El Frente Amplio no sabe a quién elegir como reemplazante de su actual presidente, Jorge Brovetto, y tampoco sabe qué hacer con Tabaré Vázquez, después de muchos años en los que la pregunta importante fue, a la inversa, qué quería hacer Vázquez con el FA. Al escritor Mauricio Rosencof, ex dirigente del MLN y ex director de Cultura de la Intendencia de Montevideo, se le ocurrió resolver los dos problemas juntos, pero no parece probable que la idea prospere.
Hasta 1989 la estructura del FA era el escenario para las relaciones de poder entre sus integrantes. Pero desde que Vázquez asumió el gobierno departamental montevideano nada pudo ser igual. En primera instancia, el entonces presidente de la fuerza política, Liber Seregni, apostó a una conducción con tres referentes: él mismo, Vázquez y Danilo Astori, que había sido candidato a la vicepresidencia de la República y encabezado todas las listas frenteamplistas al Senado.
Pero al fin de ese período de gobierno el esquema ya no era paritario debido al creciente poderío de Vázquez, candidato a la presidencia de la República en 1994 desde un nuevo escenario propio, el Encuentro Progresista, que encabezó mientras Seregni continuaba al frente del FA, Astori pasaba a ser el líder del sector más votado, y Mariano Arana se ubicaba como cuarto referente -aunque no en la contienda por la jefatura del FA- desde el gobierno de Montevideo, todavía el único cargo ejecutivo en manos de un frenteamplista.
Poco tiempo duró esa nueva configuración. En el marco de los debates internos del Frente sobre el proyecto de reforma constitucional que se negociaba con los demás partidos, Seregni renunció a la presidencia de esa fuerza política en febrero de 1996 y fue sustituido por Vázquez, que desde entonces y durante muchos años consolidó su jefatura, reafirmada por el holgado triunfo sobre Astori en las internas del FA que se realizaron en 1999.
Cuando ganó las elecciones de 2004, su liderazgo se reforzó en alianza con Astori, mientras la presidencia del Frente y la intendencia montevideana quedaban, respectivamente, en manos de Jorge Brovetto y Ricardo Ehrlich, dos figuras que nunca asomaron como alternativas para ocupar el primer puesto. Ninguno de los otros siete intendentes frenteamplistas electos en 2005 ganó el peso necesario para estar en la conversación cuando José Mujica se lanzó como desafiante y derrotó en las internas del FA a Astori, que era el sucesor preferido por Vázquez.
Ahora Mujica es el número uno, pero sin el grado de predominio que tenía su antecesor, y aunque éste no está formalmente en ninguna parte, todos saben que arrancaría con mucha ventaja si quisiera volver a ser candidato y recuperar el mando supremo del FA. La cuestión es que asumir la presidencia de la fuerza política no le agregaría nada a su actual posición de privilegio, y en cambio podría crearle problemas que hoy no tiene, al obligarlo a intervenir en todos los forcejeos internos y en las relaciones con los demás partidos. Vázquez espera tranquilo mientras todos los demás se ponen nerviosos pensando en él.