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Cuando se empezó a correr la voz de que Tabaré Vázquez sería otra vez el candidato del Frente Amplio (FA), más de una ingenua decía que sólo lo votaría si antes pedía disculpas públicas por el veto que impuso a los legisladores, a las mujeres y al mismo FA. Pero aunque parezca increíble, no sólo no se disculpó sino que, auspiciado por la universidad del Opus Dei y “bendecido” por curas, patriarcas, retrógrados y pitucones, avanzó unas fichas más y se presentó en el lanzamiento de un libro que fundamenta su veto. ¿Ésa es la imagen que el FA va a proyectar en las próximas elecciones?

Tabaré Vázquez, como les gustaba hacer a los reyes, no sólo vetó la ley que legalizaba el aborto sino que ahora, además de no respetar la resolución del V Congreso Extraordinario Zelmar Michelini de diciembre de 2008 -que ya incluía la propuesta de despenalizar el aborto- está del otro lado y coincide con los conservadores Ignacio de Posadas y Mariano Brito, y con aquel otro que formó parte del Consejo de la dictadura, y con estos y aquellos curas, en que haya un referéndum que derogue la nueva ley y Uruguay vuelva a estar junto a los países que condenan a sus mujeres a la clandestinidad. Igual que Níger, Camerún, Israel, Nicaragua, Arabia Saudita, Pakistán y varios más donde el fundamentalismo católico, judío o musulmán manda sobre gobernantes y gobernados.

¿Será que Tabaré no sabe que su opinión está siendo utilizada, entre otros fundamentalistas, por los grupos españoles más recalcitrantes? ¿Que es el centro de la web Aborto Cero y Hazte Oír, la fachada de la organización ultraderechista El Yunque? Porque una cosa es que, como cualquier persona, tenga todo el derecho a pensar como piensa, y otra muy distinta es que no se le caiga la cara de vergüenza al publicitar su posición de esa manera y en esa compañía. Salvo que haya renunciado, definitivamente, a ser candidato de una fuerza política a la que no respeta.

La ley que impulsó el FA, aprobó el Parlamento y promulgó el Poder Ejecutivo no es la que las feministas hubiésemos querido, pero les da a las mujeres que deciden abortar el derecho a servicios de salud adecuados para que la interrupción del embarazo se realice en condiciones seguras.

Sin embargo, a Tabaré esta ley tampoco le gusta. Y como él cree en sus 15 tesis -no importa si cada una de ellas es rebatida por otras 74- ha decidido que ese derecho que la ley nos da, las mujeres no nos lo merecemos, y vuelve a infantilizarnos, porque sus conocimientos académicos y sus convicciones morales y filosóficas son más importantes que las nuestras. Se ha erigido otra vez en nuestro tutor; él es el padre, y a todo el FA parece mirarlo desde arriba y esperar que le conteste: “Sí, papá”.

Pero hay buenas noticias. Uruguay es un país que está de acuerdo en que los derechos de las mujeres son derechos humanos. Un país que defiende el derecho de quien cree que el aborto es un pecado y defiende también el derecho a abortar de quien decide hacerlo. Un país para el que la vida y el proyecto de vida de las mujeres vale más que cualquier vida en proyecto.

Por eso esta ley que defendemos contagia de esperanza a quienes a lo largo de toda América Latina han creído que los cambios por los que luchamos durante tantos años ampliarían de verdad la libertad, la igualdad y los derechos de toda la ciudadanía.

No nos cansamos de repetirlo: el problema no es la despenalización del aborto. El problema es en qué democracia queremos vivir. Somos muchos, muchísimos, los que definitivamente no queremos una que sea tutelada por ningún cacique. Aunque éste se llame Tabaré.

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