Se ha instalado en el sentido común del mundillo político uruguayo que si el Frente Amplio (FA) triunfa en las elecciones de 2014, probablemente lo hará sin obtener mayorías parlamentarias. Si bien los encuestadores no arriesgan predicciones claras, anuncian de manera ominosa que las mayorías “corren peligro”. Los dirigentes frenteamplistas expresan preocupación, mientras que los de la oposición se fijaron como objetivo (quizá ante la dificultad que ven de conquistar el Poder Ejecutivo) impedir que se logren estas mayorías.
La argumentación de esta opinión suele ser una simple cuenta: si en 2009 el FA logró 47,96% de los votos y apenas alcanzó los 50 diputados necesarios para conservar la mayoría parlamentaria, y hoy marca en las encuestas entre 41% y 44%, es de esperar que tenga problemas para mantener esa mayoría.
El razonamiento no es del todo infundado, pero tiene un defecto fundamental. Concibe a la mayoría parlamentaria como si alcanzarla tuviera un umbral análogo a la mayoría absoluta de los votos válidos necesaria para evitar una segunda vuelta, pero un poco menor: así como para ganar en primera vuelta es necesario obtener más de 50%, para obtener las mayorías parlamentarias sería necesario obtener 47% más algún decimal.
Se trata de una confusión, ya que el sistema por el que se decide, si se pasa al balotaje, es completamente diferente del que define la existencia o no de una mayoría parlamentaria. Para empezar, no existe en el sistema electoral uruguayo el concepto de “mayoría parlamentaria”. No hay (como en el caso de la elección de ediles) ninguna regla que garantice la mayoría al ganador de las elecciones o a quien traspase algún umbral.
Las bancas de senadores y representantes se distribuyen entre los partidos de acuerdo al sistema D'Hondt de representación proporcional, teniendo en cuenta el total de votos recibido por cada uno a nivel nacional. Si alguien “logra mayorías parlamentarias”, esto sólo significa que obtuvo en las dos cámaras más bancas que todos los demás partidos sumados.
Por lo tanto, independientemente de la cantidad (o el porcentaje) de votos que logre el FA, lo que importa para saber si tendrá mayorías parlamentarias no es si alcanzará algún “número mágico”, sino, a grandes rasgos, si logrará más votos que la oposición sumada. Y esto importa especialmente porque, después de las elecciones municipales de 2010 y con los datos que dan hoy por hoy las encuestas, es de esperar que en 2014 haya sustancialmente más votos en blanco y anulados que en 2009, por lo cual la cantidad de votos necesarios para alcanzar mayorías parlamentarias seguramente será inferior que entonces. No hay razón para pensar, entonces, que el FA tenga que “votar como en 2009” para contar con esas mayorías en las cámaras.
Pero más allá de la explicación de las reglas, podemos mirar los datos de las encuestas. Si utilizamos el método D'Hondt para distribuir bancas tomando los últimos resultados de sondeos difundidos por Equipos, Cifra y Factum, nos da que según la encuesta de Equipos el FA obtendría 51 bancas en Diputados; según la de Cifra, 50, y según la de Factum, 47.
Si la votación del FA en 2014 correspondiera a los porcentajes registrados por Equipos y Cifra, lograría mayorías parlamentarias; si correspondiera a los de Factum, no. Naturalmente, siempre que se usan encuestas para realizar una previsión es necesario hacer una serie de salvedades. Primero, que faltan nueve meses para las elecciones, y que la campaña que habrá durante ese período importa, especialmente cuando los números son tan apretados y no se sabe aún quienes serán los candidatos. Segundo, que las encuestas tienen margen de error. Tercero, que los datos que difunden las encuestadoras no son estrictamente comparables entre sí, ya que agrupan de distinta manera a los indecisos, los que tienen intención de votar en blanco o anulado, y los votantes de partidos menores. Y cuarto, que los “indecisos” muchas veces no son completamente indecisos: pueden ser, por ejemplo, indecisos entre el Partido Nacional y el Partido Colorado, y el perfil de éstos es un dato que los encuestadores no difunden hasta muy avanzada la campaña.
Por ello, estamos firmemente en el terreno de la especulación, como cualquiera que sólo conozca los datos divulgados por las encuestadoras. Aun así, vale la pena especular, porque las mediciones son muy estables y es de esperar que el resultado final, por lo menos, se parezca a alguno de éstos.
Que el FA mantenga o no mayorías parlamentarias se va a decidir por muy pocos votos, de modo que se puede decir que efectivamente esas mayorías “corren peligro”. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en 2004 el FA obtuvo 52 diputados y en 2009, 50, por lo cual el escenario actual no parece ser sustantivamente distinto del de entonces, por lo menos en lo que refiere a la integración del Parlamento.
Hoy por hoy lo que vemos es incertidumbre, y con la información que es pública (seguramente la que poseen las empresas encuestadoras y sus clientes es de mejor calidad) no se puede descartar ningún escenario, incluidas las posibilidades (menos probables) de que el FA gane en primera vuelta o de que haya balotaje pero el ganador sea el Partido Nacional. Los números actuales no implican que el FA deba tener una preocupación mayor por los resultados que en las elecciones pasadas, ni que sea superfluo analizar qué es lo que puede pasar si la izquierda perdiera sus mayorías, cuestión que analizaremos la semana que viene.