Opinión Ingresá
Opinión

El eternauta y la narrativa del éxito: cuando el frío es estructural

5 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago
Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

En tiempos en los que algunos medios exaltan historias individuales de superación y se invisibilizan las condiciones estructurales que producen la exclusión, vale la pena recuperar otras narrativas. Porque cuando el frío es sistémico, no basta con trajes aislantes: hacen falta refugios comunes, éticas del cuidado y políticas que abracen lo colectivo.

Una reciente nota publicada en un importante medio de prensa de Argentina relata la historia de un joven que, tras años de precariedad, accede a un empleo formal. La noticia se presenta como una epopeya personal: esfuerzo, mérito, destino cumplido. Y, en efecto, encontrar trabajo hoy es casi una hazaña. Pero el modo en que se construyen estas narrativas no es menor. Se corre el riesgo de naturalizar la lógica de que “el que quiere puede”, mientras se omite que el trabajo digno debería ser un derecho, no un milagro. La historia no está mal contada; está contada desde un encuadre que selecciona qué mostrar y qué dejar afuera. Eso también es política.

¿Qué se juega cuando los medios reproducen este tipo de relatos? Se juega el sentido de lo común. La exaltación del esfuerzo individual como explicación del ascenso social silencia los factores estructurales que condicionan ese trayecto: desigualdad de origen, recortes en políticas públicas, fragmentación territorial, informalidad laboral.

Se instala la idea de que la pobreza es una situación de la que se sale solo, con ganas, con actitud. El mérito se puede convertir en doctrina, en vara moral. Lo preocupante no es que se cuenten historias de superación, sino que se conviertan en la forma legítima de narrar la exclusión.

Desde Uruguay –donde estas narrativas también circulan– la escena interpela. Porque los discursos viajan, sedimentan y reconfiguran sentidos comunes en ambas orillas.

El frío no siempre es metáfora

¿Qué pasa cuando sólo se visibiliza al que “lo logró”? ¿Quién cuenta la historia de quienes no pudieron? ¿Desde dónde se explica ese no poder? ¿Y qué tipo de sujeto social se reproduce cuando todo lo que no es éxito es visto como falta?

El riesgo es doble: individualizar un problema colectivo y legitimar un orden que distribuye los recursos y las oportunidades de forma desigual. El mérito, como categoría, se vuelve anestesia. Un velo que cubre los agujeros del Estado, las asimetrías del mercado y las lógicas de exclusión.

Y si el frío estructural es metafórico en los discursos de mérito, en Uruguay hoy es también literal. Según un relevamiento realizado por el Ministerio de Desarrollo Social (Mides) en Montevideo en 2023, se contabilizaron 2.756 personas en situación de calle: 1.375 pernoctando a la intemperie y 1.381 en centros nocturnos. Ante esta realidad, el Plan Nacional de Invierno 2025 contempla la incorporación de más de 30 refugios y más de 2.000 cupos de emergencia, cifra alcanzada con la habilitación de nuevos centros durante la alerta roja. Estas acciones reflejan una respuesta colectiva ante una amenaza estructural. Lo colectivo, aquí, no es ideología: es supervivencia.

En Uruguay, el frío de estos días no es sólo una metáfora. Seis personas murieron en situación de calle antes de que se activara la alerta roja por ola polar. El gobierno amplió cupos, habilitó nuevos centros, desplegó operativos de evacuación forzada y reforzó la coordinación con la sociedad civil. Incluso clubes deportivos, como Peñarol, ofrecieron sus instalaciones como refugio.

Estas respuestas estatales –algunas inéditas, como la evacuación obligatoria por riesgo vital– se inscriben en una ética del cuidado que contrasta con la lógica del “hacé la tuya”. Pero también enfrentan tensiones: ¿cuánta coerción es legítima para proteger la vida? ¿Qué ocurre con quienes siguen durmiendo a la intemperie no por elección, sino por desconfianza, trauma o falta de alternativas adecuadas?

La exaltación del esfuerzo individual como explicación del ascenso social silencia los factores estructurales que condicionan ese trayecto: desigualdad de origen, recortes en políticas públicas, fragmentación territorial.

