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Literatura infantil: elogio de la memoria

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“El olvido no es victoria / sobre el mal ni sobre nada / y si es la forma velada / de burlarse de la historia / para eso está la memoria / que se abre de par en par / en busca de algún lugar / que devuelva lo perdido / no olvida el que finge olvido / sino el que puede olvidar”. Mario Benedetti, El olvido está lleno de memoria (1995)

El diccionario de la Real Academia Española define la literatura como el “arte de la expresión verbal”, el elogio como “alabanza de las cualidades y méritos de alguien o de algo” y la memoria como “capacidad de recordar”. Podría decir entonces que al referirme al elogio de la memoria, con relación a la literatura infantil, voy a hacer una alabanza, voy a ponderar la capacidad de recordar, o de evocar recuerdos, que tiene este maravilloso arte de la expresión verbal, como lo es la literatura infantil.

Literatura: espacio de encuentro

La lectura, plantea la antropóloga francesa Michèle Petit en Leer el mundo, “tiene mucho que ver con el espacio, toca los cimientos espaciales del ser. Parece ser un atajo privilegiado para encontrar un lugar, meterse allí, anidar. En el momento y en el espacio de la lectura, personal o colectiva, es donde los libros se convierten en tierra de asilo, de recuperación de la memoria. Un libro que se abre, o es abierto, se convierte en una suerte de casa para la infancia, que convoca, un refugio que acoge y acuna.

La lectura entonces es como otra manera de estar y de habitar los espacios y tiempos, en un espacio y tiempo propios, en los que imaginación, fantasía, alegrías y tristezas puedan brotar libremente, sin prejuicios ni ataduras; porque se trata de un lugar seguro, que es posible por los libros, por la literatura.

La literatura, y la literatura infantil en particular, posibilita espacios y territorios desconocidos, hasta que se entra en ellos, hasta ese momento mágico de abrir la tapa, de comenzar a mover las páginas, a veces lentamente, a veces más rápido y hasta “torpemente” cuando lo hace un bebé. Pero allí está el nuevo espacio que recibe, que invita a vivir, a pensar, a vibrar con otras formas y otros mundos posibles. La lectura es concebida de este modo, plantea María Teresa Andruetto en La lectura, otra revolución, “como encuentro entre subjetividades, como develar un secreto que otro ha escondido para nosotros”.

Los cuentos maravillosos

La literatura nace de la memoria, y es allí donde encontramos los cuentos clásicos como Blancanieves o Caperucita Roja. Estos cuentos maravillosos eran de transmisión oral, se transmitían de boca en boca. La literatura posibilita no olvidar, es entonces memoria viva. Memoria individual, memoria colectiva que preserva, de algún modo, la identidad colectiva de un determinado momento histórico. En estos cuentos es posible identificar las trazas de un determinado momento histórico –la Edad Media en varios de estos–, vinculado al cronotopo de las sociedades ágrafas, donde las personas plasman en el cuento su cultura para mostrársela a las generaciones venideras.

La escritura aparece como herramienta para guardar memoria, para no olvidar, para organizar las ideas y las experiencias, y, de algún modo, resistir al olvido. En este sentido, la filóloga Irene Vallejo expresa: “El almacén del conocimiento dejó de ser exclusivamente acústico, se convirtió en un archivo material y por tanto se podía ampliar sin límites. Así, la literatura ganó la libertad de expandirse en todas las direcciones, ya no tenía que administrar con avaricia la acotada capacidad del recuerdo”.

Los libros álbum

Un tiempo después, ya entrados en el siglo XX y en el actual siglo XXI, aparece un nuevo género literario como es el libro álbum; surge así otra estética y otra forma de literatura pensada para la infancia, y que cuenta, generalmente, con guiños para los adultos. Se trata de libros caracterizados por la intertextualidad entre el texto verbal y la imagen, donde el significado se da por la complementariedad de ambos textos.

La escritura aparece como herramienta para guardar memoria, para no olvidar, para organizar las ideas y las experiencias, y, de algún modo, resistir al olvido.

