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La enfermería en Uruguay: ¿podemos hablar de equidad en salud sin recursos?

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Si bien nuestra profesión enfermera celebra su día todos los 12 de mayo –que es el Día Internacional de la Enfermería–, lo hace en conmemoración del nacimiento de Florence Nightingale, en 1820. ¿Por qué elegir su fecha de nacimiento? Porque, además de enfermera, escritora y estadística, fue una pionera británica que revolucionó el cuidado de la salud con sus acciones durante la guerra de Crimea (1853-1856), al sentar las bases para la mejora de las condiciones sanitarias en el hospital Barrack de Scutari, mediante el uso de estadísticas aplicadas a la salud. En tal sentido, logró demostrar, con evidencia científica, que la mayoría de los soldados morían por enfermedades prevenibles –patologías infecciosas debido a las condiciones insalubres en los hospitales– y no por las heridas de guerra.

Su trabajo fue fundamental y logró reducir drásticamente las tasas de mortalidad, de tal manera que sentó las bases para la enfermería moderna y la estadística sanitaria, lo que además le valió ser admitida como la primera mujer en la Royal Statistical Society y ser miembro honorario de la American Statistical Association. En su honor, el Consejo Internacional de Enfermeras proclamó, en 1912, el 12 de mayo como día internacional.

Por otra parte, en nuestro país, cada 29 de agosto celebramos el Día de la Enfermería nacional, en conmemoración del nacimiento del doctor Carlos Nery, fundador de la primera escuela profesional de enfermería en Uruguay. Esta fecha, que pasa más desapercibida a nivel general en nuestro país y se limita al reconocimiento dentro de nuestro colectivo, es quizá también el reflejo de la poca visibilidad de una profesión que supo ganarse los aplausos en estos últimos años cuando tuvo que desafiar en todo el mundo la pandemia, resistiendo en la primera línea de respuesta y hasta perdiendo la vida, como lo fue a causa de la covid-19. Hoy, más de un siglo después de la guerra de Crimea y pasados unos años de la pandemia, cada enfermera y enfermero ha retomado su labor en silencio en muchos ámbitos, acompañando y transformando vidas.

Si bien la enfermería es visualizada por la población en policlínicas y centros hospitalarios, también contribuye de forma esencial a la gestión de la salud. La mayoría de la población quizá no conozca que, en muchos países, la enfermería es el pilar de la cobertura universal de salud, en su rol de favorecer el acceso de las personas a los sistemas de salud en los territorios.

En América Latina, la enfermería lidera la estrategia de atención primaria en salud, en el punto de atención cercano a las personas y sus comunidades, en donde se resuelve –o debería resolverse– la mayor cantidad de problemas de salud, contribuyendo a un acceso equitativo y centrado en los usuarios. Esta capacidad resolutiva es aún más extensa y llega hasta la autorización de prescribir medicamentos: en España, por ejemplo, desde 2020, el Ministerio de Sanidad ha publicado nueve guías que autorizan a que enfermería realice la indicación, uso y dispensación de fármacos sujetos a prescripción médica para pacientes con diversas patologías, lo que permite agilizar los procesos sanitarios y de mejora del acceso, reduciendo considerablemente los tiempos de espera médica, que pueden ser utilizados de forma más eficiente.

Sin embargo, pese a ser reconocidos como actores clave en la promoción de la salud y la prevención de enfermedades, y a pesar del papel fundamental que desempeñan en la atención sanitaria, existe una escasez de enfermeras en todo el mundo, que afecta la prestación de cuidados. Nuestro país no es ajeno a ello: existen 22,3 enfermeras profesionales cada 10.000 habitantes, cuando la recomendación a nivel internacional es de 70 para lograr sistemas sanitarios resilientes y alcanzar la cobertura de salud universal. Además, la mayoría de los equipos de enfermería son proporcionalmente femeninos (85%, y la mitad son jefas de hogar), percibe sueldos insuficientes –lo que fomenta el multiempleo y descansos insuficientes–, lo que resulta en agotamiento físico, estrés y burnout, aumentando las problemáticas de salud con certificaciones y retiros tempranos.

