“Nos estamos mintiendo a nosotros mismos. El concurso masivamente en este país se ha transformado en un instrumento de acomodo […]. Y es peor que la designación a dedo, que tiene el coraje de dar la cara. El otro acomodo es burocrático, va todo tapado, por abajo, ni siquiera hay a quién pegarle. La reforma del Estado es también una reforma ética. ¿Por qué nos pasó eso? Porque los uruguayos somos piernas hasta para llorar […]. No es acomodo por plata, ni es por nada, ‘pero cómo no le voy a hacer una pierna a fulano’. Pueblo chico, nos conocemos todos desde la escuela, todos son buenos […]. No premiamos al talento, al esfuerzo, premiamos al que llega, al que está más.”
José Mujica dijo esto en su segunda jornada como presidente. Hoy, 110 días después, aparecen dudas: ¿Estaba marcando una política en materia de contrataciones, basada en la transparencia y la justicia, o describiendo una situación inmodificable a la que debería resignarse? ¿Estaba admitiendo la imposibilidad de una “reforma ética”?
La incógnita surge de su apoyo, hace una semana, a la designación directa como asesor en comunicaciones de Antel de Martín Fabregat, sobrino del secretario de la Presidencia, Alberto Breccia, e hijo de la ex directora de Televisión Nacional, Sonia Breccia. Este licenciado en Recursos Humanos habría librado a la empresa estatal de gastos por 400 mil dólares, en apenas 16 días de trabajo, mediante la reformulación de contratos, según afirmó Mujica. “Yo quiero más de éstos, que nos hagan ahorrar plata”, le dijo a El Observador. Este miércoles entreveró más la baraja al corregirse en declaraciones a Búsqueda: “Por ahora, con los elementos que tengo, respaldo la actuación de la presidenta [de Antel, Carolina Cosse], pero estoy investigando. Recibí un informe, pero no documentación”.
De estas idas y venidas se deduce que Mujica avala el procedimiento de designación directa, aunque vigilará la actuación de Fabregat para evitar ulteriores costos políticos. Desde que El Espectador sacó a relucir el nombramiento, el jueves 3, se sucedieron pedidos de informes y anuncios de acciones parlamentarias por parte de diputados colorados, una consulta personal de la senadora emepepista Lucía Topolansky a Cosse y críticas en voz baja dentro del oficialismo.
La institución del concurso es fundamental, pero no única. Imponerla a los cargos de responsabilidad gubernamental o de confianza sería descabellado. Éste no es el caso, pero existe un antecedente. El publicista Michel Visillac, que se desempeñó como asesor en comunicaciones de Antel cuando María Simon la presidía, compitió con otros aspirantes para acceder al puesto. Además, con ciertos ingredientes del nombramiento de Fabregat se puede fabricar una potente bomba política. A la empresa telefónica le resultaría muy difícil desactivarla manteniéndolo en su planilla, por más idóneo que sea para el trabajo.
Cosse le dijo a Topolansky que “desconocía” el parentesco de Fabregat con los Breccia, aunque ese segundo apellido debía constar en su curriculum, así como sus empleos previos como productor de programas periodísticos dirigidos por su madre. Una simple googleada lo corrobora, pues su vínculo familiar es público al menos desde 2005, cuando la oposición cuestionó la designación de la periodista al frente de la televisora estatal. O Cosse se mancó muy, muy feo o le tomó el pelo a la senadora emepepista.
Fabregat firmó dos contratos con Antel, uno por dos meses, para comenzar a trabajar cuanto antes, y otro renovable al término de un año. Pero sólo se envió el primero al Tribunal de Cuentas, que este miércoles reclamó el segundo porque su existencia era “de público conocimiento”. El procedimiento del directorio tiene olor a maniobra. ¿Fue eso o acaso otra desinteligencia?
Todo suma a las suspicacias: el desconocimiento (o, más bien, el ocultamiento) de los lazos familiares, los elogios sin confirmar de Mujica, que Fabregat haya trabajado en Antel sin contrato, que su experiencia laboral se concentre en emprendimientos en los que participó su madre y que una licenciatura en Recursos Humanos y un posgrado en Campañas Políticas no brinden capacitación específica para moldear la imagen de una empresa estatal de telecomunicaciones.
En una de ésas, la de Fabregat es la mejor designación posible. De ser así, el escándalo sirve para confirmar las bondades del régimen de concursos: de haberse confrontado su “dilatada experiencia” y su “notoria competencia” y su “excelente curriculum” con los de otros, Antel no estaría hoy en la picota. Mujica podría probar suerte nombrándolo al frente de la OPP, donde vale la designación directa y se necesitan “más de éstos”.