Ingresá

María Ester Gatti. (archivo, marzo de 2010)

Foto: Javier Calvelo

Maestra

2 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago

Ayer falleció María Ester Gatti, acompañada por Mariana, su nieta recuperada, y sin saber dónde está María Emilia, su hija desaparecida.

Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

“No hay que perder jamás la esperanza y tampoco la decisión de luchar”. Éstas fueron las palabras de María Ester Gatti el 22 de marzo. Había convocado a los más cercanos para inaugurar, en el residencial donde vivía, una biblioteca que estuvo armando durante mucho tiempo. El encuentro se convirtió en un homenaje a su historia y en algo más. Ese día su nieta, Mariana Zaffaroni Islas, festejó por primera vez su cumpleaños, sus 35, en su verdadera fecha de nacimiento. María Ester falleció ayer por la mañana a sus 92 años, acompañada de Mariana en sus últimas horas de vida, pero sin saber dónde está su hija, María Emilia Islas.

Fundadora de la Asociación de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos, nació el 13 de enero de 1918. Con 17, se recibió de maestra pero debió postergar su ejercicio en las escuelas públicas por ser opositora a la dictadura de Gabriel Terra. En 1948 se casó con Ramón Islas, con quien tuvo a María Emilia, su única hija. Junto con Elisa Dellepiane y Matilde Rodríguez presidió la Comisión Nacional Pro Referéndum, promoviendo el voto verde para la consulta popular de 1989 que buscaba derogar la Ley de Caducidad.

En setiembre de 1976, María Emilia fue secuestrada y desaparecida en Argentina -donde se había refugiado- junto con su esposo, Jorge Zaffaroni, y su hija Mariana. María Ester los buscó desde entonces. Apoyada por Abuelas de Plaza de Mayo, en 1983 lanzó una campaña pública que dio sus frutos cuando llegó una carta anónima indicando la dirección donde vivía su nieta en Buenos Aires, en casa de la familia Furci. Después de la presentación de una denuncia penal en el vecino país, de pedidos de exámenes de sangre y de la fuga de la familia Furci, finalmente el apropiador de Mariana, el ex agente de la SIDE Miguel Ángel Furci, confesó que le “ofrecieron” en adopción a la niña. En estas circunstancias, Mariana, con 17 años, vio por primera vez a su abuela en el juzgado de San Isidro.

Furci y su esposa fueron procesados en 1992 “por apropiación de una menor, sustitución de su identidad y falsificación de documento público”. Con el fallo, el juez restituyó la identidad de Mariana, quien en marzo de 1993 solicitó al entonces presidente Carlos Menem el indulto a sus padres adoptivos, que finalmente fue concedido.

En junio pasado Furci fue procesado con prisión por el juez Daniel Rafecas. Se le imputó la respnsabilidad en alrededor de 70 secuestros y torturas.

El acercamiento de María Ester a su nieta no fue fácil. Mariana, que hasta hoy vive en Argentina, quiso saber de sus padres el 4 de agosto de 2009, cuando envió un correo electrónico pidiendo a quienes los conocieron que les contaran cómo eran. Una de sus motivaciones fue que la Intendencia de Montevideo la había reconocido como ciudadana ilustre el 21 de mayo de ese año, junto con otros nueve hijos de desaparecidos.

“A partir de que volví de ese viaje pensé más en ellos”, dijo en mayo a la revista Noteolvides. Aquella fue la primera aparición pública de Mariana en Uruguay. Otra motivación por conocer a sus padres tiene que ver con la necesidad de cerrar la historia relatada en el documental Por esos ojos (1997, Virginia Martínez y Gonzalo Arijón). En la última escena, María Ester pide “tener” a Mariana: “En algún momento va a cambiar. Es claro que yo no voy a estar, porque su tiempo no es el mío. Pero hay esperanzas, hay una llamita ahí que siempre perdura”.

Mariana cambió y María Ester estuvo viva. Luego de celebrar por primera vez su cumpleaños el 22 de marzo, Mariana expresó en diálogo con la diaria: “Estoy contenta de haberme dado cuenta a tiempo y de haber podido disfrutarla. Gracias a Dios que no me di cuenta tarde”.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura