Languidecían debajo de la alfombra. Hacia allí los había arrastrado la escoba de la injusticia. Según sea la versión que se acepte, son entre varias decenas y cuatro centenares los presos y presas por cultivar cáñamo sin intenciones de comercializarlo o por poseer cantidades mínimas de porro. Están entre rejas sin merecerlo. En apenas una semana, los casos de Alicia Castilla y Mauricio B en la Costa de Oro dejaron esta situación al descubierto.
El ambiente se agitó. Alguien dijo “el jueves en la plaza Libertad”, y ahí se armó una concentración para “liberar a los presos por plantar”. El Movimiento por la Liberación del Cannabis aprovechó para entregarle un petitorio a la Suprema Corte de Justicia. La organización Planta Tu Planta recaudaba allí mismo plata para solventar la defensa de Mauricio B. Otra asociación, Prolegal, lanzó un manifiesto público, que ya cuenta con cientos de adhesiones electrónicas.
El próximo presidente de la Cámara de Diputados, Luis Lacalle Pou, se comprometió, entrevistado por El Espectador, a acelerar el trámite de su proyecto de ley por la despenalización del cultivo. La presidenta de la Comisión Parlamentaria Especial sobre Adicciones, Daisy Tourné, anotó en su página de Facebook que ya “es hora” de “debatir en profundidad y con seriedad este tema adoptando los cambios que sean necesarios”. Otros legisladores, de todos los partidos, se han pronunciado en el mismo sentido.
Contado así, parece que se alinearon los planetas y que más temprano que tarde florecerán las verdes plantitas por donde transitarán los fumetas libres.
Pero falta mucho. Y a veces la combinación estelar o la observación del astrólogo fallan. Pasó con la despenalización del aborto. Pasó con el voto rosado.
Ayer, uno de los concentrados frente a la Suprema Corte decía: “Esto habría que hacerlo cada vez que meten preso a alguien por plantar.” Es una idea. Habrá otras. La cuestión, en definitiva, es no conformarse con que los marihuaneros presos hayan sido la noticia de la semana.