-Te afiliaste a la UJC [Unión de Juventudes Comunistas] a finales de los 80 ¿Cuáles son las diferencias más importantes con la actualidad?
-Básicamente cambió el mundo. Yo entré al PCU un poco antes del desplome de la experiencia socialista. Fuimos formados por dos procesos: por un lado, el movimiento sindical incipiente a escala nacional; por otro, la experiencia del congreso [de 1921] que resolvió, por mayoría, aceptar las 21 condiciones [para ingresar a la Tercera Internacional Comunista]. Nuestra generación sufrió un drama muy fuerte, porque es un partido que aportó mucho al proceso popular uruguayo, nadie puede explicar los procesos de unidad de la CNT [Convención Nacional de Trabajadores] y del Frente Amplio [FA] sin el aporte del PCU. Sin embargo, somos herederos de una tradición que durante 70 años sostuvo que los procesos de transformaciones populares se iban a apoyar en la ayuda desinteresada del bloque socialista una vez que asumiéramos el gobierno, por la vía que fuera. Entonces la implosión del bloque socialista nos generó un trauma muy fuerte, que coincidió con la arremetidad neoliberal del gobierno de [Luis Alberto] Lacalle y la pérdida de 70.000 puestos de trabajo. Eso fue una conmoción para los comunistas uruguayos.
-Hace un tiempo dijiste, en una entrevista con Montevideo Portal, que el mérito militante en esos años fue quedarse en el PCU.
-Claro, y con mucha comprensión hacia los compañeros que por diversos motivos perdieron el vínculo con la orgánica. Son nuestros compañeros y la mayoría siguen siendo nuestros camaradas. Los que abandonaron por el dolor, por la incomprensión, por las dudas o por la carnicería en que se transformó esto. Somos un partido de picadora de carne. Durante muchos años nos arrancamos las muelas y saltábamos de crisis en crisis. Hoy, y volviendo a la pregunta inicial, no somos el mismo partido que el de los 90, claramente. Hay una incidencia recuperada, sobre todo en el movimiento sindical y con una UJC mejor organizada, con mayor incidencia en el campo social y a nivel estudiantil. Hace 20 años era imposible pensar que una de las caras más visibles del movimiento por la diversidad sea un camarada [habla de Federico Graña, de Ovejas Negras].
-Gabriel Mazzarovich destacaba hace unos días el alto porcentaje de afiliados después de 2005.
-Sí, tenemos un Partido nuevo, con menos de 10% de afiliados de antes de la dictadura. En la construcción afiliamos a unos 100 compañeros en los últimos 30 días, para poner un ejemplo. No hay en América Latina ningún Partido Comunista con este nivel de renovación; en general se han quedado con un viejo casco militante, y eso tiene que ver con méritos históricos del PCU, desde la consigna de “obreros y estudiantes [unidos y adelante]” en los 60, la resistencia a la dictadura, las campañas de satanización, hasta la persepectiva triunfante de una izquierda sin exclusiones.
-¿Cómo se prepara el PCU para el ciclo electoral del año que viene?
-Muchos pueden cuestionar esa incidencia del PCU en la vida política diciendo que tenemos apenas 70.000 votos. Primero respondo que no son fáciles de tener, y en segundo lugar estoy convencido de que ése es nuestro piso electoral. Y después, tenemos que aportar al triunfo del FA, porque toda la teoría de la revolución está bárbara y hay que pensar en términos estratégicos cómo superamos el capitalismo, pero dentro de diez meses tenemos que reconquistar el gobierno para la izquierda. Me imagino lo que sería el día después de un triunfo de la derecha en Uruguay y tiemblo, porque pienso en un escenario de puñaladas y boletas a todos los niveles. El principal enemigo que tiene el FA para octubre del año que viene es el propio FA; no creo que sea la derecha. Está fácil explicar que ése no es el camino, el problema mayor sería explorar un camino de fratricidio.
-Hablabas del vínculo con los ex comunistas. Vos tenés buena relación con Óscar de los Santos o Jorge Mesa. ¿Qué es lo que comparten con esa sensibilidad?
-Yo fui al acto de homenaje a Jaime Pérez [en 2005] y creo que el PCU se equivocó al no ir. No creo que sea solamente un tema de lenguajes comunes. Es claro que con muchos de estos camaradas tuvimos diferencias durante la crisis y antes, pero no voy a negar a figuras históricas y no los voy a sacar de la foto. El estalinismo recortó a [León] Trosky de la foto del balcón donde Lenin anunció la revolución. No podemos hacer eso. Caeríamos en una contradicción enorme y mataríamos una historia gloriosa que está hecha por hombres. No me parece honesto intelectualmente, porque la inmensa mayoría de estos camaradas siguen militando en el FA y en el movimiento sindical, y los que pasaron a ser anticomunistas rabiosos se cuentan con los dedos de la mano. El domingo, después de la elección, el primero en saludarme con un mensaje de texto fue el Flaco de los Santos. Capaz que hace 20 años, con una interna desangrada, eso podía mirarse como una suerte de traición, hasta saludarte con uno que había abandonado el Partido era un problema. Pero son las cosas que tenemos que resolver para poder avanzar en democracia. Yo he ido a buscar a decenas de compañeros a sus casas; algunos han vuelto, otros no. El problema es que la mayoría de los camaradas no están militando en otra organización, están en sus casas.
-¿A qué atribuís eso?
-Loco, nosotros en los 90 de lo menos que nos acusamos fue de traidor; de ahí para arriba. Está bravo recomponer después de eso. Hay compañeros que nunca pudieron superar esos traumas emocionales y otros que sí lo han logrado. Tengo la convicción de que el elemento emocional es el primero que te vincula a la lucha. La inmensa mayoría no se afilia al Partido por su conocimiento de la tasa de ganancia y de toda la teoría marxista sino porque estuvo en un momento de lucha en un sindicato o porque lo movió determinada injusticia. Pero así como lo emocional es el primer elemento que te vincula, también es el más difícil para revincularte.
Cuestión de jergas
“El SUNCA tiene un caudillo, ¡loco! El SUNCA tiene un señor caudillo”, dijo el presidente José Mujica en una entrevista con el semanario Voces y en referencia a Óscar Andrade. En esa ocasión, al presidente no le importó que ese término -“caudillo”- poco tuviera que ver con la cultura política del PCU y del movimiento sindical. Mujica siguió entusiasmado: “El Partido no tiene otro hombre de masas como ése, es un regalo de los dioses que le dio la historia. Yo tengo la mejor impresión del tipo”.
Andrade reconoció que el término “caudillo” no tiene mucho que ver con la “jerga de la izquierda uruguaya”. “Nosotros tenemos una construcción que es colectiva o no es nada. No hay mago que logre conquistas si no hay un respaldo popular abajo. Igual, yo sé que el Viejo lo dice con cariño y lo queremos pila. No me imagino un presidente de la República que sea tan sensible a nuestras demandas y proyectos”, planteó.
-Pero te referís al que se refugió en la casa. ¿Qué pasa con el que está en Banderas de Liber o en Alianza Progresista (AP)?
-El primer dato es que están militando para la izquierda, no se pasaron al Partido Uruguayo. Estamos en el mismo barco. Acá, en el SUNCA, estuvimos juntos con la gente de AP durante muchísimos años. Cuando se rompió esa alianza no festejamos, nos dolió mucho porque lo deberíamos haber evitado. Pero, en general, no tenemos drama en el plano de la unidad, cultivar la unidad en el plano político y social es tarea fundamental para cualquier comunista. El sectarismo es cómodo y confortable, pero desde ahí no jodés a nadie. No hay ninguna causa popular que haya avanzado sobre la base de una política sectaria. Y me refiero también al momento de articular políticas entre un gobierno progresista y las fuerzas sociales. La perspectiva de avance democrático es enorme. Hemos logrado avances, pero por culpa del cerco mediático parece que no ha pasado nada, como si tener un gobierno afín fuera más un problema que una oportunidad.