Los cuentos tradicionales son parte de la cultura escrita, de la memoria colectiva, que trasciende lugares geográficos y momentos históricos. Otras versiones de los clásicos, en tanto son contemporáneas –varios en formato de libro álbum–, conllevan la reinterpretación de estos cuentos maravillosos. Este proceso literario también forma parte de la dinámica de la memoria cultural, en tanto necesaria intertextualidad entre lo clásico y lo contemporáneo, a partir del diálogo con el pasado, desde su propio contexto.

Un ejemplo de esto es el libro Feroz feroz de Liliana Cinetto (Editorial Norma), en el que Lobi, un lobo diferente al malvado de los cuentos clásicos, es protagonista de la historia. Es familiar del lobo de Los siete cabritos y del de Los tres cerditos. De esto nos enteramos por las imágenes y por algunas frases que aparecen en el cuento. Estos libros proponen, desde su narrativa, un diálogo con la memoria literaria tradicional, dialogan con los cuentos clásicos, activando la memoria literaria colectiva del lector. Claro que el cuento se comprende si no se conoce a estos personajes o guiños a los clásicos, pero, sin lugar a dudas, contar con este conocimiento posibilita significar la historia desde otros lugares, apelando a la imaginación y a la interrelación de obras, desde la primera infancia.

Tejer historias como hilvanes de memoria

Es entonces en el poema, en el cuento, en la novela donde quienes escriben van tejiendo las historias, en las que hay hilvanes entre pasado y presente, entre lo fantástico y lo maravilloso, entre lo que fue y lo que pudo haber sido. Y quienes leemos, al embarcarnos en la historia rimada o en prosa, significamos y resignificamos a partir de nuestras propias historias y de nuestra memoria, individual y colectiva. Memoria que puede ser distinta entre una persona y otra, sobre los mismos acontecimientos, porque, al ser personas atravesadas por las emociones, las fantasías, las alegrías y los miedos, construimos relatos diferentes, según los puntos de vista, sobre los mismos acontecimientos, y esto es la piel de la memoria; distintas formas de tejer historias.

Pareciera que al tejer historias, al zurcir los recuerdos y al empalmar los retazos de reminiscencias del pasado, se tejen, casi sin darnos cuenta, hilvanes de memoria.

La poesía y la música

La literatura como forma de “ordenar” el recuerdo, la literatura como elogio de la memoria la celebra, la desafía, la acoge, la acuna, la mece. Varios poemas, algunos musicalizados y otros no, vienen al recuerdo. En los versos que nos dejó en su antología Eduardo Mateo nos encontramos con aquellas estrofas de “Príncipe azul” con las que nos hicieron dormir nuestra madre, padre, abuela o tía, y las que hemos sabido tararear a nuestros hijos, hijas y a los hijos e hijas de familiares y amigas: “Sueñas el príncipe azul / Nena chiquita eres tú / Luna de queso tendrás / Donde la luna saldrá / Suenan las doce y tendrás / Zapatitos de cristal / Príncipe azul ya vendrá / Ratoncitos lo traerán / Cuando despiertes del sueño / Ya no tendrá luna el cielo / Debes buscar ese beso”.

También es destacable de nombrar y de traer del recuerdo "Otra voz canta", de Circe Maia y cantada por Daniel Viglietti: “Por detrás de mi voz / Escucha, escucha / Otra voz canta / Viene de atrás, de lejos / Viene de sepultadas bocas, y canta / Dicen que no están muertos / Escúchalos, escucha / Mientras se alza la voz que los recuerda y canta / Escucha, escucha, otra voz canta / Dicen que ahora viven en tu mirada / Sostenlos con tus ojos, con tus palabras / Sostenlos con tu vida, que no se pierdan, que no se caigan / Escucha, escucha, otra voz canta”.

Estos versos siguen vivos, siguen vigentes, y los tarareamos para que la gente que fue silenciada tenga voz. Para mantener viva la memoria, por verdad y por justicia. Volviendo al inicio y a modo de cierre, como expresa Benedetti, “no olvida el que finge olvido, sino el que puede olvidar”.

Leticia Albisu Viacava es maestra, magíster en Educación y doctoranda en Educación con beca en la ANII. Docente efectiva en el área de lengua española en IINN-CFE. El presente artículo fue presentado como ponencia en la Feria del Libro Infantil y Juvenil, en mayo de 2025, en la mesa “Elogios a la literatura infantil”.

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