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Seguidores del principal partido islamista paquistaní, Jamiat-e-Islami, gritan consignas durante una protesta contra las fuerzas militares estadounidenses, hoy, en Quetta, Pakistán.

Foto: Efe, Farman

No era tan simple

6 minutos de lectura
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El anuncio de la muerte de bin Laden fue seguido por festejos, pero también sembró dudas y motivó promesas de venganza.

Luego de que Barack Obama anunció que un grupo de elite militar mató en Pakistán a Osama bin Laden, al que Washington buscó por casi una década, en Estados Unidos hubo festejos frente a la Casa Blanca y en lugares simbólicos, como la Zona Cero, donde hace diez años estaban las Torres Gemelas, derribadas por un ataque de Al Qaeda.

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El discurso que Bush no pudo dar

“Se hizo justicia”, aseguró en la madrugada del martes el presidente estadounidense, Barack Obama, al anunciar que militares de su país mataron a Osama bin Laden, el terrorista más buscado de los últimos diez años, desde el gobierno de George W Bush. Después de recordar el ataque a las Torres Gemelas y sus víctimas, y repasar las huidas del líder de Al Qaeda, reiteró que “Estados Unidos no está -ni estará- en guerra con el Islam”. Agradeció a todas las personas vinculadas a la lucha contra el terrorismo y para concluir aseguró que “Estados Unidos puede hacer lo que se proponga”. Sin embargo, en el discurso, Obama evitó notas de triunfalismos, sin contagiarse de los “¡USA! ¡USA!” y “Yes we can!” que sonaban fuera de la Casa Blanca. La noticia de la muerte de Bin Laden se produjo en un momento especial: Obama enfrenta los índices de aprobación más bajos de su administración y hace menos de un mes anunció que se presentará a la reelección en 2012.

Abbottabad es conocida como “la ciudad del Ejército”. Allí, a unos 60 kilómetros de Islamabad, la capital de Pakistán, viven muchos oficiales retirados y se encuentra la sede de la Academia Militar Paquistaní. A unos 200 metros de esa academia se construyó en 2005 la casa fortificada de unos 2.500 metros cuadrados, donde Osama bin Laden fue asesinado ayer. La casa fue diseñada especialmente para la seguridad del líder de la red terrorista Al Qaeda.

Se especula que Bin Laden se casó dos veces con mujeres locales cuando ya vivía fugitivo, en Pakistán, y que sólo la menor de sus esposas vivía con él y con uno de sus hijos adultos, que al igual que él murió durante el operativo militar de Estados Unidos.

La casa estaba en el barrio Bilal, de unos 200.000 habitantes, y es propiedad de ciudadanos afganos. En el hogar de Bin Laden, a quien se supuso por mucho tiempo habitante de cuevas remotas de Afganistán, no había televisión ni teléfono, y la basura era quemada en los jardines, publicó el diario español El Mundo.

A kilómetros de la vivienda se encontraron campamentos de formación de milicianos de Al Qaeda. Ni los vecinos ni los policías locales sabían que Bin Laden vivía en esa casa, según manifestaron unos y otros a los medios de comunicación.

El operativo fue llevado a cabo por unos 14 agentes que se dirigieron al prestigioso barrio del norte paquistaní en helicóptero, y duró unos 40 minutos. Cinco personas murieron durante la acción militar, entre ellas una mujer, que fue utilizada como escudo humano por uno de los combatientes, y uno de los hijos del líder de Al Qaeda. Según dijeron funcionarios paquistaníes a la agencia de noticias DPA, fueron detenidas dos esposas de Bin Laden, otros seis hijos, y cuatro asistentes. En algunos aspectos las versiones dadas a conocer por los medios difieren entre ellas, y alguna sostenía ayer que la mujer que había muerto era una de las esposas del líder de Al Qaeda.

La orden al grupo de elite de operaciones de la Marina, militares entrenados para combatir en mar, aire y tierra y conocidos como Seals, fue matar a Bin Laden y no capturarlo, según dijo un alto funcionario de la seguridad estadounidense a la agencia de noticias Reuters.

Bin Laden fue asesinado de dos tiros en la cabeza, y aunque una de sus esposas reconoció el cuerpo, se confirmó su identidad con una comparación de ADN del cadáver con el de la hermana del líder de Al Qaeda, muerta en Estados Unidos años atrás a causa de un cáncer.

El diario The New York Times informó ayer que la primera pista que guió a la casa donde vivía Bin Laden fue el seudónimo de su mensajero de mayor confianza, que las autoridades estadounidenses conocieron por uno de los prisioneros de Guantánamo, hace ya cuatro años. El avance de las investigaciones de inteligencia reveló que el mensajero vivía con su hermano junto a una familia. Semanas después, en setiembre, se descubrió que esa familia era nada menos que la de Bin Laden. Esta información fue facilitada al presidente estadounidense, Barack Obama, en marzo, y fue el puntapié inicial de una serie de reuniones que derivaron en el operativo, que fue autorizado el viernes.

