A comienzos del mes pasado, Gallinal hizo saber mediante declaraciones a El País que en su opinión Una, en la cual participan además del Herrerismo y Correntada algunos sectores menores, sólo existía “formalmente”, y que había perdido “la magia y su razón de existencia después de ganar la elección interna”. Dijo que lo que estaba “matando” al sector era que se cerraran los espacios “para el posicionamiento de nuevos candidatos” con miras a 2014, y que la alternativa era “reaccionar o cerrar el negocio y abrir otro”. No fue difícil deducir que amagaba con alejarse nuevamente de los herreristas si no le hacían lugar para “posicionarse” rumbo a las elecciones de 2014.
El día previo a la publicación de esas declaraciones, dirigentes herreristas no identificados habían transmitido mediante El Observador el mensaje de que Lacalle debía definir cuanto antes si pensaba postularse a la presidencia de la República una vez más. Vaya uno a saber si todo formó parte de una sola operación: el caso es que la respuesta de Lacalle fue contundente. Durante semanas guardó silencio y el sábado pasado, en la alocución inicial de una reunión de legisladores e intendentes de Una realizada en Costa Azul, propuso que los 300 convencionales blancos de esa corriente elijan en marzo un Consejo Ejecutivo con 15 integrantes, sin que medie la presentación de listas (se marcaría la preferencia por personas). Añadió, como si quisiera dar garantías para que nadie se asustara, que él no sería candidato a ese organismo de conducción (sobre su eventual candidatura en 2014 no dijo nada).
Los herreristas son amplia mayoría en el cuerpo electoral propuesto por Lacalle, y, por supuesto, los demás dirigentes del Herrerismo opinaron que la idea les parecía muy buena. Gallinal se fue rápidamente al mazo: dijo que realizar elecciones internas era una “receta vieja” y que prefería designar un Ejecutivo acordado por los dirigentes de cada sector, procedimiento que consideró más compatible con “el concepto de modernización” (tal vez porque sería digital).
Lacalle nunca ha sido el genio de la estrategia que describen sus admiradores, y no hay duda de que en la campaña de 2009 cometió costosos errores. Pero desde que terminó su gobierno en 1995 los blancos tuvieron que aprender a convivir con la idea de que derrotarlo en internas es tan difícil como ganar las nacionales con él al frente del partido. Y desafiarlo dentro de Una puede ser tan insensato como pretender atajarle un penal a Francescoli, confiando en que ya está viejo.