En nuestro país se ha reconocido que el personal profesional de enfermería es insuficiente para el cambio de modelo de atención propuesto, y la enfermería se encuentra trabajando en ello desde hace años.

Existe consenso en que la reforma de salud en nuestro país necesita transitar hacia un cambio que debe robustecer el modelo de atención primaria, acompasar los cambios epidemiológicos de nuestra población, priorizar el primer nivel de atención y, como ya se expresó, enfermería juega un papel fundamental si se apunta a una cobertura universal y equitativa.

En nuestro país se ha reconocido que el personal profesional de enfermería es insuficiente para el cambio de modelo de atención propuesto, y la enfermería se encuentra trabajando en ello desde hace años. A partir de acciones de la Comisión Nacional de Enfermería –órgano asesor del Ministerio de Salud Pública (MSP)–, las instancias del diálogo político nacional, el plan nacional y la propuesta de dotaciones de servicios asistenciales, se viene impulsando el desarrollo de una enfermería profesional, centrada en el cuidado como valor y bien social, que considere la salud como un derecho universal que debe ser garantizado. También deben destacarse los avances en la elaboración del plan Enfermería 2030: transformando el cuidado, que contempla abordar, entre otros temas, el déficit profesional en el primer nivel de atención, la desigual distribución territorial, la profesionalización de auxiliares, además de un plan de mejoras de las condiciones de trabajo y las remuneraciones.

En esa línea, se celebran las acciones que el MSP viene llevando a cabo; la ministra de Salud, Cristina Lustemberg, ha visibilizado el rol sustancial de enfermería en el sistema de salud y en la sociedad: “Invertir en enfermería es invertir en salud, en cuidados, en equidad y en desarrollo humano”, sostuvo, lo que también va acompañado de hechos, dada la histórica designación de colegas en las direcciones departamentales de salud en siete departamentos, además de la integración en el gabinete, equipos regionales y de dirección de hospitales y red de atención de primer nivel, mostrando una importante señal política.

El 3 de setiembre, en el marco de un nuevo aniversario de la enfermería nacional, se llevó a cabo en nuestra facultad una jornada abierta de debate para la discusión en clave política de su presupuesto, con la participación de representantes de los estudiantes, egresados, trabajadores docentes y no docentes, el decano y el rector de la Universidad de la República (Udelar); se discutieron los requerimientos presupuestales de cara a las necesidades institucionales, tanto del cuerpo docente como administrativo y de servicios de apoyo para definir, además de un plan, las pautas de financiamiento que requieren una enfermería que logre la cobertura universal, en el marco de una formación profesional que abarca, además de la sede del edificio polivalente en Parque Batlle en la capital, los centros en Salto, Rivera y Rocha. Fue una instancia muy enriquecedora y desafiante, en la coyuntura del proyecto de un presupuesto nacional que no prevé un aumento del rubro universitario en el quinquenio en la línea de lo pedido por la Udelar, situación sobre la que el propio rector, Héctor Cancela, manifestó su preocupación.

Consideramos indispensable el diálogo entre las partes involucradas para proyectar un presupuesto que permita mejorar las condiciones de trabajo y las remuneraciones, pero también es necesario contemplar las instancias de formación para que la carrera de Enfermería, que desarrolló una explosiva inscripción pospandemia, logre el anclaje a las nuevas generaciones y se puedan desarrollar actividades de enseñanza, investigación y extensión, formando profesionales críticos y autónomos, y en interacción con la sociedad para su desarrollo y bienestar.

Numerosa evidencia académica muestra la incidencia de la dotación y formación del personal de enfermería en la calidad de la atención, seguridad, satisfacción de los usuarios y morbimortalidad. Una segunda reforma del sistema de salud en nuestro país, centrada en la equidad y el acceso universal, requiere una transformación profunda que sólo será posible si el compromiso político se acompaña con inversión en enfermería. Se necesitan muchas y muchos Florence Nightingale como pioneros en la revolución del cuidado de la salud.

José Luis Priore es licenciado en Enfermería y magíster en Políticas Públicas de Infancia. Es profesor adjunto de la Unidad de Investigación de la Facultad de Enfermería y director editorial de la Revista Uruguaya de Enfermería.

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