No todos los voluntarios del Plan Juntos están integrados a una brigada, pero éstas son la forma “más organizada” de aportar al proyecto, según explicó un jerarca de esta unidad. Los grupos no se conforman necesariamente desde la dirección del plan, sino que pueden surgir a partir del trabajo de movimientos sociales y barriales involucrados en una de las zonas de ejecución, o también por la iniciativa de los propios vecinos. También hay casos como el del Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (SUNCA), que tiene una brigada propia, anterior al plan. “Como unidades autónomas que son las brigadas tenemos nuestros propios perfiles e ideales a seguir y, si bien compartimos muchas cosas, si discrepamos en una actividad no estamos obligados a participar en ella, así como el plan tampoco está obligado a avalar todas las actividades que nosotros propongamos”, ejemplificó Ignacio, de la brigada El Hormiguero, de Montevideo.
Nicolás, de la brigada Mate Amargo, de Salto, describió que se enteró del plan por medio de “vinculaciones personales” y tuvo ganas de “hacerle un aporte a la sociedad” y “fomentar el trabajo solidario”. Según describió, la experiencia le permite “generar un aprendizaje y conocimiento de realidades de gente que está en situación marginada y de exclusión social”. Luis, de la brigada Río de los Pájaros, de Paysandú, tuvo ganas de llevar a su departamento la idea en la campaña electoral, cuando el presidente “tiraba la idea del plan de impacto habitacional sobre la mesa”. “La historia de vida de uno tal vez te genera cierta conciencia y luego la volcás trabajando en el plan, con el que te enterás de una realidad que no es tan cercana”, contó. Ambos dijeron ser militantes de izquierda, pero prefirieron no especificar en qué sector.
Para Emiliano, de la brigada capitalina José Artigas, el Plan Juntos fue una “buena oportunidad para redimir una injusticia heredada de muchos años” y a la vez “empezar a construir organizaciones en los barrios”. “Antes no había muchas posibilidades de trabajar en los barrios más pobres de Montevideo y el plan te da los insumos técnicos, materiales y el seguimiento. Además, te brinda un marco para trabajar en conjunto con los vecinos y abre una ventana para que se formen colectivos solidarios”, relató.
Sin descuentos
En junio, la brigada José Artigas rechazó que la Unidad Operativa Central del Plan Juntos se haya incorporado, mediante una ley promulgada en abril, al régimen de donaciones con carácter especial, que permite a las empresas colaborar con el plan de forma que hasta 75% de sus donaciones sean contabilizadas como pago del Impuesto al Patrimonio o Impuesto a la Renta de las Actividades Económicas. Según expresa la brigada en un comunicado, esto es “inconveniente” y “contraproducente”, ya que se estaría exigiendo un “sobreesfuerzo a trabajadores”, mientras que “se devuelve riqueza a quienes la expolian del trabajo de éstos”. También se lo considera “injusto” porque se dice que los trabajadores no exigen “contrapartidas” ni lo harán, porque “dejaría de ser lo que entendemos por trabajo solidario”. “Han sido las clases populares y las familias trabajadoras las que han luchado y pagado los terribles costos de los peores años de neoliberalismo”, sostiene el comunicado. Como alternativa para conseguir financiamiento, la brigada propone la creación de un “Fondo Patriótico” que venda “bonos patrióticos” emitidos por el Banco Central. Según se dice, “todas las empresas” que no sean micro, pequeñas o medianas “deberán comprar bonos patrióticos por un valor equivalente a no menos del 10% de sus ganancias”. Se propone realizar su emisión hasta 2015 y la recaudación estimada sería de unos 320 millones de dólares.
Puede rendir más
Los voluntarios también marcaron las deficiencias y carencias del Plan Juntos. Nicolás explicó que en el interior “es un poco burocrático” el pedido de herramientas para trabajar y “muchas veces enlentece el trabajo que queremos hacer”. También enfatizó que los “escasos recursos, por la misma condición de bajo perfil del plan, tampoco permite mucha difusión”. “Está fallando el tema de la comunicación e información en cuanto al plan y a qué apunta”, opinó.
Luis consideró necesaria una “mejor coordinación” entre los organismos que colaboran con el plan y opinó que deberían estar “mejor aceitados” los mecanismos por los cuales el plan solicita algo a un ministerio o un ente. También entendió que quizá falta participación de voluntarios, “pero esto también surge de que hay una crisis de participación en la sociedad en todos los ámbitos y el plan no está por fuera de eso”, consideró. De todas maneras, a su entender el bajo perfil del Plan Juntos tiene beneficios, ya que si se generara un gran presupuesto se podría complicar el trabajo social: “Si hubiera dinero y se hicieran las casas de una no se generaría la parte social de cambiar las cabezas y de que las familias hagan el proceso de cambio, que debe ser con esfuerzo y trabajo”.
Emiliano, en cambio, apuntó a que el Plan no sólo tiene “recursos pequeños” sino que “hay poca mano de obra contratada para hacer el seguimiento de las construcciones”. Según recordó, el plan fue “formulado como una emergencia y el planteo original era utilizar todos los recursos necesarios para que esto saliera, pero todavía hay muchas cuestiones que siguen faltando”. Para Emiliano, con la cantidad de gente que vive en emergencia habitacional el plan es “insuficiente”: “Si realmente pretendés hacer justicia hay que volcar muchos más recursos”. También dijo que le gustaría que el plan “se abriera más y fuera más receptivo con las críticas que le hacen sus voluntarios”, que creen que “el Plan vale la pena, y por tanto, las hacen para mejorar”.
Para Ignacio la poca difusión del plan “trancó un poco” el proyecto. “Nunca apareció en la prensa ni hubo avisos para difundir el voluntariado. Siempre tuvimos el planteo de lucha contra el perfil bajo del plan”, explicó. Según dijo: “Sigue habiendo problemas en la comunicación en todos los ámbitos para hacer llegar la información o con los vecinos”. Por ejemplo, contó que a los beneficiarios “les costaba entender por qué íbamos a laburar ahí y nos preguntaban si éramos de una iglesia. Al año y medio les cayó la ficha”.