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La película Un día sin mexicanos (Sergio Arau, 2004) jugó con la idea de una inesperada desaparición de casi toda la población del estado de California proveniente de México para destacar el papel que desempeñan esas personas.* También se podría imaginar un día sin mujeres en Uruguay para identificar cuántas actividades fundamentales para el funcionamiento social quedarían sin realizar. Es obvio que no sólo colapsarían las tareas llamadas domésticas y el cuidado de los niños y ancianos, sino también, entre otros, los sistemas de educación y salud, junto con el ejercicio de muchos oficios, profesiones universitarias y un largo etcétera. Pero se puede ver la cuestión a la inversa: tratemos de pensar cómo sería un día sin varones.

Sin desmedro de que determinadas actividades entrarían en crisis, en general se verían afectadas, sobre todo, las cúpulas de las instituciones públicas y privadas. El Poder Legislativo, por ejemplo, quedaría reducido de pronto a las cuatro senadoras titulares frenteamplistas y a una docena de diputadas titulares, con mayoría de FA y ausencia del Partido Independiente. Pero una de esas parlamentarias debería dejar su banca con rapidez para pasar al Poder Ejecutivo, ante la ausencia del presidente y del vicepresidente de la República. La primera mandataria contaría en primera instancia con un gabinete reducido a dos personas: la única actual ministra y, en carácter de suplente, una subsecretaria. Además, tendría que nombrar responsables de la Secretaría y la Prosecretaría de Presidencia, así como una directora de la Secretaría de Comunicación, porque todos esos altos cargos, y muchos otros del Ejecutivo, estarían vacantes.

También tendría que reintegrar los directorios desiertos de la Administración Nacional de Puertos, ANCAP, AFE, el Banco Central, el Banco República, el INAU, OSE, Pluna ente autónomo y UTE.

Sólo tres intendencias mantendrían a sus actuales titulares, y una Corte Electoral muy disminuida (con sólo dos de sus nueve integrantes) debería revisar los resultados de las últimas elecciones nacionales para que no se quedara sin diputadas la gran mayoría de los departamentos.

La Universidad de la República amanecería sin rector ni vicerrector ni pro rectores. Deberían encarar esa situación las dos delegadas del orden estudiantil al Consejo Directivo Central y las decanas de Derecho, Ciencias Sociales, Enfermería y Veterinaria.

Habría muchos problemas que resolver, pero sería difícil que se relacionaran con la seguridad pública, ya que la notoria disminución de las fuerzas policiales se vería acompañada por otra, muy importante, de la población que comete delitos con más frecuencia. Parece poco probable, por lo tanto, que para garantizar el orden hubiera que apelar a las Fuerzas Armadas, cuya drástica reducción se habría logrado sin conflictos. Tampoco cabe imaginar mucha agitación sindical, ya que el Secretariado Ejecutivo del PIT-CNT se habría convertido en un organismo unipersonal, con pocas interlocutoras en la dirección de los gremios.

Cada uno puede hacer el ejercicio de suponer lo que ocurriría en su lugar de trabajo** y plantearse por lo menos dos preguntas. La primera, si sería realmente imposible o perjudicial en algún sentido que los lugares de conducción acaparados por varones fueran ocupados por mujeres que hoy están subordinadas a ellos. Suponiendo, sensatamente, que la respuesta va a ser casi siempre “no”, la segunda pregunta es por qué vivimos como si fuera “sí”.

*Con el antecedente del libro La ciudad sin judíos (Hugo Bettauer, 1922) y la película del mismo nombre (Hans Karl Breslauer, 1924), que emplearon un procedimiento similar para combatir el menosprecio racista.

**la diaria, por ejemplo, debería afrontar la cobertura de estos apasionantes acontecimientos con vacantes en la dirección periodística, la secretaría de redacción y la edición de las secciones Cultura, Economía y Deporte. Además, carecería por completo de humoristas y fotoperiodistas, y casi por completo de personal de distribución.

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