Entropía, policrisis y fragmentación son términos habituales para describir el escenario internacional actual. Entre las tensiones geopolíticas, la incertidumbre en materia comercial, producto de las medidas arancelarias de la Administración Trump 2.0, la crisis climática o las crecientes críticas al multilateralismo –y una consecuente tendencia al minilateralismo–, ¿qué inserción internacional requiere Uruguay en el escenario actual? ¿Qué actores y qué agendas considerar para trazar un camino que priorice el desarrollo con justicia social?
El vecindario: el Mercosur como asociación clave
Para Uruguay, “el Mercosur es una política de Estado”, afirmó Yamandú Orsi en la última Cumbre de Presidentes del Mercosur en julio de 2025. Esta idea cobra mayor relevancia en tiempos en que los actores centrales del sistema internacional contestan los compromisos comerciales con medidas como las del “día de la liberación de Estados Unidos”. Así, se destaca el necesario fortalecimiento del comercio de bienes intrazona –con un magro desempeño de entre el 10% y el 15%–, de la mano con la profundización del Fondo de Convergencia Estructural del Mercosur (Focem), que financia proyectos de mejoramiento de la infraestructura, competitividad de las empresas y desarrollo social en los miembros del bloque.
Poner el foco en el Mercosur también implica estrategias conjuntas para temas primordiales en la agenda internacional: cambio climático, recursos naturales o minerales críticos. Dos de los tres países que forman parte del “triángulo del litio” (Bolivia-Argentina-Chile) son miembros del Mercosur y el tercero es un Estado asociado, posicionando a la región como un actor sustancial a nivel mundial. El Mercosur también es una plataforma óptima para discutir y proyectar en materia ambiental, climática y de transición energética, más considerando que la próxima Conferencia de las Partes (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático tendrá lugar en Belém (Brasil) en noviembre de este año.
Reconocer las fortalezas, y no sólo las debilidades, permite defender los intereses regionales en los tratados comerciales que se negocian de manera conjunta. Escuchar las voces disidentes de los acuerdos del Mercosur con la Unión Europea o la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA) representa una oportunidad de mejorarlos y analizar las estrategias hacia los eventuales perdedores o las áreas que puedan verse vulneradas. La inserción internacional a cualquier costo, o sin estrategias nacionales y regionales que la sostengan, es una falacia.
El resto del mundo: ¿momento de mirar a Asia?
Asia es la región de mayor crecimiento económico a nivel mundial, superando el promedio global, según datos de la Comisión Económica y Social para Asia y el Pacífico. Se destaca una reciente clase media volcada al consumo, sumada a la innovación, el desarrollo tecnológico y la infraestructura. El acercamiento a Asia –que no es únicamente mirar hacia China– es un camino que Uruguay ya comenzó a transitar y ha reforzado recientemente con la gira oficial de la vicecanciller Valeria Csukasi en vista de promoción comercial e inversiones verdes.
La estrategia de Uruguay para su inserción internacional debe ser pragmática y multifacética, combinando de manera armoniosa la agenda comercial con las agendas ambiental, climática y de inversiones para el desarrollo.
En medio de un sistema internacional fragmentado, el auge del minilateralismo puede verse con claridad en las alianzas que han desarrollado los países asiáticos en los últimos años. El BRICS, ahora conformado por 11 miembros, es un ejemplo destacado, al igual que el reciente “triángulo dorado” formado por China, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Brunéi, Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Myanmar, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam) y el Consejo de Cooperación del Golfo (Baréin, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos). Se trata de foros más flexibles, organizados por países con ideas afines y que buscan facilitar la cooperación y gestionar proyectos en común. Las instancias minilaterales no excluyen al multilateralismo, sino que los ejemplos mencionados lo han defendido y han remarcado la importancia de las reglas a nivel global –frente a los “tratos” puntuales que propone la Administración Trump 2.0–.
Negociando uno a uno o con las alianzas minilaterales en Asia, la pregunta es si Uruguay debería apostar a hacerlo de forma conjunta con el Mercosur o individualmente –respetando las normas regionales–. El avance conjunto parece frenarse por las prioridades de la política exterior de la Argentina de Javier Milei o el reconocimiento de Taiwán por parte de Paraguay, si pensamos en instancias que incluyan a China. Ahora bien, frente a las elecciones de política exterior de los vecinos, es gravitante abandonar la falacia de que la inserción internacional debe elegir entre Estados Unidos y China. La inserción internacional requiere balance.
A nivel global: agendas y compromisos multilaterales
La crisis de legitimidad de las instituciones multilaterales es indiscutible, y la Organización Mundial del Comercio (OMC) no es la excepción. Históricamente, Uruguay ha defendido el multilateralismo y el derecho internacional, y este es el momento de redoblar la apuesta, sin perder su participación en los espacios minilaterales o bloques regionales. A nivel de la Organización de Naciones Unidas, es pertinente el interés que Uruguay ha demostrado en el financiamiento al desarrollo y la reestructuración de la arquitectura financiera global, como se discutió en la Cumbre de Sevilla de julio de 2025.
Asimismo, Uruguay es uno de los 126 estados patrocinantes del Acuerdo de Facilitación de Inversiones para el Desarrollo, cuya etapa de negociación fue cerrada en noviembre de 2023 en el marco de la OMC. El tratado busca crear un marco transparente, eficaz y propicio para las inversiones, sin incluir las tradicionales cláusulas de protección de inversiones, como los mecanismos de solución de controversias inversor-Estado, que tantas críticas han generado en el Norte y el Sur globales. Aunque el acuerdo tiene aspectos a mejorar, su futura entrada en vigor es una luz de esperanza en la debilitada OMC.
En suma
En un mundo marcado por la fragmentación y la incertidumbre, la estrategia de Uruguay para su inserción internacional debe ser pragmática y multifacética, combinando de manera armoniosa la agenda comercial con las agendas ambiental, climática y de inversiones para el desarrollo. Fortalecer el Mercosur como bloque de inserción natural, mirar estratégicamente hacia Asia, participar en instancias minilaterales y defender el multilateralismo son las claves de un camino que priorice el desarrollo con justicia social. No se trata de elegir entre un actor u otro, sino de tejer una red de alianzas que permita a Uruguay navegar el complejo escenario global.
Magdalena Bas Vilizzio es profesora agregada de Derecho Internacional Público de la Universidad de la República, investigadora, doctora en Relaciones Internacionales.