Hay gente que lucra con un producto cuyo uso recreativo es aceptado por gran parte de la sociedad, pero que llega al público sin que medien los más elementales controles. Sus efectos varían mucho según las personas y la calidad de la oferta, pero es claro que, si bien en algunos casos puede resultar benéfico, en otros es capaz de causar, entre otros perjuicios, distorsiones en la percepción de la realidad y adicción psicológica. Algunos lo ven como algo esencialmente pernicioso, en especial para los niños y jóvenes, y consideran que debería ser erradicado por completo, mientras que otros abogan por su liberalización total. El martes 10, en el Parlamento, se impuso la posición del oficialismo, que establece un dispositivo de regulación estatal no demasiado estricto para la reducción de daños, alegando que lo menos malo es crear condiciones para que la producción ofrezca ciertas garantías y el consumo pueda ser una decisión individual tan informada como responsable.
¿El párrafo anterior se refiere a la marihuana o a la televisión? Podría referirse a cualquiera de las dos, pero si se tratara de la segunda, habría que decir que en la Cámara de Representantes, cuando se discutió el proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, muchos opositores realizaron encendidos alegatos acerca de la conveniencia de que el Estado no intervenga en el libre juego de la oferta y la demanda. Mientras que en el Senado, donde se habló del cannabis, desde la oposición se sostuvo, con similar vehemencia, que el Estado debe asumir un papel tutelar, impidiendo por todos los medios disponibles que el mercado se desarrolle, aunque sea bajo regulación.
Entre los oficialistas hay también, sin duda, matices y contradicciones, entre posiciones más o menos liberales y más o menos estatistas. La diferencia es que han aprendido a construir un común denominador que les permite cooperar. En este sentido, el Partido de la Concertación tiene un largo camino por delante si quiere lograr que la mayor parte de la ciudadanía lo perciba como una propuesta integral alternativa. Y en su caso la autorregulación es el único camino.