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Constanza Moreira en su despacho del Palacio Legislativo.

Foto: Pablo Nogueira

Otras armas

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Constanza Moreira planteó que el FA elabore un plan de desarrollo a largo plazo y deje de colocar la seguridad como tema central.

Semanas atrás, la senadora Constanza Moreira (Espacio 609) propuso en la Mesa Política del Frente Amplio (FA) un debate sobre defensa, pero no tuvo demasiada receptividad. Entiende que se otorga un presupuesto excesivo a las Fuerzas Armadas (FFAA), que en Haití hay un “ejército de ocupación” y que por tanto las vejaciones a sus habitantes son “esperables”, y reclamó el retiro de las tropas de ese país. Opinó que a veces José Mujica dice “mucho disparate sobre los intelectuales”, consideró que la candidatura de Tabaré Vázquez atrasa la renovación generacional del FA y estimó viable que surjan otros candidatos.

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-¿Está satisfecha con su decisión de dejar la academia para dedicarse a la política?

-Sí, totalmente. La política me cambió la vida y para bien. En la vida académica siempre estás un poco en la luna, y la política te baja a la tierra. Cada vez que tomás una decisión son problemas que afectan la vida de miles de personas. Yo llegué acá con una ciencia, la ciencia política, que está al servicio de cosas concretas. Como pensaba Platón: que vos hacías una vida académica, te dedicabas a mirar las estrellas, pero en el momento de madurez volcabas tu ciencia a la práctica.

-¿Le ha costado hacer el pasaje de analista política a senadora?

-Al principio me costaba decir “nosotros”. Cuando hablaba del Frente, decía “el Frente”. Me pasan criticando por eso. A veces eso funciona como una descalificación: Constanza es una académica. ¿Qué quiere decir “es una académica”? Que no termina de entender las consecuencias políticas de las cosas, y me parece que las entiendo. Las entiendo como analista y mucho más mirando las cosas desde adentro. Nunca voy a dejar de ser una académica, eso está en mi ADN y así me quiso la izquierda. Y también me cuesta no ser rigurosa, no hacerle honor a la verdad. Los políticos hacen muchas trampas con la verdad y eso a mí me cuesta mucho.

-¿Cuáles fueron sus primeras frustraciones?

-La primera frustración grande que tuve fue con la Ley de Presupuesto, con las iniciativas de reforma del Estado. Yo era una funcionaria pública de la Universidad de la República y encontré que dentro de la izquierda había una imagen negativa de los funcionarios públicos, parecía que estaban en la vereda de enfrente. También las resistencias a la Universidad, de donde yo venía. Me encontré defendiendo la Universidad frente a mis propios compañeros. Esas dos cosas fueron las que más sinsabores me causaron. El segundo año fue el tema de la Ley de Caducidad y todo lo que pasó en Diputados, que terminó con el voto de [Víctor] Semproni y que me dejó un sabor amargo.

-¿Por qué hubo tantas resistencias en la izquierda en este tema?

-Había gente muy desilusionada con lo que había pasado con el voto verde, con el rosado, que decían “¿Otra vez vamos a fracasar?”. Gente muy derrotista en ese ámbito. O pragmática: vamos a buscarle la vuelta encontrando huesos. Y por otro lado, gente de izquierda que consideraba que había tomado las armas y que entonces las cosas que les habían pasado “se las merecían”. Ésa es una discusión muy importante dentro de la izquierda, las violaciones a los derechos humanos son mucho más grandes que lo que les pasó, por terrible que sea, a la gente que estuvo en movimientos armados. Pero sobre todo siento que la cuestión de los derechos humanos todavía no termina de aterrizar en las conciencias, todavía no terminamos de ganar la batalla cultural contra esto de que el Estado tiene límites en relación a las personas. La izquierda no termina de tener este pensamiento, porque como es muy estatista, y aterriza mal en el liberalismo, culturalmente le cuesta mucho. El tema de los derechos humanos es ponerle límites a la violencia de Estado, y está complicado, parece, hablar de libertades individuales en un país que ha transformado el tema de la seguridad en su principal tema. Esto para mí es un motivo de discusión ideológica permanente, y creo que dentro de la izquierda lo damos mal. El otro día fui a la Mesa Política a presentar un documento sobre las FFAA. Se produjeron 2.000 vacantes en las FFAA, y toda esa plata ellos se la quedaron para aumentar los sueldos. Algunos incrementos fueron de 13.000 pesos. Y todavía piden un incremento presupuestal para un comando antiterrorista creado en 1978 para perseguir a la izquierda uruguaya. Nosotros tuvimos una discusión en el Senado en la Rendición de Cuentas y tuvimos una cierta división. Yo llevé el tema a la Mesa Política, pero una compañera de Asamblea Uruguay me dijo: “¿Tú estás en esta Mesa Política a título de qué?”. Es como decirte: si no venís con la posición de tu partido, acá no sos nada. Ya es como una descalificación. Dije: “Yo vine a título de senadora, por integrar la Comisión de Presupuesto, yo voté por disciplina partidaria. Ya había votado la prórroga de las misiones en Haití por disciplina partidaria, pero necesito discutir, y vengo a proponer que se cree un grupo”. ¿Y qué es lo que se me dice? No Mónica [Xavier], que es la que me respalda en la iniciativa de llevar eso para ahí. Se me dice: “Éste no es el lugar para discutir”. Bueno, el lugar no es la bancada, el lugar no es la Mesa, ¿entonces dónde discutimos las cosas? Es una entelequia el FA como tal. Lo único que existe de verdad son los sectores. Ahí Mónica dijo que había una parte que había que llevar a la comisión de programa, y a otra parte darle una discusión parlamentaria. Pero la reacción inicial es: acá no se discute. Se supone que hicimos una campaña para que el FA fuera un lugar más amigable, pero en los hechos vos llegás a un lugar donde se cierra una puerta y otra, en lugar de abrirse.

