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Julio Marenales, ayer, durante la concentración de frenteamplistas realizada en Plaza Cagancha.

Foto: Javier Calvelo

La risa, arma temible

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Movilización del FA le tomó el pelo a dirigentes blancos y colorados por su manejo del caso Feldman.

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Las redes frenteamplistas se “entregaron” ayer en Plaza Cagancha y exhibieron el arsenal que mantenían oculto: “miles de bic que usamos como cerbatanas desde la propia escuela, bandas elásticas para tirar proyectiles, algunas hondas y escopetas de chumbos. Incluso, algunos silbatos de árbitro”. También había pistolas de agua, flechas de utilería, bombas de crema y de dulce de leche. La movida se gestó en las últimas horas con el espíritu de ironizar sobre los últimos acontecimientos políticos vinculados al hallazgo de las armas del contador Saúl Feldman. Los organizadores, manteniendo en todo el tiempo el nivel de sarcasmo, explicaron que la “rendición incondicional” se debió a las “rapidísimas, inteligentes, honestas y documentadas” pruebas aportadas por Jorge Batlle, Luis Alberto Lacalle y Julio María Sanguinetti sobre la vinculación de Feldman con Marenales, Mujica y el Frente Amplio. Gustavo Penadés y Gustavo Borsari también estuvieron en boca de todos. Varios dirigentes de primera línea se hicieron presentes en la plaza e incluso se generó un momento de incertidumbre cuando apareció lo que parecía ser una rubia misteriosa, en alusión a la mujer que Borsari imputó de ser el nexo con Feldman y los tupamaros, lo cual fue por ella misma desmentido ante la justicia. No era ella sino Julio Marenales, quien, sin sacarse la peluca, posó para las cámaras y afirmó que también había decidido ponerse a disposición de las autoridades. Al lado de un estrado montado para la ocasión se exhibió una credencial gigante: “Es la de Marenales… o al menos eso creemos”, dijeron los manifestantes, que también habían puesto una pancarta que aclaraba: “Entrego las bombas y los cañones. No entrego mis mejores armas: cerebro y corazón”.

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