Sesudos análisis y cientos de carillas, de muy buenas intenciones y difíciles lecturas, circularon y circularán para encontrar una respuesta. Horas de discusiones se dieron y se darán en la búsqueda de la autocrítica olvidada y hoy necesariamente recuperada, porque hasta 2019 fue fácil caminar sin escuchar, sin preocuparse por las nubes en el horizonte y creyendo que el cheque era en blanco y para siempre, hasta que los votos nos dieron contra el suelo. Nadie, sólo necios o interesados, puede negar avances y logros en 15 años de gobierno del Frente Amplio (FA). Entonces, ¿qué nos pasó?
Que el gobierno se tragó al partido, la gestión a la política, y los intereses a los principios.
Hoy, otros están al mando por nuestros errores y en ancas de un despliegue mediático sin precedentes, antes y ahora. Volvieron a aparecer, con los mismos modos, las mismas recetas e iguales procedimientos. Ganaron en buena ley y con votos propios y de los desencantados, confundidos y abatidos, ganaron los hinchas del hacer crecer la torta para algunos mientras la mayoría come las migas que caen al suelo del festín, los que promueven no tocar a los barones de la riqueza porque ellos serán quienes traerán la prosperidad, el desarrollo y el trabajo. Lo mismo de siempre dará los resultados de siempre: poco para muchos y mucho para pocos. Hablan del destino, de que cada una tiene su lugar y su merecimiento, y de que sólo se sale con esfuerzo y voluntad. Y a callar y obedecer. La ley de la selva o muy parecido, aunque en Chile hace horas que los venados se comieron a los leones.
Tenemos que salir de la opacidad, del secreteo, de la “cocina”, de los tontos acuerdos para ganar posiciones o mantener los “falsos equilibrios”, salirnos de la deslealtad, del oportunismo, y hacernos responsables.
En este estado de situación, el FA busca el camino para encontrar respuestas a su derrota, que no es sólo de gobierno, sino política, y aún más allá, cultural. Atomizado (cerca de 30 sectores y partidos), fragmentado en ideas y conclusiones, las nuevas cooperativas juntavotos y los viejos partidos con decenas de años a sus espaldas –eso sí, con programa común– conviven en aparente armonía y desconfiados. Ahora el tiempo obliga a recuperar el espacio de la esperanza, de la voluntad, de la claridad y la transparencia. Primero, entre otras cosas, y entre nosotros/as, tenemos que salir de la opacidad, del secreteo, de la “cocina”, de los tontos acuerdos para ganar posiciones o mantener los “falsos equilibrios”, salirnos de la deslealtad, del oportunismo, y hacernos responsables. No mirar para el costado o para afuera, o simplemente huir hacia adelante. Esa será tarea de los nuevos y las nuevas, frescos para el relevo, aptos políticamente y prontos para cambiar. Los que ya hicieron y recorrimos el camino hasta acá deberíamos corrernos discretamente y dejar que los que bien aprendieron de nuestros errores lo hagan mejor, y así será. Y ellos y ellas, no sabemos aún quiénes, volverán, porque ya están, porque aprendieron y construirán aún más que nosotros; no solamente ampliarán la agenda de derechos, volverán a interpretar lo que la sociedad y sus organizaciones dicen, piensan y sienten, volverán a amarrarse a la necesidad de cambios profundos y no circunstanciales, volverán a la antigua fraternidad, y la vara de la ética tendrá la altura del cielo y no de lo políticamente correcto. Volverán a tener una estrategia, para que la ciudadanía nos vote y sepa para qué nos vota, que no somos una marca de refrescos en el mercado electoral. Para saber cómo volver a gobernar sin ser gobernados por los cargos y no perder nunca de vista al oprimido. Autocrítica es saber que nos equivocamos y por eso perdimos, reconocerlo y reconocernos, decirlo y escribirlo, y transformar para recuperar esa bandera que está vivita y coleando. Nada más tentador que gobernar, nada más peligroso que gobernar perdiendo los puntos de referencia. Ojalá que en esta discusión de autocrítica y perspectivas no se dé aquello de la montaña y el ratón. Caminemos con el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad.
Gastón Silva es alcalde del Municipio G.