-¿Cómo es eso?
-Está claro que nosotros cada vuelta y media tenemos un lío, y no nos tiembla la pera en lo más mínimo. Ahora le estamos diciendo al FA que si no se aprueba la Ley de Responsabilidad Penal del Empleador vamos a tener un lío de armas tomar y no nos duelen prendas. Con las bolsas de pórtland de ANCAP tuvimos otro lío, durante meses las rompíamos a la mitad porque la espalda de nuestros compañeros es más importante. O sea, los conflictos siempre van a existir, no hay proceso social que pueda diluir los conflictos latentes en la sociedad. Quizá en un nivel superior puedan evitarse, pero no esta etapa. Ahora, una cosa son los potenciales conflictos y otra son las pautas salariales de un gobierno de Lacalle o durante la crisis de 2002. No podemos decir que es lo mismo. Hay que ser más finos, porque la brocha gruesa no es ser más radical, en realidad la brocha gruesa, en una caracterización, puede llevar a errores radicales. Y eso no es ser timoratos, nosotros somos muy audaces: ahora mandamos tres brigadas solidarias a Cuba o tenemos 700 gurises hijos de trabajadores de la construcción que están becados haciendo estudios terciarios. Ésa es nuestra orientación sindical.
-Hablás de esos vínculos con De los Santos o de tu buena relación con el ministro de Economía [y Finanzas, Fernando Lorenzo]. ¿Te corren mucho por izquierda a raíz de eso?
-Es muy difícil correr por izquierda al SUNCA. En febrero estábamos en huelga en Conchillas y planteamos la idea de que cualquier delegado puede parar una obra si hay riesgos, algo que salió ahora. En abril movilizamos a 15.000 trabajadores en el Obelisco, pasamos de 30.000 a 60.000 horas solidarias en un año, tuvimos un congreso con 2.000 delegados y a los dos meses tuvimos una elección de autoridades con 36.000 votos. En agosto, en el Velódromo metimos otros 15.000 trabajadores y así hemos venido saliendo a la calle. O sea que por izquierda está difícil.
-De todos modos, es sintomático que desde la izquierda no frenteamplista surjan tantas críticas hacia el SUNCA.
-Ese lío lo tenemos seguro. Las principales críticas que tuve por mi ingreso al Parlamento [para votar la Ley de Responsabiliddad Penal del Empleador] vinieron desde el 26 de Marzo y de la derecha más reaccionaria. Está la derecha más reaccionaria, que prácticamente dice que llenamos el Velódromo contratando extras, y por otro lado tenemos al 26 de Marzo, que está enfermo de sectarismo. La secta del 26 de Marzo claramente ha confundido a su enemigo y por eso no tiene ningún representante en el SUNCA: cuando coloca un trabajador a militar al poco tiempo ya cambió de postura. Está difícil confrontar con lo que este sindicato construye, en términos de movilización, solidaridad y ética. Hoy no hay con qué darle a este gremio.
En el territorio
-Parecería que el SUNCA divide aguas: para algunos es una reserva moral, pero si mirás algunas crónicas periodísticas, parecen los principales enemigos públicos.
