“Tal vez fue así como todo empezó, ¿la pasión por la vida creció en el tumulto de los bombardeos, bajo las ruinas de los edificios destruidos?
¿Tal vez fue así como desesperados, en sus últimos momentos de existencia, a través de las pupilas dilatadas por el horror del abismo de la extinción, han conseguido comprender la belleza de la vida y el poder de la creación?
¿O tal vez no era la belleza o el poder de la vida, sino simplemente el instinto de sobrevivencia, que no los dejaba morir?
Tosia Altman
En noviembre de 1940, el nazismo llevaba ya siete años en el poder, corría un año desde el inicio de la guerra con la invasión a Polonia el 1º de setiembre, cuando la población judía de Varsovia era obligada a vivir dentro de muros.
El gueto de Varsovia fue el de mayor dimensión en toda Europa durante el Holocausto, ubicado en una zona habitada desde hacía mucho tiempo por judíos. Pronto fueron llegando obligadas cientos de familias de otras regiones. Significó una de las experiencias más traumáticas del pueblo judío, por las condiciones de vida, por la resistencia llevada adelante y por el desenlace final de quienes allí convivieron.
El ascenso del nazismo se construye y consolida a través de los carriles de una democracia que se resquebraja. Estudiarlo y analizarlo es responsabilidad siempre presente, tanto para conocer el pasado, como para prevenirlo, en tiempos donde algunos discursos deshumanizantes se instalan en la escena política en distintos países del mundo.
Existe amplia bibliografía que busca analizar las condiciones de ascenso del régimen nazi en el fin de la Primera Guerra Mundial y los años subsiguientes. Peter Fritzsche plantea mirar hacia 1914 para comprender cómo el nazismo buscó en el patriotismo previo a la guerra, el recurso emocional al que acudir para movilizar las grandes masas en una carrera del horror.
La República de Weimar, con un importante desarrollo industrial, con un crecimiento demográfico constante y un nutrido movimiento intelectual parece no visualizar aquello que Jakob van Hoddis1 describió en su poema “Weltende” (El fin del Mundo), publicado en 19112.
En octubre de 1940, se explicitan las intenciones, y para noviembre el gueto estaba amurallado y con alambres de púa que lo circundaban. La entrada y salida de personas, alimentos y medicinas quedaba estrechamente restringida, sólo franqueada por el contrabando llevado adelante por niñas, niños y jóvenes.
Resistencia es la palabra que define la vida en el gueto. Con una población muy superior a la que cabía en ese espacio (más de 450.000 personas), hubo que distribuir familias en las casas ya existentes y habitadas, paliar el hambre a través de cantinas que llegaron a alimentar dos tercios de la población.
Los movimientos juveniles tuvieron un rol fundamental, brindando formación y creando escuelas. Las actividades religiosas se llevaban a cabo en las condiciones impuestas; violinistas y actores, buscaron brindar el abrigo cultural a las condiciones imperantes. La prensa clandestina jugó un rol fundamental: junto a las noticias referidas al hambre o enfermedades que acuciaban la vida cotidiana, se informaba sobre el curso de la guerra; la literatura y toda la cultura judía estaban presentes.
Israel Gutman, quien luchó en la resistencia y dedicó su vida a documentar el Holocausto describió las emociones contradictorias que se vivían en cualquier celebración en el gueto. Cuando Mordejai Anielewicz, integrante de Hashomer Hatzair, comandante de la Organización de Combate Judía (ZOB) en plena ceremonia brinda algunas palabras que vuelven a traer las condiciones imperantes de la guerra al recinto festivo3, es un anticipo de los hechos que luego sucederán.
El levantamiento del gueto fue la defensa de la vida frente al destino final planificado por los altos mandos del nazismo.
Las leyes de Núremberg desde 1935 dan cuenta del antisemitismo existente, que implicó el aislamiento y la discriminación de las personas judías. La ofensiva hacia el Frente Oriental (Operación Barbarrosa) significó un cambio sustancial, pues con la ocupación alemana de la zona soviética de Polonia se inició el asesinato sistemático de personas de origen judío.
El levantamiento del gueto fue la defensa de la vida frente al destino final planificado por los altos mandos del nazismo, a partir de la conferencia de Wannsee realizada en 1942. En ella Heydrich expone los motivos y medios para llevar adelante el exterminio del pueblo judío mediante cámaras de gas, camiones de gas y fusilamientos masivos.
Dentro del gueto comenzó a circular la información sobre qué acontecía con los judíos que eran trasladados, a partir de datos que ingresaban en muchos casos de mujeres que participaban de la resistencia y cumplían un rol fundamental al trasladar mensajes: Tosia Altman fue una de ellas.
Con la construcción del campo de exterminio de Treblinka, la deportación de judíos se incrementó en forma importante. En enero de 1943 tuvo lugar un primer episodio de resistencia armada, cuando jóvenes de los movimientos juveniles atacaron a los alemanes.
Este primer evento produjo un cambio sustancial en la interna de gueto, donde cada una y cada uno buscó dar respuesta a la opresión nazi. “Había focos de resistencia espontánea aquí y allá, en forma de disparos desde varios edificios. Anielewicz, junto con un grupo de combatientes, se mezclaron entre las masas que esperaban la deportación y atacó a las tropas alemanas (...)”4, en la acción murieron varios combatientes y otros quedaron heridos.
El 18 de abril la gendarmería alemana y la policía polaca rodearon el gueto, produciendo el estallido de la revuelta. Los alemanes incendiaron numerosos edificios, dificultando aún más las condiciones. La comandancia del levantamiento se concentró en un sótano de la calle de Mila 18, desde donde se planificaron las acciones, y más tarde se buscó salvar los últimos combatientes, escapando hacia los bosques a través de las alcantarillas. Cuando los alemanes encontraron la ubicación de los últimos partisanos, intentaron obligarlos a salir gaseando el interior.
En la última carta enviada al líder juvenil y fundador de la ZOB, Yitzhak “Antek” Zuckerman, el comandante Mordejai Anielewicz escribe: “No puedo describirles las condiciones en las que viven los judíos. Sólo unos pocos individuos resistirán. Todos los demás serán asesinados tarde o temprano. La suerte está echada. En todos los bunkers donde se esconden camaradas, no se puede encender una vela en la noche por falta de oxígeno. (...) Que estés bien, amigo mío. Tal vez nos encontremos de nuevo... He vivido para ver una defensa judía en el gueto en toda su grandeza y gloria”.
Natalia Rubinstein es docente de Historia y de Itinerarios Culturales.