Apenas se conoció ayer de tarde la noticia del fallecimiento del periodista y docente Claudio Paolillo, decenas de colegas lo homenajearon, sobre todo en redes sociales, por su innegable aporte al periodismo uruguayo. El arranque de su carrera en El Día, las notas en los semanarios Opinar, Aquí y Convicción, su extensa trayectoria radial en El Espectador, Emisora del Palacio y CX 30, y su llegada a Búsqueda en 1985, donde se desempeñó como periodista, secretario de redacción, editor general y director.
También hubo menciones a su valiosa carrera docente en las universidades ORT y Católica, a su pasaje por la Asociación de la Prensa Uruguaya y por la Sociedad Interamericana de Prensa, y a dos libros de investigación periodística fundamentales para comprender la peor crisis económica que vivió Uruguay en las últimas décadas: Con los días contados (2004) y La cacería del caballero (2006).
Todos los comentarios que se han hecho son justos y acertados, pero me gustaría compartir otras breves reflexiones que pueden (o al menos quieren) ser útiles en este momento.
Claudio me llamó por primera vez a la diaria en marzo de 2016. Quería hablar sobre la complicada situación de la prensa escrita uruguaya y pretendía generar un espacio de intercambio entre medios gráficos de alcance nacional, con el objetivo de explorar alguna plataforma común (en aquel momento se manejaba la idea de reclamar algún beneficio tributario similar al que había tenido el sector durante la crisis de 2002).
Agendamos una reunión, que se concretó unos días después en un bar de Rondeau y Uruguay, y que duró casi dos horas. Hablamos de los temas más previsibles, como la caída de la venta de ejemplares y de los ingresos por publicidad, la competencia con los medios audiovisuales, los cambios en la industria y los modelos de subsidios para la prensa escrita que se habían aplicado en otros países.
En los meses siguientes tuvimos varias conversaciones similares y en todas ellas me sorprendió gratamente la pasión con la que defendía la profesión y su recurrente preocupación por el futuro de los medios escritos. Luego supe que esta no era la única lucha que estaba dando, pero como fue la que me tocó conocer más de cerca creo que valía la pena mencionarla: Claudio estaba obsesionado con las complicadas perspectivas del periodismo uruguayo y fue un incansable promotor de los espacios de reflexión para encontrar soluciones colectivas a la crisis del sector. Y tenía otra virtud que me interesa destacar, como cierre: era capaz de ponderar una buena nota periodística, independientemente de la afinidad política o ideológica que tuviera con el medio que la publicaba. No es poca cosa en estos tiempos.