El asistente de Seguridad Nacional en la Casa Blanca, John Brennan, dijo ayer que las autoridades paquistaníes no estaban al tanto del operativo, lo que agregó a la operación el riesgo de que apareciera la fuerza aérea nacional a causa de la violación del espacio aéreo paquistaní por parte de los helicópteros estadounidenses utilizados.

Las autoridades locales habían negado siempre que el jefe terrorista estuviera en su territorio. Que fuera encontrado allí aumenta las dudas acerca de la colaboración de Islamabad en la política contra el terrorismo emprendida por Washington. “Resulta poco creíble que una casa de tales escalas se haya construido y la haya ocupado Bin Laden por seis años sin que ningún miembro del Ejército paquistaní le prestara atención. Las circunstancias sugieren que es todo lo contrario”, señalaba ayer la edición digital The New Yorker. En un comunicado emitido ayer, el gobierno de Pakistán manifestó haber “interpretado un papel significativo en los esfuerzos por eliminar el terrorismo”.

Protestas y celebraciones

En Pakistán, unos mil manifestantes salieron a las calles a mostrar su ira por la operación que mató a Bin Laden, al grito de “Muerte a América”, y con reivindicaciones del tipo “Bin Laden es el héroe del mundo musulmán y su martirio no pondrá fin al movimiento”.

La manifestación en la ciudad de Quetta, en el sur paquistaní, limítrofe con Afganistán, contó con la presencia de ex parlamentarios y líderes religiosos. Además de las proclamas, se quemaron banderas estadounidenses, informó la agencia de noticias AFP.

El efecto de la muerte de Bin Laden también llegó a Yemen, donde los activistas de la revuelta popular -que exige la salida del gobierno- pidieron a los manifestantes que no llevaran pancartas de respaldo a Bin Laden, para evitar un recrudecimiento de la represión.

En Estados Unidos, al conocerse la noticia, una multitud se volcó a las calles. Varios de los familiares de víctimas del atentado contra las Torres Gemelas de setiembre de 2001 fueron a la Zona Cero a recordar a los fallecidos, mientras frente a la Casa Blanca los manifestantes coreaban “¡USA! ¡USA!”. Durante el discurso en el que Obama hizo el anuncio oficial de la muerte de Bin Laden, los manifestantes gritaban su eslogan de campaña: “Yes we can!”.

Pese a la euforia, el gobierno estadounidense advirtió que se debían aumentar las medidas de seguridad en el país y en embajadas para prevenir las reacciones que pudiera tener Al Qaeda. Medidas similares tomaron la mayoría de los países que forman parte de las fuerzas militares en Afganistán e Irak, como Reino Unido y Francia. Ayer el talibán paquistaní amenazó con “vengar” la muerte del líder terrorista, en especial con ataques a “la cúpula de Pakistán”: el presidente, Asif Alí Zardari, el primer ministro, Yusuf Razá Guilani, y el jefe del Ejército, Ashfaq Pervez Kiyani.

Pero las advertencias no frenaron las expresiones de júbilo en Estados Unidos. El ex presidente George W Bush declaró que la muerte de Bin Laden es una “victoria para Estados Unidos”, mientras que su antecesor Bill Clinton dijo que era “profundamente importante”. Presidentes y jefes de Estado de todo el mundo reaccionaron a la noticia, usualmente con felicitaciones, con contadas excepciones, como el caso del movimiento palestino Hamas, o el presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad.

Sin epitafios

La polémica giraba ayer en torno al cuerpo de Bin Laden. De origen yemení, nacido en Arabia Saudita y muerto en Pakistán, vivió además en Afganistán y Sudán, pero Estados Unidos no encontraba un buen lugar en el que enterrar al líder de Al Qaeda, a quien se le había retirado la nacionalidad saudita años atrás.

El asesor de seguridad, Brennan, dijo en conferencia de prensa que la tradición musulmana requiere que el entierro se realice en las 24 horas posteriores a la muerte, pero al parecer ningún país quería acoger una tumba que, probablemente, se volviera centro de peregrinaciones.

Fuentes de la administración Obama dijeron a la agencia de noticias AP que después de que Arabia Saudita rechazó el cuerpo, se lo tiró al mar envuelto en una sábana blanca, dentro de una mochila con peso. No se practicaron ritos musulmanes, y según especialistas en el Islam, el procedimiento seguido por los estadounidenses fue incluso contrario a esa religión.

Estados Unidos no mostró evidencias de la muerte de Bin Laden y ayer evaluaba si mostrar o no imágenes del operativo. “¡Queremos compartir toda la información que podamos para que Estados Unidos y el mundo puedan entender lo que ocurrió!” pero “lo que no queremos es poner en peligro un resultado tan exitoso como el de esta operación la próxima vez que intentemos capturar” a otro líder terrorista, dijo Brennan, de acerdo a la agencia de noticias EFE.

Especialistas consultados por el canal Al Arabiya consideraron que ni los anuncios acerca del modo en que se sepultó a Bin Laden, ni siquiera su propia muerte impulsarán una nueva era de yihadistas.

También opinaron que su sucesor como líder de Al Qaeda podría ser su número dos, el médico egipcio Ayman al Zawahiri. Pero las autoridades estadounidenses indicaron que éste tiene “detractores internos” y que podría desatarse una lucha por el liderazgo.

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