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Ilustración: Federico Murro

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La semana pasada hubo dos noticias vinculadas con el futuro de la Coalición Republicana (CR). Por un lado, el nacionalista Francisco Faig presentó, con la participación de los senadores Javier García y Andrés Ojeda, un libro en el que defiende la consolidación de esa herramienta electoral. Por otro lado, la Convención Nacional del Partido Colorado (PC) trató la situación de los dirigentes que decidieron por su cuenta apoyar listas del Partido Nacional (PN) en las departamentales de mayo, y decidió aplicarles la sanción más leve prevista, una simple advertencia. Ambos hechos señalan un clima favorable al desarrollo de la CR, pero todavía no está claro en qué dirección.

Cinco en una

En el balotaje del año pasado, CR fue el nombre elegido por cinco partidos para firmar un acuerdo programático, con miras a la eventual coparticipación en un gobierno presidido por Álvaro Delgado y para fundamentar su respaldo, decidido de antemano, a ese candidato nacionalista.

En mayo de este año, CR fue el lema con el que esos cinco partidos acumularon votos en las elecciones departamentales de Montevideo, Canelones y Salto, donde las intendencias eran gobernadas por frenteamplistas. La oposición montevideana ya había presentado un solo lema en 2015 y 2020, las dos veces sin éxito; la primera experiencia en otros departamentos sólo sirvió para ganar en Salto, al tiempo que el Frente Amplio (FA) triunfaba en Río Negro y en Lavalleja.

Desde hace menos de un mes y medio hay una coordinación parlamentaria de la CR formada por tres de esos cinco partidos: el PN, el PC y el Independiente; Cabildo Abierto no participa y el Partido Constitucional Ambientalista no tiene legisladores.

Hay dos propuestas de diferente alcance para el lema CR: una es extender su uso en 2030 para más departamentos o para todos y la otra es emplearlo también en las elecciones nacionales de 2029, ya en la primera vuelta. Si esto se hiciera en el marco de las normas constitucionales vigentes, implicaría la realización de una elección interna con participación de todos los partidos involucrados, que determinaría una candidatura común a la presidencia de la República.

También hay planteos de una reforma constitucional que rediseñe las normas electorales en la forma más conveniente para la actual oposición, pero nada indica que tengan mucho apoyo y podemos prescindir aquí de su descripción y su análisis.

Antes de que se intente un acuerdo multipartidario, debe decidir qué quiere hacer el PN, que es por lejos el socio mayoritario y también el que pondría el candidato presidencial en 2029, una vez más Luis Lacalle Pou si no sucede nada imprevisto. Pero entre los nacionalistas hay grandes dudas sin resolver.

No se trata, como en el caso de los colorados que rechazan el coalicionismo, de dudas existenciales relacionadas con la identidad y los principios. Desde la posición hegemónica del PN, lo que está en juego es una cruda cuestión de costos y beneficios electorales.

Acumular o desacumular

En lo departamental, compartir un lema con otros partidos significa perder la posibilidad de presentar hasta tres candidaturas propias a cada intendencia, facilitando la convivencia entre sectores y caudillos nacionalistas. Hay departamentos en los que esto resulta problemático y no se considera justificado.

En lo referido a la primera vuelta, los coalicionistas fervientes sostienen que comparecer con un solo lema permitiría obtener más bancas y casi seguramente lograr la mayoría en ambas cámaras. El tema es que, como ha dicho Martín Lema, nada asegura que el lema CR sume la misma cantidad de votos que los partidos que lo integren. De hecho, en cada balotaje los votos del bloque opuesto al FA han sido menos que en la primera vuelta, cuando se presentaron por separado.

Por otra parte, está la cuestión de la elección interna compartida. El PC podría presentar una sola precandidatura para hacerse fuerte, con el eventual apoyo de socios menores. Si es así, los nacionalistas tendrían que limitar sus postulaciones, en cada departamento y en escala nacional, para no correr riesgos con la dispersión de votos, y eso les impediría definir sus propias relaciones de fuerzas.

Sea como fuere, la consolidación de la CR aumentaría la polarización. Es lo que desean los sectores del PN más deseosos de intensificar la “batalla cultural” contra el FA, pero ni los resultados electorales de este siglo ni las encuestas sugieren que se trate de un buen negocio. El nacionalismo suele obtener menos de un tercio de las preferencias ciudadanas y, a falta de un wilsonismo fuerte, necesita aliados menos volcados hacia la derecha para disputar la mayoría parlamentaria y la presidencia.

Para sus socios es poco clara la conveniencia, electoral y política, de alinearse en esa polarización. Salvo que piensen seriamente lo que dijo en broma el catalán Marc Giró, periodista y presentador de televisión, en un reciente monólogo sobre las ventajas de volverse derechista.

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