-Y una parte de esa mirada negativa a la que hacés referencia está reflejada en la posición de [Fernando] Amado [Vamos Uruguay, Partido Colorado]. En el fondo es una molestia porque hay un trabajador de la construcción sentado en el Parlamento. Nosotros ahora [mañana] vamos a la inauguración de la UTU de Nueva Palmira -en la que estuvimos trabajando- y nos reciben los gurises y las principales organizaciones. De ahí vamos a la granjita La Esperanza Sabalera, en Juan Lacaze, a la que hicimos una donación. No sé. Tenemos un montón de actividades de ese tipo desplegadas, con miles de horas solidarias, y cuando generás una lógica de ese tipo, con gente que te recibe y valora en diferentes lugares, es muy difícil convecer a alguien de que estos locos de la construcción son enemigos públicos. Y es una práctica que tenemos de toda la vida, no es porque ahora esté Mujica. ¿O cuando ayudamos en las inundaciones de Durazno fue para Carmelo Vidalín? Hace poco pedimos el teatro El Galpón y el director nos dijo: “Esto es de ustedes”, porque en la década del 50 hubo brigadas de obreros del SUNCA que trabajaron en la refacción de El Galpón. Para nosotros la solidaridad es algo más que ir a comer una hamburguesa un día al año, es otro valor más importante.
-Independientemente del sindicato, ¿ha cambiado el lugar del trabajador de la construción en el imaginario colectivo?
-En primer lugar, ha bajado la zafralidad en el sector. Antes el obrero de la construcción andaba de obra en obra y estaba bien diferenciado del obrero fabril, que ya sabía que se jubilaba en la fábrica. A nivel internacional, el trabajador de la construcción siempre ha sido el último paria. Cuando entré a la construcción ganaba el doble como panadero. Ahora es al revés, el panadero gana la mitad. Y antes el estigma era que como obrero de la construcción podías servir para todo, pero para nada importante. Hoy se ha generado una dignificación del trabajo de la construcción y el trabajador está orgulloso de pertenecer al SUNCA, eso tiene que ver con el salario, pero no solamente con eso. Si vos en otro lado ganás mucho, pero tenés un superior que te trata todo el día como a un perro, es evidente que no vas a estar contento con tu laburo.
-¿Cómo han vivido el tratamiento periodístico de las últimos movilizaciones?
-Yo no voy a subestimar un problema real como es el machismo. Hay una cuestión cultural muy fuerte en el sector, que tenemos que superar, y no dudo de que en una marcha se cometan errores o haya excesos. Pero de eso a que lo único que tengas para destacar es que piropearon a una periodista hay un abismo. Y se exagera mucho. Hemos logrado tener asambleas con 20.000 personas sin un solo incidente, cuando hoy vas a cualquier cancha de baby fútbol y las madres se pelean. Es evidente que si venís en el auto y querés pasar por el medio de una marcha vas a tener lío, eso es así en cualquier lugar del mundo. El problema es cuando de una movilización se quiere destacar sólo eso; ahí veo una intencionalidad.
-¿Hay algún paralelismo entre esas expresiones mediáticas o políticas y lo que viven cotidianamente?
-Los preconceptos contra el obrero de la construcción existen. Hace unos años teníamos que ir todos los días a buscar compañeros a las comisarías de Punta Gorda y Carrasco. ¿Por qué? Porque los denunciaban los vecinos de ahí por sospechosos, por cómo estaban vestidos. Decían que había un sospechoso merodeando y terminaban adentro, por las dudas. Y te hablo de gente que andaba con su bolsa de herramientas buscando para entrar en una obra.
-¿Cómo han encarado el tema del alcohol en las marchas? Es otro punto que genera doble discurso.
-Nosotros tenemos un estudio de la Facultad de Ciencias Sociales sobre la relación entre el alcoholismo y la accidentalidad. De 115 accidentes mortales, sólo en un caso se encontró alcohol en la sangre, y además fue en un derrumbe. No es la causa de los accidentes y no es un problema del sector. En todo caso, es un problema social. Hace unos días me preguntaron en un programa si había droga en las obras. Y claro que hay droga, como en todos lados. Yo en los 90 fui a negociar en los Consejos de Salarios con el abogado de una empresa transnacional chilena -que además era hijo de un ministro- y el tipo estaba duro de merca. Le tuvieron que decir que se fuera a su casa porque no podía con la vida. Era imposible negociar con él. Ahora nos ven a nosotros con una cerveza en una marcha y se arma un escándalo. Eso es tener una doble moral.