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Tres debilidades críticas del Frente Amplio

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El Frente Amplio (FA) está tratando de explicar las razones de su desplazamiento electoral para actuar en consecuencia. Y no es que no circulen explicaciones, sino que son demasiadas, muchas de ellas centradas en minucias internas de la organización de la campaña.

Aquí tratamos de ordenar esta catarata de señalamientos en tres grandes debilidades de fondo que el FA deberá encarar con audacia.

Evaluar lo hecho, ver qué mejorar, implica buscar datos. Por eso no se resuelve con asambleas. ¿Cuántos votos se perdieron por la defensa de Raúl Sendic? ¿Cuántos por los mil pequeños acomodos de los que cada uno parece enterarse; en altos niveles y en ámbitos barriales? ¿Cuántos por la soberbia que se percibe, y por qué se percibe y qué la origina? ¿Cuántos porque no se va al socialismo sin escalas? ¿Cuántos porque el estancamiento económico voltea a los oficialismos; porque la región está mal; porque los otros también juegan, incluyendo jugadores internacionales? ¿Cuántos por otros descontentos o motivos?

Para adelante, si se elogia que el presidente electo haya manejado una estrategia profesional durante todo el quinquenio, ¿cómo podemos imaginarnos que el FA logre hacer algo así?

Si hay que mencionar algunas debilidades centrales, serían estas tres. A las fortalezas más vale no tocarlas y lo que no depende de nosotros más vale tomarlo sólo como dato.

1) El olor a queso del poder atrae.

Y no atrae a lo mejor; más bien a gente que confiesa que no consigue empleo en otro lado. Luego de esta campaña se hizo patente hasta qué grado de profundidad llega eso. Hablo de niveles ínfimos donde algunas apetencias, incluso pequeñas, suenan como evidentemente desmesuradas. Hay que comprender otra cosa: quien busca algo para sí pone en ello una energía (una libido) que quien “sólo” milita porque el mundo está mal, no llega a desplegar. Es de temer que a la larga terminen ganando. Lo dijimos en declaraciones del sector Banderas de Líber cuando nacimos en 2009 y lo repetimos cada vez que vino a cuento, no es que recién ahora nos animamos. También señalamos que acumular los cargos públicos para hacer finanzas sectoriales no es una muestra de desprendimiento, sino una variante del uso partidario de los puestos públicos.

2) El FA no tiene una orientación común para el país.

Cuando ganamos en 2005 había múltiples expectativas. De hecho por momentos parecía que cada ministerio pensaba en un país distinto. Desde la promoción de los productores pequeños como semilla de futuro hasta un fin inminente del capitalismo mundial. El crecimiento económico fruto de decisiones acertadas del equipo económico dio resultados inesperados. Pero costó más de diez años licuar la idea de gobierno en disputa interclasista para derrotar al neoliberalismo del FA, de giro a la izquierda o alguna otra cosa que no se pensaba edificar sobre la base de los éxitos obtenidos.

Desde la década del 20 en Uruguay no convenía invertir para producir más y competir en precio o calidad. Convenía conseguir beneficios sectoriales y a corto plazo del Estado. Cupos, dólar, protección tarifaria, exoneraciones, refinanciaciones. Hasta los años 80 se contabilizaron seis leyes o decretos por mes con el nombre o las señas de una empresa. Cuando el FA se hizo cargo, no conocía esos mecanismos. No tuvieron más remedio que invertir; algunos no sabían y vendieron fábricas y campos. A fines de 2017 revivieron los viejos mecanismos: “el Estado debe asegurar nuestra rentabilidad”.

Sin una orientación gruesa de ese tipo es difícil dar la sensación de que el país está en buenas manos. Se habla de problemas de comunicación. No. Son problemas políticos. Divulgar una lista interminable que dé cuenta de cada camión de balastro en un camino rural no es comunicación, es un ladrillo. No se tuvo una herramienta conceptual para comunicar cuáles eran las cinco o seis prioridades del gobierno para luego insistir en cómo se avanzaba en ellas. En su lugar, tenemos bases programáticas quinquenales cada vez más extensas y minuciosas y menos coherentes.

Además, Uruguay cambió. Hay que volver a leer la sociedad, estudiar. Pero también, como dijo un viejo dirigente, la línea correcta no puede salir de una sola cabeza, sino de un partido inserto en todos los rincones. Rincones que ya no se limitan a lo territorial y lo sindical. Las comisiones de apoyo a la candidatura de Daniel Martínez que surgieron como hongos lo atestiguan. Hoy también la militancia cambió; mucha gente se embandera tras causas concretas y las reuniones presenciales no están en su caja de herramientas.

3) El FA tiene problemas de funcionamiento.

No tiene una dirección jerarquizada en la que las cabezas de más peso se reúnan a pensar y decidir juntos. Sin eso no habrá rumbo común. En cada organismo hay correlaciones de fuerza distintas. Hay sí, problemas con el funcionamiento de las comisiones centrales, como se dice; pero ellas son réplicas en miniatura del Plenario. El FA no tiene, efectivamente, un programa de apoyo a los comités. Pero eso es parte de la organización semifederal basada en la desconfianza. ¿Quién puede seleccionar a un cuadro para que levante un comité en una zona donde no hay? ¿Y quién confiaría?

Los comités que funcionan, por otra parte, están sobrecargados de asuntos internos a costa del trabajo en el barrio: no tenemos manzaneros, ya no conocemos a los vecinos. Pero tampoco tenemos una organización adecuada a este siglo; en 1971 la censura creaba la necesidad de ir al comité a enterarse sobre qué estaba pasando. Y la misma forma de funcionar hace que cuando algunos grupos se dividen ‒cosa que pasa, es la vida‒, lo único que se puede hacer para seguir activo es formar un nuevo grupo más chico.

Las normas de organización sirven para estimular conductas deseables y desestimular las indeseables. Tenemos un problema ahí. Ya en 2002 Liber Seregni hablaba de que debíamos cambiar nuestra organización y agiornarnos al siglo XXI. Hay que revivificar la vida interna. Pero no se trata de barrer con todo; hay algunas cosas que hay que preservar a toda costa: la cultura del consenso, las salvaguardas a las minorías, la participación de los organismos de base en los temas fundamentales. Casi todas las demás cosas que se mencionan en estos días pueden derivarse de estas tres.

Jaime Secco es periodista e integrante del Sector Banderas de Liber.

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