Llegan al barrio en las primeras horas de la mañana y cruzan el complejo habitacional Verdisol para arribar al asentamiento contiguo, conformado por medio centenar de construcciones entreveradas: ranchos de lata, viviendas de madera de Un Techo para mi País y casas de bloques y planchada, entre las que se encuentran las del Plan Juntos.
El plan llegó al lugar en 2010, antes de que fuera aprobado por ley, por iniciativa de algunas vecinas que se enteraron de la propuesta del presidente José Mujica.
La primera intervención de los funcionarios del plan fue hacer las gestiones para conseguir que el asentamiento tuviera acceso a la red de agua potable de OSE. Imposible pensar en hacer miles de bloques o cargar una hormigonera acarreando agua en baldes desde la escuela pública lindera o los apartamentos del complejo.
Los voluntarios se ponen a la orden del equipo técnico, conformado en este caso por una arquitecta, una asistente social, una psicóloga, un capataz, un sobrestante y varios oficiales de obra, que son el personal contratado del plan. Se distribuyen junto con vecinos y voluntarios en tres cuadrillas para abarcar las casi 30 intervenciones que hay en el barrio. Las obras varían entre casas que se construyen desde los cimientos (la mayoría) hasta intervenciones que implican una ampliación, techado o reconstrucción de alguna pared.
Hay varias casas terminadas con paredes de bloque y ladrillo, planchada, aberturas de aluminio, puertas de madera y pintura exterior. Los vecinos que ya terminaron su casa siguen colaborando en la construcción de las restantes. El tamaño y la distribución de las habitaciones dependen del terreno y de la cantidad de integrantes del núcleo familiar, lo que hace que todas las casas sean diferentes.
Los vecinos deciden en asamblea cuántas horas de obra deben cumplir para la construcción de su propia vivienda, cuántas van a trabajar en las casas de otros y cuántas dedicarán a “horas solidarias”, las que se cumplen en las casas de aquellos vecinos que por diferentes razones no pueden trabajar en la obra. En el barrio hay un espacio reservado para levantar un salón comunal y un predio que se convertirá en canchita para los niños.
Voluntarios
Tarsila es brasileña, estudia diseño gráfico en Uruguay y se conectó con los voluntarios del plan a partir de un volante que le dieron en la Rural del Prado. Agustina, de Colonia, recibió la invitación en el recital de Calle 13. Jéssica, profesora de informática, es voluntaria desde 2010, cuando el plan empezó, y una de sus primeras tareas fue entregar folletos para reclutar voluntarios. Las tres cargan baldes de pedregullo y arena para alimentar la hormigonera que prepara material para unos cimientos.
En otra obra, un trabajador de la Brigada Agustín Pedroza del Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (SUNCA), que vive en el barrio, indica a dos vecinas y un voluntario cómo levantar una pared con bloques. El resto de los voluntarios está distribuido en otras obras. Cerca del mediodía, algunos se van.
El miércoles 5 fue el Día Internacional del Voluntariado, un tema que actualmente se debate en el Parlamento. La Cámara de Diputados aprobó un proyecto de ley sobre voluntariado social, pero el texto fue modificado en agosto por el Senado y devuelto a la cámara baja para su reconsideración.
Subiendo
La casa de Luján es la única que tendrá dos plantas. Eso es porque el terreno es chico y hay que hacer habitaciones para la pareja y siete hijos. “Fue lo que pudimos comprar, un terrenito con una pieza y después le hicimos un baño”, explicó. Luján dijo que el Plan Juntos le “encantó como proyecto”. Se anotó, pasó por una entrevista, porque “tenés que tener determinados requisitos para que te corresponda”, y ahora trabaja varias horas por semana en el barrio. “Hay días que trabajo hasta el mediodía y otros toda la jornada”, contó. A veces se trabaja en su casa, que está a medio hacer y cree que estará pronta en marzo. En su caso, como en otros, primero se estableció una “idea” de cómo tenía que ser la vivienda y luego “la arquitecta te trae el proyecto”, pero “podés cambiar si no te gusta”, aclaró. Luján cree que tiene que “mejorar la conciencia de la gente sobre la oportunidad que se nos está dando a los que queremos progresar”. “Acá lo que tenés que tener es voluntad de trabajo”, agregó. Cuando la casa esté pronta, “me voy a traer para la pieza a la abuela de mi marido, para darle un poco más de cuidado”, explicó.
El Plan Juntos, dirigido a mejorar las condiciones sociohabitacionales de la población en situación de extrema pobreza, incorporó el voluntariado social como uno de sus pilares. Según explica la página web del proyecto, el plan “articula las expresiones de solidaridad que se organizan en las zonas de acción”, apoya a las organizaciones “en el registro debido de sus voluntarios y facilita instrumentos y actividades” para articular esas acciones. Los voluntarios pueden inscribirse en la página del plan y se les suministran los contratos de voluntariado y las planillas para la inscripción en el Banco de Previsión Social y el Banco de Seguros del Estado. Luego se forman brigadas de trabajo solidario que se articulan con los equipos técnicos en cada territorio.
Lucía Álvez, integrante de la brigada de Verdisol, cuenta que su grupo se conformó con “personas que tienen interés en el trabajo social”. Las brigadas no pertenecen a ninguna institución y funcionan como “organizaciones sociales autónomas”, ya que cada una colabora en diferentes áreas del plan o incluso por fuera de éste, explicó. El grupo está integrado por unas 20 personas entre las que “hay estudiantes y gente mayor, algunos colaboran más en lo social y otros prefieren ayudar más en la construcción de la obra”. Al barrio llegan cada 15 días, preferentemente los sábados, porque todos “estudian, trabajan o las dos cosas juntas”, explicó.
Lucía colabora en Verdisol desde 2011 y ha sido testigo del avance de las obras. A veces “se enlentecen porque los vecinos no disponen de tiempo para seguir trabajando”, expresa. Cuando llegan al barrio y no hay vecinos para trabajar “nos vamos, o trabajamos solo en la casa de los vecinos que estén para trabajar”, explicó. “El trabajo voluntario es un apoyo al trabajo de los vecinos, pero no lo sustituye”, agregó. Es algo que “está claro para nosotros y también para los vecinos”, que luego evalúan en las asambleas barriales en qué casa se continúa trabajando y en cuál no. Sobre la relación con los vecinos, Álvez afirmó que “es muy buena” y siempre hay apertura a que “ingrese gente de otros lados a ayudar”.
Los grupos de voluntarios del Plan Juntos se reúnen también cada 15 días en la Interbrigadas, un espacio de coordinación de actividades conjuntas y donde se socializa la información de lo que se está haciendo en todos los territorios. Según Álvez, existe un registro de voluntarios del plan que ronda en los 500, pero esa cifra no representa la realidad, ya que hay “muchos voluntarios” que no están inscriptos, situación que está en etapa “de regularización”.
Además, las obras del plan reciben el apoyo de la Brigada Agustín Pedroza, que va “pasando de un territorio a otro”, aunque a Verdisol todavía no llegó. Álvez concluye que está “satisfecha” con el Plan Juntos, que si bien tiene “muchas cosas para mejorar”, en eso “estamos”, afirmó. Para ella el voluntariado es como “una militancia social”, y si bien la brigada que integra hoy colabora con este plan de vivienda, “el día que ya no esté, la idea es seguir funcionando con los vecinos para continuar ayudándolos a salir adelante”.