Este dilema ético también fue planteado por Rodrigo Solaro, dirigente del sindicato Sutiga –que agrupa a quienes trabajan en los programas de calle del Mides–, quien le afirmó al informativo de TV Ciudad, el 20 de junio, que la ampliación de los cupos no resuelve por sí sola el problema y que hay que sumar recorridas activas, vínculos y estrategias de inclusión. Y agregó: “Nos hemos acostumbrado a que sea parte del paisaje natural ver a personas en situación de calle y cada vez son más”.

Sobre el debate por la ley de internación involuntaria, Solaro plantea una pregunta de fondo: “¿Tiene una persona el derecho a permanecer en la calle, aun si eso conlleva la muerte?”. Sin responder eso, sostiene, no hay política social posible.

En los días posteriores a la activación de la alerta roja, el gobierno extendió su vigencia ante la persistencia del frío polar, habilitó más centros de evacuación en Montevideo y anunció la puesta en funcionamiento de los centros comunitarios Puertas Abiertas, pensados para captar a quienes se resisten a ingresar a refugios tradicionales. Estas medidas buscaron ampliar el alcance de la respuesta estatal y atender los factores que dificultan la inclusión en el sistema de protección.

Entre la ética del cuidado y el bien común

El eternauta, historieta argentina escrita por Héctor Germán Oesterheld, narra una invasión que comienza con una nevada mortal. El personaje central no es un héroe solitario, sino un colectivo que se organiza para sobrevivir. La salvación, en ese mundo, no depende del más fuerte ni del más inteligente, sino del grupo, del cuidado, de la estrategia compartida.

Es una figura profundamente actual: el frío no es sólo meteorológico, es social, estructural. El traje aislante no basta si no hay refugio común.

En lugar de celebrar únicamente historias de éxito individual, tal vez sea hora de contar las historias que muestran cómo lo colectivo permite resistir y cómo el horizonte del bien común puede devolverle sentido a lo público, a lo justo, a lo compartido. Porque no se trata sólo de protegernos del frío, sino de imaginar sociedades en las que ese frío no sea una condena inevitable.

Frente a un contexto como el argentino, en el que el Estado se retira y la solidaridad se vuelve sospechosa, recuperar la ética de El eternauta es también una forma de resistencia narrativa. No para negar las conquistas personales, sino para evitar que se conviertan en excusas para no transformar lo estructural.

Hoy, cuando se corre el riesgo de normalizar que muchas vidas queden a la intemperie, recuperar la ética del cuidado es más que un gesto solidario: es una tarea política. Y esa tarea empieza por disputar los relatos: no sobre quién llegó, sino sobre quién no debería haber quedado solo o sola, afuera del refugio.

Estas reflexiones se inscriben en un debate que cobró fuerza en los últimos días en Uruguay, como muestra la nota de Natalia Uval publicada en la diaria el sábado 28 de junio, que recopila testimonios de personas en situación de calle y profundiza en los dilemas de las políticas de refugio. Leer ese artículo permite dimensionar, desde el punto de vista de diversos actores, las urgencias y las tensiones que atraviesan este invierno.

Este debate llegará también al Parlamento el 1º de julio, cuando el ministro de Desarrollo Social deberá comparecer ante Diputados para informar sobre las muertes y las medidas adoptadas. El intercambio político promete mantener viva la discusión sobre la responsabilidad estructural del Estado y la urgencia de políticas de cuidado que vayan más allá de la emergencia.

La comparecencia de este martes es una oportunidad para que los representantes públicos y la sociedad en su conjunto discutan si estamos dispuestos a asumir el cuidado como un derecho y una obligación colectiva o si seguiremos naturalizando que haya quienes mueran en la intemperie como precio aceptable de la desigualdad.

Leopoldo Font es docente en la Universidad de la República y en la Universidad Claeh y consultor internacional en planificación estratégica y en evaluación.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

¿Te interesan las opiniones?
None
Suscribite
¿Te interesan las opiniones?
Recibí la newsletter de Opinión en tu email todos los sábados.
Recibir
Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura