Hace siete meses, la primera vuelta de las elecciones nacionales estableció la relación parlamentaria de fuerzas entre los sectores del Partido Nacional (PN). Hace cuatro meses que asumió Yamandú Orsi, y hace un mes y medio que las elecciones departamentales terminaron de definir los pesos internos sectoriales. Recién ahora el PN, principal partido opositor, tiene nuevas autoridades, elegidas por su Convención Nacional el sábado pasado.
El proceso fue largo y complicado, pese a que aún no comenzó formalmente el debate sobre las causas de la derrota, y la elección del Honorable Directorio, con mayoría no absoluta para las listas que encabezó Álvaro Delgado, se definió por apenas 18 votos de ventaja sobre la que llevaba en primer lugar a Javier García. El resultado despejó algunas incertidumbres relativas.
Puja por la subjefatura
Nadie duda de que Luis Lacalle Pou, aunque no haya sido candidato al directorio, es el jefe político del nacionalismo. En todo caso, podría haberse instalado una tensión lateral entre Aire Fresco, la agrupación fundada por el expresidente que en esta ocasión postuló a Delgado, y Alianza País, formada el año pasado por García.
Desde que Lacalle Pou decidió no integrar el directorio del PN en 2015, la presidencia de ese organismo perdió incidencia. Permaneció en ella Luis Alberto Heber, elegido en 2011, y en 2018 lo sucedió Beatriz Argimón, en gran medida porque era una figura con experiencia pero sin protagonismo en la puja interna ni en la electoral. Cuando Argimón pasó a la vicepresidencia de la República, la reemplazó transitoriamente Pablo Abdala, y luego el presidente fue Pablo Iturralde, que había quedado fuera del Parlamento y cayó con escándalo en 2020. Desde entonces ocupaba el cargo Macarena Rubio, una figura aún más secundaria.
Ahora Lacalle Pou, además de mantener el mando último y la posibilidad de dar indicaciones cuando lo desee, cuenta con el reaseguro de que la presidencia del directorio sea ocupada por su sector y por uno de sus seguidores más fieles, que no quiere ni podría quitarle protagonismo. Es una configuración distinta de la que predominó en el PN desde la salida de la dictadura hasta 2015, cuando el organismo ejecutivo fue encabezado siempre por el líder del sector más votado, pero tiene numerosos antecedentes.
Todo es relativo
El sistema partidario uruguayo se destaca por su estabilidad y su incidencia en la vida política. Sin embargo, eso no significa que los máximos cargos internos de los partidos otorguen por sí mismos gran poder. Qué decisiones están en manos de quienes ocupan la presidencia del directorio blanco, la secretaría general del Partido Colorado (PC) o la presidencia del Frente Amplio (FA) depende de factores variables.
Para empezar, importa mucho si se está en el gobierno nacional o en la oposición. Como la Constitución prohíbe que los presidentes de la República actúen “en los organismos directivos de los partidos”, es habitual que su predominio sea ejercido en forma indirecta, mediante alguien de confianza. Por el contrario, si una fuerza política no ganó la presidencia pero integra el gobierno, su conducción se puede cargar de significado, como sucedió en el período 1995-2000, cuando Alberto Volonté presidía el directorio del PN y era un socio clave de Julio María Sanguinetti.
Todo depende
Antes de que el FA llegara al gobierno nacional y desde la salida de la dictadura, Liber Seregni fue el presidente y también el conductor, pero el ascenso de Tabaré Vázquez creó una situación de doble poder, resuelta en 1996 a favor del segundo. Cuando Vázquez se postuló con éxito a la presidencia de la República en 2005, la conducción del FA quedó nominalmente, hasta 2012, en manos de Jorge Brovetto, que no era un jefe político. Vázquez no volvió al cargo tras su primera presidencia, porque prefirió (como Lacalle Pou ahora) sobrevolar la estructura sin el desgaste de las discusiones internas y de eventuales desafíos cara a cara. José Mujica simplemente no tenía el tipo de personalidad necesaria para desempeñar la tarea.
La presidencia frenteamplista fue ejercida después de Brovetto por Mónica Xavier y Javier Miranda, quienes tampoco estuvieron realmente al mando, pero cuando la fuerza política pasó a la oposición, Fernando Pereira le otorgó al cargo un papel central en procesos de autocrítica y desarrollo orgánico, además de constituirse como portavoz muy activo y eficaz en los medios de comunicación. Así sigue ahora, por ahora, y Orsi es presidente de la República sin ser el líder del FA.
Hasta 2004, la secretaría general del PC fue una posición secundaria, a menudo sólo simbólica, y después la caída electoral fue tan dura que le quitó importancia. Hoy la ocupa Andrés Ojeda, pero ayer, al buscar en Google, el resumen de inteligencia artificial era “el Partido Colorado ha tenido varios secretarios generales a lo largo de su historia. Actualmente, no hay información pública disponible sobre quiénes ocupan esos cargos dentro del partido”.