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Decenas de personas construyeron mil grullas por la memoria ayer en el Parque Vaz Ferreira

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Para sumarse a la consigna de Renata Castellano (23) había que llevar una papeleta rosada al Memorial de los Desaparecidos en el Cerro y tener un poco de manualidad para transformarla, mediante múltiples dobleces, en una grulla, un ave en peligro de extinción. Varias organizaciones difundieron la convocatoria para hacer cumplir la leyenda japonesa que promete a cualquiera que haga mil grullas de papel que se le cumplirá un deseo.

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“Si tuviera que materializar el deseo, te diría que es no olvidar. Mantener la memoria y la construcción de la memoria”, dijo Renata a la diaria, quien no se identificó con ninguna organización social ni política. “Surgió la idea de hacer algo diferente en este Día Internacional de los Derechos Humanos, para no quejarnos de que no se anuló la Ley de Caducidad. Y bueno, con mis compañeras de yoga decidimos hacer este ritual, que no es nada nuevo. Se viene haciendo desde hace 50 años como símbolo de paz en diferentes partes del mundo. Eso sí, se lo debemos a los japoneses”, expresó la joven tras una clase demostrativa de cómo aplicar el origami para convertir la papeleta del Sí en una milésima parte de un deseo.

El origami es el arte nipón de plegado del papel para obtener figuras de variadas formas. Las mil grullas de origami deben estar, según la leyenda, unidas por cuerdas para que el deseo se cumpla. Una señora, que también ayudaba en la tarea, se acercó a Renata y le explicó que la suya estaba dedicada a “una compañera militante y luchadora” que se encontraba en Argentina enferma de cáncer. “Quizás sea esta noche, yo quiero que esta grulla le ayude a levantar vuelo”, expresó evocando la historia, contada en el libro Mil grullas de papel, de la niña japonesa Sadako Sasaki, que deseó curarse de la leucemia producida por la radiación de una bomba atómica.

“Le va a ayudar a levantar vuelo. Porque se trata de eso. De la esperanza. No de que se construye una grulla y te curás”, le aseguró Renata a la mujer. Un señor le acercó dos bolsas llenas de grullas de origami de todos los colores y tamaños: “Éstas las hicieron niñas japonesas. Las mandó la Unión de Mujeres de Japón para hacer una exposición aquí en Uruguay. No sé cuántas hay, pero creo que algo suman”, indicó.

“Que aparezcan nuestros compañeros”, era el deseo de una militante de un comité de base del Frente Amplio que adelantó trabajo en el 125 con destino Cerro. Armó una, dos grullas. La tercera la terminó camino a la Plaza Vaz Ferreira, donde se encuentra el Memorial de los Desaparecidos. “Aprendí a hacer la grulla de papel a los cinco años. Tengo setenta”, relató a la diaria. “Cuando en el comité se enteraron de la convocatoria todos querían aprender con los japoneses, pero yo les dije que sabía hacerla. Y enseñé a toda la muchachada. Me daba gracia porque me decían ‘¡la mía no vuela!’… ¡Ay, me olvidé de los hilos para unirlas!”, dijo ya en el Parque, en donde se adelantó para seguir enseñando y, seguramente, hacerse de una cuerda.

Generaciones

Había varias recetas para hacer una grulla de origami; las más sencillas se lograban con menos dobleces pero no “volaban” (no se les movían las alas). “No importa, ése no es el sentido”, consolaba una señora a otra que había aprendido la manera más simplificada. “Cada una tiene que estar bien doblada. Ésa es la clave”, decía, aunque un joven tomó otro atajo y comenzó a doblar varias papeletas al mismo tiempo, y varios lo imitaron. Hasta la más sencilla parecía complicada de lograr, pero nadie aflojó en el empeño. “Espero haber aprendido antes de que lleguen mis nietos para mostrarles”, dijo una abuela que se había perdido entre los dobleces. “La tercera es la vencida”, añadió a su guía, quien identificó el problema: “¡Ah, lo que pasa es que tenés que cortar la papeleta como un cuadrado!”.

“¡Mamá! ¡¿Pero de qué color es esa papeleta?!”, la retó su hija, que también era madre, al observar que estaba trabajando sobre la papeleta blanca por el voto en el exterior. “¡Pero es para practicar!”, se excusó, pero no convenció. “No tengas miedo de usar las rosadas. Si no te sale podemos ayudar haciendo los primeros dobleces, que son fáciles… Mirá, aquél los hace de a muchas… Es de atorrante, pero salen más rápido”, consideró.

De un momento a otro fueron apareciendo más manos que hacían grullas y las guirnaldas de grullas, que comenzaron a colocarse entre los árboles y los rostros de los desaparecidos que Familiares de Detenidos y Desaparecidos colgó rodeando el monumento en su memoria. Delegados de esa organización y de la Coordinación de Vecinos se encargaron de vestir el Parque con una propuesta más reivindicativa, mientras aguardaban la llegada de la marcha que ambos convocaron con las consignas “Porque la verdad y la justicia no caducan” y “Los desaparecidos son de todos”, respectivamente.

Pancartas, pasacalles y fotos reclamaban “justicia” y “basta de impunidad”. Y con un fragmento del poema “Los enemigos” de Pablo Neruda, se pedía castigo. “Por esos muertos, nuestros muertos, / pido castigo. / Para los que de sangre salpicaron la patria, / pido castigo. / Para el verdugo que mandó esta muerte, / pido castigo. / Para el traidor que ascendió sobre el crimen, / pido castigo. / Para el que dio la orden de agonía, / pido castigo. / Para los que defendieron este crimen, / pido castigo”.

La marcha tampoco llegó silenciosa. Entre enormes banderas del Sí rosado y los cánticos de “se va a acabar, se va a acabar la impunidad en Uruguay”, se asomaba con timidez algún cartel que pedía al Parlamento electo la anulación de la Ley de Caducidad. El secretario general de la Organización de Jubilados y Pensionistas, Sixto Amaro, fue quien tomó el micrófono. “No sé lo que son las grullas ni para qué sirven. Pero puedo decir que el trabajo de estos jóvenes fue tremendo”, comentó.

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