El ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, considera una “verdad de Perogrullo” lo expresado por el jefe de Estado Mayor de la Defensa, general José Bonilla, en cuanto a que “si hay verdad no puede haber justicia, y si hay justicia no hay verdad”. “Nadie te va a decir que sabe algo si sabe que al otro día va preso. Aunque sea un soldado raso. Lo que dijo Bonilla es de sentido común”, manifestó, entrevistado a finales de julio por el periodista Gerardo Tagliaferro, para la edición ampliada de su libro “Fernández Huidobro, de las armas a las urnas”.
Fernández Huidobro se refiere al problema del “llamado pasado reciente”, que pasó a ser un problema de “dimensión social”, porque el país está “dividido en dos”. “Hay muchas cosas en la vida de las personas y de los pueblos que no tienen ninguna solución. Y ésta es una de ellas, me parece a mí, como dijo Mujica: cuando reventemos todos. Miro para arriba y para abajo y no tiene solución”, dice.
Luego Tagliaferro plantea la hipótesis de que algún oficial o soldado le dice: “Mire ministro, yo sé tal cosa pero quiero garantías de que no me va a pasar nada”, a lo que ex líder del MLN responde: “Se la doy. 'Cuénteme que yo no le voy a contar nunca a nadie'”. Y voy a ser procesado y voy a ir preso. Porque el juez me va a decir: 'Si usted no me dice, lo tengo que meter preso por desacato'. Es así. el juez me va a preguntar quién me dijo porque 'así procesamos al que le dijo'. Y yo no tengo otra que decir: 'No le voy a decir, señor juez'”.
Por otra parte, el ministro prevé resistencia en el seno militar a la “gigantesca reforma del Estado” que está en marcha en Defensa e identifica como “escollo” a los “burócratas y corruptos” que no les interesan las Fuerzas Armadas “aunque tengan uniforme”. “Lo único que les interesa son los curros que tienen. Y van a ser feroces”, advirtió.
El titular de Defensa “supone” que hay sectores que pueden ofrecer resistencia a que él sea ministro, por ejemplo, estamentos “muy trogloditas” o “personajes civiles” que son “más trogloditas, por lejos, que los militares”. “Y algunos militares también, fundamentalmente retirados que, a esta altura, son inimputables en esa materia y viven todavía al lado de un tacho de tortura”, manifestó. También habla de preocupaciones de su gestión, como el Hospital Militar (“no es cuestión de que ahora agarremos eso y lo rompamos o lo agredamos, cosa de la que es muy partidaria una izquierda”) o la necesidad de que Uruguay tenga una ley que regule su franja fronteriza para frenar la extranjerización: “Somos hoy una de la últimas fronteras agrícolas disponibles. Y lo somos principalmente porque tenemos agua [...] los extranjeros no vienen solamente porque huyen expulsados por la pobreza o la inseguridad de otros lares, sino también por especulación”. En otro pasaje de la entrevista, concretada el 28 de julio, dos días después de asumir, hace referencia a su estado de salud, después de una intervención cardíaca que le hicieron hace un año y medio. “Hasta hoy, ando fenómeno. Nunca más pisé un hospital, desde diciembre de 2009. El festejo aquel de la rambla [cuando Mujica fue electo presidente, el 25 de octubre], para mí fue un calvario, no tenía aire. Casi asfixiado fui a festejar. Pero no me la quería perder”, rememoró. Después relata que cuando se estaba adaptando a su trabajo en el consejo editorial de La República recibió una llamada de Rosadilla a una “reunión clandestina” en un “reservado de un bar”. “Era tan clandestina la reunión que cuando entré, las viejas que estaban tomando el té me dijeron: Vaya para allá que están ahí arriba. Y ahí me mostró los partes médicos que implicaban otra sorpresa totalmente imprevista”, reveló. También recuerda cuando finalmente se dio cuenta que sería ministro de Defensa: “Cuando fui a un boliche y el bolichero trajo una botella de Johnnie Walker y dijo 'ésta es la vuelta de la casa', dije: 'A la mierda, soy ministro'”.