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La idea, lanzada por el diputado blanco Javier García y retomada por el senador colorado Pedro Bordaberry, expresa lo que más une a esos dos dirigentes políticos: el deseo de ganarle al Frente Amplio. Ambos compitieron sin éxito contra el frenteamplista Ricardo Ehrlich por la intendencia de Montevideo en mayo de 2005, y quizás ese antecedente pese en la propuesta que García y Bordaberry defienden hoy, con oposición interna en sus propios partidos: impulsar una reforma constitucional que establezca el balotaje en las elecciones departamentales (y además, agrega Bordaberry, introducir la representación proporcional en las juntas departamentales, donde actualmente el partido ganador se lleva siempre 16 de los 31 ediles: esto beneficia, obviamente, al tercero en disputa, que en los últimos tiempos suele ser colorado).

Las críticas a esta iniciativa destacan que implicaría añadir una instancia más al ya prolongado ciclo electoral, que según muchos termina desgastando a candidatos y votantes; y que no parece necesaria para solucionar problemas de escaso respaldo a los intendentes, ya que en las últimas elecciones departamentales, realizadas en 2010, la mayoría de las competencias se resolvió con holgada ventaja, pese a la multiplicidad de candidaturas al cargo que permite la Constitución vigente: dos y hasta tres (forzando un poco el mecanismo) por partido.

En realidad, esto no fue tan así: en unos cuantos casos, si bien el partido del ganador superó la línea del 50%, el candidato triunfante estuvo por debajo de ella, y logró imponerse porque acumuló votos con otros aspirantes de su mismo lema. Es difícil imaginar qué habría pasado con balotaje, pero en algunas circunstancias había enfrentamientos fuertes entre candidatos del mismo partido, y no es lícito suponer que todos los votos de la primera vuelta se habrían mantenido dentro del mismo lema.

De todos modos, la intención de García y Bordaberry parece bastante lejana de esas consideraciones: en palabras tuiteadas por el primero, se trata de “que puedan votar juntos quienes comparten visiones, pero sin pasar por componendas de cúpulas”. Dicho de otro modo, que colorados y blancos puedan unirse contra el Frente Amplio, pero no mediante candidaturas comunes acordadas antes de los comicios -en cuya definición incidirían mucho, por lógica, los principales dirigentes nacionales- sino después, en una segunda vuelta, lo que les evitaría a algunos aspirantes quedar descartados de antemano. Y, con todo respeto por las diversas realidades departamentales, está clarísimo que todo gira en torno del premio mayor: la Intendencia de Montevideo.

Sea como fuere, resulta escandaloso que se hable de añadir balotajes sin candidaturas únicas en las primeras vueltas: el resultado sería que candidatos con poco más de un tercio de los votos de su partido pudieran terminar como una de las dos únicas opciones. Y más allá de eso, se reitera la mala costumbre de buscar ventajitas coyunturales toqueteando la Constitución. Blancos y colorados ya deberían saber, por experiencia reciente, que esas vivezas pueden traerles pan para cinco años y más de una década de ayuno posterior.

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