-¿Hay diferencias entre la gestión de Luis Rosadilla y la de Eleuterio Fernández Huidobro al frente del Ministerio de Defensa Nacional (MDN)?

-No me animaría a decir que es un problema de diferencia en la conducción. Sé que personas vinculadas a los derechos humanos tienen la percepción de que se ha cerrado un poco más el ministerio ahora que en relación a la época de Rosadilla. Yo creo que Rosadilla y Huidobro son personas muy interesadas en las FFAA y tienen sus peculiares visiones sobre su rol, que está claro que no comparto, pero lo que reclamo es que tenemos un programa. A mí me preocupa que sea el MDN el que conduzca a las FFAA, lo que no quiero es que el MDN termine siendo conducido por las FFAA. Si alguien me pide un incremento para un comando antiterrorista que tiene 80 personas y se dedica al rescate de rehenes en un país donde nunca se rescata ningún rehén, quiero que alguien me diga si es necesario. No quiero yo tener que imaginarme que eso es una presión de las FFAA como corporación para defender a una parte del cuerpo.

-¿Cómo vio el episodio del abuso al joven haitiano?

-Para mí lo que hay en Haití es un ejército de ocupación. Los ejércitos de ocupación no son amables con los ocupados, es lo peor que podés tener. Lo que Haití está pidiendo es que manden componentes civiles, no armados. Los cuerpos y las armas son instituciones absolutamente jerárquicas y autoritarias, la socialización de los soldados se hace de cierta forma. E instalados en el territorio, las vejaciones a los habitantes de ese territorio son esperables. No será la primera ni la última denuncia que recibamos. Me parece que la izquierda debió haber aprovechado la más mínima desviación para volver a plantearse el tema de por qué tenemos 1.200 personas en Haití, que además las estamos pagando los uruguayos, les pagamos 50% de sueldo más, y además el tiempo que pasan afuera se lo computamos doble. ¿No será el momento en el que nos tengamos que empezar a retirar? ¿Qué estamos haciendo en Haití?

-¿Cómo ve la postura de Mujica de jerarquizar la educación tecnológica?

-Creo que Mujica responde con educación tecnológica a los problemas de la educación media. La educación media está estancada y hay una parte de esa deserción que la captura la UTU. Gran signo de interrogación, porque si los problemas de la educación fueran tan simples, los hubiéramos resuelto hace tiempo. La izquierda tiene un gran distanciamiento con los gremios docentes y con la Universidad. Yo sé que tiene sus problemas, pero mirar a la Universidad como si los universitarios fueran todos de clase media alta y estuvieran fuera del mundo, no entender que la Universidad es parte de tu sistema científico-técnico, o sea, no tener a la Universidad de aliado, es una locura. ¿Pelearte con los intelectuales? Ya los blancos y los colorados se pelearon toda la vida, porque a los intelectuales no los quiere nadie. Pero los intelectuales son maravillosos, y son lo que son. ¿Vos qué querés que sean? ¿Devotos políticamente? ¿Amigos del presidente? No lo fueron de Sanguinetti, no lo van a ser de Mujica, porque los intelectuales son irritantes porque son críticos, protestan, son más inteligentes, porque la gente los escucha. Entonces, hay una irritación de la política con los intelectuales que una política de izquierda debiera superar y no reproducir.

-¿Y la reproduce?

-Mujica dice a veces mucho disparate sobre los intelectuales. ¿Por qué te peleás con los intelectuales, si son de izquierda? Todos los días tengo que escuchar disparates, por izquierda y por derecha, de que este país genera demasiadas personas graduadas en disciplinas humanísticas, y que la culpa de esto la tiene el humanismo uruguayo. No es así, los datos indican que porcentualmente hay tantas personas que estudian humanidades en Japón como en Uruguay. El Uruguay fue un país industrializado teniendo más humanidades que las de ahora. Lo más importante es que la gente estudie.

