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La dimensión desconocida

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Columna de opinión.

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Primero fue el supuesto video que nadie vio. Después fue la supuesta declaración que, en caso de haber sido escrita, ni siquiera fue firmada por las organizaciones que la negociaron, el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) y la logia militar Tenientes de Artigas. Hace dos meses que el Poder Ejecutivo, el Judicial, el Legislativo, la prensa, militares activos y retirados están colmando paciencias. De vuelta se borronea la historia. De vuelta se confunde a la ciudadanía. De vuelta se desconoce quién es el que manda acá.

No es la primera vez. Pasó cuando Juan María Bordaberry disolvió las cámaras. Pasó cuando el entonces comandante del Ejército, Hugo Medina, se insubordinó contra la Constitución al guardar en su caja fuerte las citaciones judiciales a uniformados hoy condenados por crímenes gravísimos. Pasó cuando la inteligencia militar le tomó el pelo a la ciudadanía diciendo que el asesinado químico chileno Eugenio Berríos estaba vivo y en Italia. Ahora también hay quienes, desde el anonimato, vuelven a sembrar en la ciudadanía dudas sobre quién está a cargo del boliche.

¿Por qué lo hacen? Porque, aunque la historia grande se conoce, la impunidad dejó detalles ocultos que de vez en cuando alguien aprovecha para encajar media verdad o una mentira entera, enorme o diminuta, con el fin de juntar unos votitos, cobrar una factura política, zafar de la condena pública o judicial o conseguir medio minuto de noticiero.

Historia conocida: acá, por más que el Parlamento hubiera declarado en 1972 el “estado de guerra interno”, no alcanzó a haber una guerra. Otras palabras son más adecuadas: lucha, enfrentamiento, conflicto, conflagración, escaramuza. Hubo una organización guerrillera armada grande y otras más pequeñas dedicadas a la propaganda armada. La operación de mayor envergadura fue la toma de una pequeña ciudad durante unas horas. Lo otro fueron ataques fugaces, tiroteos, huidas, fugas de la cárcel, asaltos a bancos y armerías, sabotajes, secuestros, atentados y copamientos. Las Fuerzas Conjuntas y el Escuadrón de la Muerte se dedicaban a ejecutar, torturar, secuestrar y tomar prisioneros. ¿Dónde se vio una guerra sin una sola batalla? Historia conocida: los bandos enfrentados no fueron las Fuerzas Armadas y el MLN-T. Acá se aliaron unos pocos pero poderosos empresarios de los sectores agropecuario, financiero, comercial e industrial con las fuerzas de seguridad del Estado y políticos alcahuetes para explotar mejor a los trabajadores, maximizar sus ganancias y usar bienes públicos como si fueran de su propiedad. La dictadura no fue sólo militar, sino cívico-militar. La Justicia no ha procesado esos delitos económicos.

Historia conocida: estos criminales de traje y de uniforme eran crueles. Siguen siéndolo. Verdaderos monstruos. Sanguinarios. Los tupamaros no fueron las únicas víctimas de su sadismo, aunque con estos juegos de video y el volanteo de libelos a veces lo parecen. A nueve líderes del MLN-T, los denominados rehenes, se los sometió a incalificables sufrimientos. También hubo miles de blancos, colorados, frenteamplistas, militantes de numerosísimos grupos de izquierda, centro y derecha y ciudadanos ajenos a cualquier partido político a los que se destituyó, desterró, encarceló, torturó, maltrató, asesinó y hasta se los desapareció. En cuestión de números, los comunistas fueron quienes más salvajadas soportaron. Y no hacen alarde de eso.

Historia conocida: la dictadura tornó el sistema educativo en sistema de adoctrinamiento, censuró las expresiones culturales que le disgustaban o que no entendía, se ensañó con niños, niñas y adolescentes, vigiló hasta la forma en que se vestía o se peinaba la población y prohibió casi toda actividad política, sindical y social que le representara una amenaza, aunque fuera mínima.

Historia conocida: los líderes del MLN-T mantuvieron en democracia un diálogo fluido con sectores de las Fuerzas Armadas. Incluso antes del golpe de Estado. Tras la dictadura sus interlocutores preferidos fueron los Tenientes de Artigas. Ese trato casi de camaradería, parecido al de los jugadores de rugby, es propio de ex combatientes enfrentados y no es exclusivo de este país ni de estos tiempos.

Historia conocida: luego de la dictadura, los poderes ejecutivos, los parlamentos y la mayoría de los ciudadanos perdonaron a los represores y a sus cabecillas. Sucesivos presidentes de todo color se valieron de eufemismos (el “cambio en paz”, el “nunca más hermanos contra hermanos”, los “viejitos presos” y las “mochilas”), artilugios (la Comisión para la Paz) o fantasmas (la huelga policial de 1992 y la extradición de los etarras) para barrer debajo de la alfombra. Nadie vio el video. Nadie firmó esos papeles. El 20 de mayo, dicen, el Parlamento anulará la Ley de Caducidad. Es de esperar que para entonces el humo se disipe y Uruguay comience a recuperar la Historia que aún se desconoce.

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