observar el logro de metas definidas a nivel país. Es necesario utilizar esta información como insumo para introducir mejoras e identificar desafíos pendientes en términos de inclusión, calidad y niveles de aprendizaje, así como para detectar las brechas de cobertura educativa, identificar carencias, necesidades y problemas en los distintos subconjuntos de la población y en los territorios para reconducir la toma de decisiones. Es importante trabajar con los actores de los centros educativos para hacer un ejercicio de “desculpabilización” por los resultados y de aceptación de que los datos e informaciones son claves para el desarrollo de la tarea profesional.

Laurence Cornu recuerda que educar “no sólo es transmitir el pasado según la tradición, sino preparar el porvenir. [...] Estamos familiarizados con la idea de que educar –el verbo activo y no el sustantivo educación– tiene un fondo político dotado de formas y sentidos diversos como creación institucional (la Escuela como servicio público), como transmisión de conocimientos liberadores (instruir-educar), como objetivo de un bien común que puede llevar por nombre libertad e igualdad (formar al ciudadano)”. Educar concierne a la utopía, a hacerse garante de la capacidad humana de comenzar algo nuevo y de hospedar a los nuevos en un mundo hospitalario. No puede perderse tiempo. Es necesario aprovechar la oportunidad “de oro” y destituir los egoísmos y las tensiones infructuosas para apostar por el destino común.

Celsa Puente es profesora de Literatura y fue directora del Consejo de Educación Secundaria desde 2014 hasta abril de 2018.

(*) Muchos conceptos manejados en este artículo fueron fruto de la discusión con los/las integrantes de la Comisión de Educación del sector frenteamplista Participar-Articular-Redoblar.

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