En la década de 1960, en la publicidad electoral de un sector del Partido Nacional se planteaba: “La alternativa es clara. O gana la UBD [Unión Blanca Democrática] o todo sigue como está”. Hoy esa frase –quizá ninguna mejor– define una situación electoral inminente, decisiva para nuestro futuro como nación. La alternativa es clara.
Por un lado, se acepta –no sólo por las encuestas, sino por la propia actitud de todos los candidatos– que el 27 de octubre gana con comodidad el candidato del Frente Amplio (FA). No es una sorpresa: Daniel Martínez representa a la fuerza política más importante del país, que en un hecho histórico –sin precedentes– ganó tres elecciones consecutivas con mayoría parlamentaria.
Los fundamentos que se esgrimen para esa predicción son varios y elocuentes. Crecimiento económico ininterrumpido durante 15 años, mejor Producto Interno Bruto per cápita y mejor distribución del ingreso en América Latina (índice Gini para Uruguay: 0,38), recuperación del grado inversor, estabilidad macroeconómica e institucional reconocida por todos los organismos internacionales y estar ubicado entre los primeros países del mundo por la calidad de su democracia y el respeto a los derechos humanos. Esto se tradujo en la reducción de la pobreza de 40% a 8,1%, el abatimiento de la indigencia de 5% a 0,1%, un aumento del salario real de 60% en el período y correspondiente aumento real de las pasividades, un aumento del gasto social de 136% en términos reales, una cobertura casi universal de la salud, el fortalecimiento de las políticas culturales, y un crecimiento en moneda constante de 172% en la educación en el lapso considerado. Estos son números, fríos como todos los números, pero que nadie discute ni controvierte. Y que están unidos al logro de una agenda de derechos también histórica (legalización del aborto, matrimonio igualitario, protección de la diversidad sexual, ley de ocho horas para el trabajador rural, reconversión laboral, protección legal para las trabajadoras domésticas, y muchos etcéteras).
No resulta entonces precipitado entender que el FA será el partido más votado el 27 de octubre. Pero, como las encuestas no le atribuyen la mayoría absoluta de los votantes, cabe pensar en la hipótesis de una segunda vuelta en noviembre. Y aquí viene lo patético. Para ganarle a Daniel Martínez por mayoría de votos, deberá crearse una coalición del Partido Nacional (PN), el Partido Colorado, Cabildo Abierto (CA) y algunos de los pequeños grupos políticos que acompañen tal iniciativa. Lacalle Pou denominó a esto “el partido multicolor”, y se ubicó como líder de esa alternativa.
Las interrogantes y preocupaciones son muchas, y el inteligente electorado uruguayo ya se las formula. ¿Quiénes integran el partido multicolor? ¿Todos los opositores, sólo algunos? ¿Ha existido alguna coordinación?
En materia económica, ¿se seguirá la línea de la economista Azucena Arbeleche (única especialista visible del PN), quien, al margen del recorte de 900 millones de dólares en el gasto, ya se reunió, junto con su líder, con las calificadoras de riesgo y logró, por su relevancia y prestigio (?), que estas mantuvieran una buena nota para nuestro país? ¿O será la línea “liberal-progresista” de Ernesto Talvi, que reducirá en 50.000 el número de funcionarios públicos? ¿O es posible que Guido Manini Ríos imponga ideas de su especialista Enrique Pees Boz, quien reivindicó las medidas económicas tomadas por el gobierno de Augusto Pinochet y apuntó a Chile como modelo? En declaraciones a Búsqueda, el 3 de octubre, cuando le dicen que el modelo chileno se gestó con medidas tomadas bajo la dictadura de Pinochet y que “alguien podría decirle que CA añora ese régimen de mano dura”, respondió textualmente: “Sí, es cierto”. En eso, el economista Talvi fue rápido y cambió el repetido modelo de Chile (índice Gini 0,50, el más desigual de la región) y tomó, a último momento, a Nueva Zelanda como ejemplo. El error era muy grueso.
El panorama es francamente confuso, lleno de contradicciones y nos acerca a una peligrosa aventura en circunstancias históricas muy adversas para la región. Se plantean muchas incertidumbres, sustituyendo las certezas de hoy.
Todo esto es preocupante, pero hay más dudas.
En el área de la seguridad estará Jorge Larrañaga, ahora con el apoyo de Julio María Sanguinetti, y, con o sin reforma, sacará los militares a la calle. O bien el asesor de Talvi que admira a Gustavo Leal, o tal vez Antonio Romanelli, el candidato de CA denunciado como torturador por más de 100 ex presos políticos.
¿Existe una real voluntad política en estos partidos de proseguir la búsqueda de los detenidos desaparecidos, y se animarán a votar un eventual desafuero de Manini Ríos?
En materia educativa, la eventual imposición de cupos –sugerida por Lacalle– para el ingreso a niveles universitarios colide con la opinión de las autoridades universitarias, con el excepcional crecimiento de la matrícula de la educación terciaria (en especial en el interior) y con el propio programa del PN.
¿Sería bueno crear más colegios militares y erradicar la ideología de género, como predica Manini?
En materia internacional, ¿alguno de los coaligados se opondrá a una intervención militar extranjera en Venezuela, o tal vez en Ecuador?
En estos temas tan delicados, uno aspiraría a que los blancos recordaran el libro de Martín Echegoyen, Felipe Ferreiro, Eduardo V Haedo y Ángel M Cusano El Partido Nacional y el principio de la no intervención, de 1946, una doctrina insuperable como pensamiento de patrias chicas. Pero en esta heterogénea alianza no parece posible.
El panorama es francamente confuso, lleno de contradicciones, y nos acerca a una peligrosa aventura en circunstancias históricas muy adversas para la región. Se plantean muchas incertidumbres, sustituyendo las certezas de hoy.
Como contracara de esos riesgos, en el panorama actual Uruguay es creíble, respetable y se sitúa en los primeros lugares en casi todas las mediciones de índice de desarrollo humano o de desarrollo sustentable.
La alternativa es muy clara. O gana Daniel Martínez para conservar lo bueno y hacerlo mejor, o nos metemos en el túnel oscuro del partido multicolor.
El pueblo uruguayo tiene la palabra.
Julio Vidal Amodeo es abogado.