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Foto: Iván Franco

El futuro del Dique Mauá: ideas y alternativas

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El uso futuro del Dique Mauá, más bien de los terrenos anexos a este, estuvo en discusión pública durante todo el año pasado. Un proyecto presentado por Juan Carlos López Mena, propietario de Buquebus, que implicaba la enajenación de dichos predios estatales, había recibido el apoyo del Ministerio de Transporte y Obras Públicas y estuvo a consideración de la Cámara de Diputados tras media sanción del Senado. De a poco fueron emergiendo críticas a la construcción en el lugar de un puerto para la mencionada empresa, que tenía conexos, además, un shopping y un hotel. Reconocidos urbanistas, la propia Sociedad de Arquitectos y la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU), así como diversos colectivos sociales y políticos lo fueron objetando, entre otros motivos, por contravenir definiciones patrimoniales y de utilización de la franja costera vigentes.

Vecinos del lugar, pero no sólo, se nuclearon en la denominada Asamblea Permanente Por la Rambla Sur (PRS), y pusieron creatividad y militancia para ganar espacios en los medios y catalizar la creciente disconformidad. Pese al apoyo ministerial y a la contraofensiva mediática del propio empresario, las objeciones a nivel parlamentario de oficialistas se extendieron. Finalmente, la propia dirección política de Frente Amplio tomó cartas en el asunto y rectificó la postura pues “se atendió el reclamo de vecinos, la academia y algunos sectores del oficialismo que discrepaban con la iniciativa”.

El resultado puede leerse como legítimo logro de una movilización ciudadana con sustento técnico, pero dejó paso también a una duda: ¿y ahora qué? El País, por ejemplo, editorializó el 11 de octubre de 2018, bajo el título “El cantegril es nuestro”: “Como viene la cosa, por 15 o 20 años más, las ratas y los pastabásicos seguirán señores de esa parte privilegiada de la ciudad”.

Pasar de una etapa de oposición a una propositiva no son procesos fáciles para los colectivos, sobre todo si estos son de estructuración social o temática y no partidaria. Sin embargo, el colectivo PRS siguió activo, trató de avanzar y definir posibles ejes de un proyecto alternativo, y se entrevistó con autoridades municipales, ministeriales y universitarias.

Desde el Poder Ejecutivo hubo movimientos interesantes. Poco después de desecharse el proyecto de López Mena, el Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM) retomó la propiedad de los predios, que había cedido años atrás al Ministerio de Educación y Cultura (MEC) cuando estos, a su vez, habían sido devueltos por Petrobras. Durante el anterior período gubernamental, el MEC junto a otras instituciones (MIEM, Universidad de la República, Intendencia de Montevideo, etcétera) y con apoyo técnico y cooperación financiera española, había culminado la elaboración de un sólido proyecto, denominado Museo del Tiempo, que respetaba definiciones legales y valorizaba cultural y socialmente el sitio. Las actuales autoridades del MEC, al asumir, dejaron de lado la propuesta sin mayor fundamentación.

Recuperado el terreno por parte del MIEM, la entonces ministra Carolina Cosse tomó la iniciativa y buscó apoyo técnico en la FADU. Se firmó un convenio de cooperación cuyo objetivo es avanzar en un “concurso de ideas arquitectónicas y urbanísticas” para el lugar, que se amplió, asimismo, al llamado “gasómetro”, en posesión también de ese ministerio.

“Centro cultural”

En línea con ello, el MIEM hizo durante abril una consulta pública abierta, cuyo resultado puede conocerse vía web.1 El objetivo fue obtener insumos para redactar las bases del concurso de ideas. En la consulta participaron 825 personas, la gran mayoría montevideanos, y casi la mitad residentes en los barrios más próximos al dique y gasómetro (Barrio Sur, Ciudad Vieja, Palermo, Centro, Cordón, etcétera).

El informe publicado sobre la consulta señala que “en cuanto a las actividades que elegirían para los predios, la totalidad mencionó la posibilidad de un centro cultural, museo, espacio para artes y exposiciones, biblioteca o anfiteatro. En segundo lugar, optaron por una plaza, parque, espacio recreativo, mirador o espacio abierto y de juegos; y en tercer lugar, se eligió un centro deportivo (complejo, canchas, piscinas, pista de skate y otras)”. Los vecinos fueron consultados también sobre lo que no desean para esos predios. La instalación de un centro comercial, de un puerto o de actividades privadas restrictivas al acceso público ranquearon como las más rechazadas.

En el editorial antes referido se sostenía que el rechazo al proyecto privatizador había sido resultado del “activismo púber de unos pocos”. Sin embargo, menos de un décimo de los que respondieron la consulta se declaró asimismo miembro del colectivo PRS. Esto muestra que las consistentes opiniones recogidas, convergentes en pensar el futuro del espacio como de acceso y uso público, preservando el paisaje y el disfrute del horizonte ribereño, y compatible con las normas de ordenamiento territorial vigentes, tienen amplio respaldo de los vecinos y deben ser incluidas como pautas a considerar en el concurso de ideas a ser convocado.

Si bien hasta el momento no ha habido una sostenida reivindicación de ella, la propuesta del Museo del Tiempo se enmarca plenamente en las pautas predominantes surgidas de la consulta. En lo personal creo conveniente considerarla –al menos en forma parcial– dado el trabajo y los recursos invertidos en su detallada elaboración.

Es claro que, por su metodología, la consulta no es un referéndum sobre el tema o siquiera una encuesta estadísticamente representativa. Pero sin duda su contundente resultado es indicativo de la opinión predominante de los vecinos que han mostrado estar interesados por incidir sobre el futuro uso del lugar, y por tanto corresponde que sea tenida en cuenta. En definitiva, nada más lejos del sombrío pronóstico. Se ha venido trabajando desde distintos ámbitos y hay ideas en consulta y alternativas que pueden converger hacia una definición que habrá que adoptar en el correr de los próximos meses.

Edgardo Rubianes es doctor en Biología y fue presidente de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación.

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