“Vinieron los sarracenos / y nos molieron a palos / que Dios protege a los malos / cuando son más que los buenos”. Los irónicos versos, referidos a la invasión árabe de la península ibérica en el siglo VIII, señalan que la realidad no tiene por qué adecuarse a las creencias religiosas.
Otra manera de abordar la cuestión es admitir que, cuando los creyentes analizan sus opciones en el reino de este mundo, les es lícito soslayar algunas consideraciones doctrinarias, o por lo menos manejarlas con flexibilidad, para procurar el resultado político que consideren menos malo. Esa resbaladiza tesis, similar a la de que el fin justifica los medios, ha sido adoptada por los obispos católicos de nuestro país, reunidos en la Conferencia Episcopal Uruguaya (CEU), ante la iniciativa de referéndum contra la ley que despenalizó el aborto durante las primeras 12 semanas de gestación, en caso de que se cumplan determinados requisitos.
La CEU exhortó el 3 de este mes a respaldar tal iniciativa, alegando que, si bien el “derecho a la vida” no puede quedar sujeto a “mayorías circunstanciales de un cuerpo legislativo o electoral” porque “proviene de Dios”, ante la aprobación de una “ley injusta”, y “dado que nuestra Constitución prevé que los ciudadanos puedan expresar su voluntad de derogarla”, corresponde “cambiar con nuestro voto el rumbo de las cosas”. En otras palabras, los obispos sostienen que los procedimientos democráticos son legítimos o ilegítimos según el efecto que produzcan, y así anticipan que sólo considerarán aceptable el resultado del referéndum que impulsan si la ley se deroga.
Y no es que se hayan desalineado: se trata del mismo encare del asunto que adoptaron los papas católicos Juan Pablo II (Karol Wojtyla) y Benedicto XVI (Joseph Ratzinger).
En marzo de 2011, Tabaré Vázquez invocó en el comité de base Cuaró del Frente Amplio, para fundamentar su apoyo a la anulación de la Ley de Caducidad, opiniones de Ratzinger y del filósofo ateo italiano Paolo Flores D'Arcais, durante un debate recogido en el libro ¿Dios existe? (http://ladiaria.com.uy/UCp). El ex presidente dijo que ambos habían coincidido en que las mayorías no pueden tener la última palabra sobre derechos humanos: se refería a una parte del debate bastante centrada en las leyes sobre aborto, y en realidad la coincidencia fue relativa.
Ratzinger sostuvo, citando a Wojtyla, que “hay cosas donde termina el derecho a decidir de la mayoría”, y Flores le respondió que, si bien compartía que la mayoría no tiene derecho a tomar “cualquier decisión, [...] el problema es sobre qué cosas no pueden decidir las mayorías”. El filósofo excluyó expresamente de ellas la cuestión del aborto y consideró “absurdo” pretender que, en ese terreno, se pretendiera considerar como una “norma natural” lo que sólo es “un punto de vista de uno de los cristianismos”, agregando que le parecía “inmoral” y “repugnante” considerar que un aborto es equivalente a un homicidio.
Cuando las jerarquías eclesiásticas deciden enfrentar a los sarracenos, deberían tener presente que el resultado no está asegurado de antemano.