Las notas necrológicas reiteran datos significativos, como la referencia a su primer discurso público a los 11 años, parado sobre un cajón y en defensa de los republicanos españoles. También otros algo engañosos, como el de su condición de “fundador del Frente Amplio”. El ser humano entrañable que se llamó Helios Sarthou estuvo, por cierto, entre quienes se incorporaron a esa fuerza política desde el comienzo en 1971, cuando él tenía ya 44 años, pero no entre quienes definieron, mediante complejas transacciones, sus acuerdos fundacionales. La excelencia de Sarthou como abogado laboralista incluyó una gran destreza para negociar, pero esas artes sólo le parecían aceptables para ganar terreno contra los adversarios. Dentro de la izquierda, por el contrario, vivió aferrado a sus banderas y rechazó siempre, desde el fondo de su ser, la sola idea de arriar alguna de ellas aunque fuera en forma transitoria, porque estaba convencido de que formaban un todo irrenunciable.
Sus convicciones humanistas y libertarias lo impulsaron, a partir del “tercerismo” universitario, en pos de un horizonte socialista, nutriéndose de Marx pero también de Jauretche y de Foucault. No concibió la posibilidad de construir el futuro que anhelaba sin una revolución, y asumió por lo tanto la necesidad de forjar organizaciones populares, pero la política sectorial no era lo suyo, y si hubiera sido necesario transar con él para fundar el Frente Amplio en 1971, el debate habría sido tan épico como infructuoso. En varias de las organizaciones que integró se hizo popular un chiste cariñoso: “Cualquier discusión política en la que Sarthou participa tiende a terminar con tres posiciones consolidadas: la de nosotros, la de vosotros... y la de Helios”.
Su largo trayecto en la izquierda política, que incluyó la Agrupación Nuevas Bases, la Unión Popular, el Movimiento 7 de Octubre, la Izquierda Democrática Independiente, el Movimiento de Participación Popular, la Corriente de Izquierda y -tras abandonar el Frente Amplio, en 2008- Asamblea Popular, estuvo marcado por internas tormentosas, sucesivas rupturas y más de un fracaso, pero mientras recorría esos caminos (con iras bíblicas pero sin perder el buen humor; nunca del todo satisfecho pero siempre lleno de energía para perseguir su ideal), acumuló victorias peleando sin tregua por los trabajadores, muchísimas veces en forma honoraria, y prodigó su labor docente desde las aulas de la Universidad de la República, por los medios de comunicación y en la vida cotidiana, tan elocuente como consecuente, con las poderosas herramientas de su vasta cultura, su inteligencia filosa y su profunda capacidad de empatía.
No alcanzan estas líneas para dar cuenta de la intensidad con que cultivó la vida y la variedad de sus intereses. Fue un temible campeón de ping pong, estuvo muy cerca de añadir a sus muchas actividades la de maestro de escuela, se dedicó seriamente a la música y llegó a componer una sinfonía...
Falleció el sábado 2, y tanto en su velatorio como en el entierro fue notable la cantidad de los dolientes, pero más aún su diversidad. Helios se peleó políticamente con medio mundo, pero personalmente con casi nadie. Aunque se discrepara profundamente con él, era imposible no respetarlo, y muy difícil no quererlo.