-¿Cuáles son los principales desafíos programáticos del FA de cara a un tercer período de gobierno?

-El próximo programa debería hacerse con el presupuesto en la mano. ¿Nosotros fuimos conscientes de que este presupuesto iba a poner a la seguridad en el centro de sus preocupaciones, y entendemos las consecuencias políticas que resultan de que la seguridad sea el centro de tu preocupación presupuestal? Porque una de las consecuencias políticas es que vos tenés a la seguridad colocada todo el tiempo encima de la mesa. No diría que es la elección política más acertada; a la luz está que bien no nos va. De los compromisos programáticos, yo diría que basta de seguridad, y que aprovechemos el enorme crecimiento del país para tener un plan de desarrollo de largo plazo, como fue el programa de aceleración del crecimiento económico en Brasil. No debemos perder más tiempo en temas coyunturales, porque algún día vas a tener una crisis.

-¿Hay tensiones entre “radicalizar” el programa y tener una política de alianzas lo más amplia posible?

-El FA siempre tiene que buscar alianzas lo más amplias posible. Ahora, si recorrés el interior te das cuenta de que el problema del FA son sus alianzas. [Andrés] Lima es el resultado de una alianza, alguien que después no te vota algo que está dentro del programa. Pero me parece que el FA tiene ahora el poder suficiente como para decir: yo marco el programa y después busco las alianzas. Cuando vos hacés una alianza con Lima, por ejemplo, le decís: “Mirá, nosotros tenemos despenalización del aborto, sabemos que vos sos diácono, vamos a tener un lío con esto”. Me parece que se debería haber previsto. Sería partidaria de un sistema de reglas más estrictas y más claras. Si vos mañana te indisciplinás e inviabilizás la votación de una ley, me parece que hay una ética política que debería estar sancionada por una norma, porque si no dependés de la veleidad de las personas. Vos le decís a una persona: “Si ponés en riesgo una ley, por dos meses no vas a ser senador”, pero eso lo tenés que tener firmado antes.

-¿Cuáles son las ventajas y las desventajas de una candidatura de Tabaré Vázquez?

-La ventaja es que es un candidato que está instalado y que tiene gran simpatía popular. La desventaja es que atrasás el proceso de renovación generacional del FA cinco años más. Vas a tener un candidato relativamente viejo compitiendo con candidatos relativamente jóvenes. Si vos pudieras conseguir un FA de candidatos de la edad de Obama, que mal o bien los partidos tradicionales lo están haciendo, no sólo ayudás al FA, sino también ayudás a toda la sociedad a renovarse generacionalmente. Conseguirías una sociedad con más libertades, más flexible, menos nostálgica, en la que podríamos sentirnos más a gusto, menos obligados a convivir en unos marcos demasiado rígidos, antiguos, del país del Maracaná. Y me parece que la candidatura de Tabaré no es para eso.

-¿Pero es viable hoy que el FA se plantee otro candidato?

-Sí, siempre pienso que es viable. Se dice “Tabaré, ya está”, así como instalaron a [Raúl] Sendic también. Las cosas se instalan y se desinstalan de la esfera pública; yo vi fabricar en un año la candidatura de Dilma Rousseff en Brasil, que son 120 millones de electores. La política siempre es incertidumbre, eso de que las cosas ya están dadas es parte del pensamiento viejo del Uruguay.

-¿Nombres?

-Cualquiera de las figuras que vos tenés en el FA: Mónica, [Rafael] Michelini, Daniel Martínez; está lleno. Y tenés figuras bastante más nuevas: a [Alejandro] Zavala no lo dejaste ni despegar, se menciona el nombre de [Fernando] Lorenzo para la Intendencia de Montevideo, son todas figuras de recambio. [Óscar] de los Santos.

-¿Qué líder de la oposición le preocupa más?

-[Pedro] Bordaberry, porque es un líder carismático, es simpático, habla bien, es joven, tiene empuje. Tiene un partido chiquito todavía, le hacen competencia, no las tiene todas consigo, pero es un líder de la nueva ola de la democracia. Yo te diría que casi no parece de derecha. Cuando vos lo escuchás, es un pragmático. Él habla y la gente entiende perfecto lo que dice. Entendió cosas importantes de la política: se puso a recolectar firmas, lo cual demuestra su inteligencia política. ¿Quién hizo una campaña que no fuera la izquierda en este país y llegó a las firmas? Bordaberry. Usó de nuestras armas. ¿Qué es lo que me preocupa? Que si vos lo mirás de afuera, alguien podría pensar: es la política del futuro, moderna, de centro. Y yo creo que el Partido Colorado está en otro lugar que no es precisamente una política moderna y de centro.

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