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Corina Ferreira y María Julia de Izaguirre.

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Interiores en red: verdad, memoria y justicia en el interior (o los interiores)

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Una red de organizaciones comenzó a reunir testimonios para impulsar la apertura de causas por violaciones a los derechos humanos durante la dictadura.

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No hay un interior. Hay interiores. Porque la represión de la dictadura cívico militar abarcó a todo el territorio del país, pero en cada departamento, ciudad, pueblo, villa fue distinta, dependiendo de múltiples factores: las dimensiones territoriales y demográficas, los mandos castrenses locales, los vínculos más cercanos, las infraestructuras y el poder político y de convocatoria de las organizaciones perseguidas, entre otros factores. Pero no fue menos cruel que en la capital. De hecho, la primera muerte de un militante de izquierda como consecuencia de la tortura, la de Luis Batalla, un albañil afiliado al Partido Demócrata Cristiano, ocurrió en 1972 en el Batallón de Infantería Mecanizada 10 en Treinta y Tres, y la última, la del médico de San Javier Vladimir Roslik, sucedió en 1984 en el Batallón de Infantería Mecanizada 9, en Fray Bentos, Río Negro.

Se sabe poco de cómo accionó el aparato represivo en el interior del país, de que hubo una cárcel para presas políticas en Tacuarembó, y de que la Operación Morgan –la misma que tuvo como consecuencia el secuestro clandestino y la desaparición de Eduardo Bleier, cuyos restos fueron hallados el 27 de agosto e identificados esta semana–, también tuvo como objetivo a militantes comunistas de Canelones.

Pero la memoria es empecinada. Por eso, surgió Interiores en red, “una red de organizaciones y asociaciones” que trabaja “en diferentes partes del país en la defensa de los derechos humanos pero fundamentalmente vinculados al pasado reciente, en la época de la dictadura, y por verdad, memoria y justicia, contra la impunidad”, según explica María Julia de Izaguirre, integrante de la red, en representación del colectivo Ágora-Identidad, derechos humanos y memoria canaria, que junto con Corina Ferreira, en representación de un grupo que integra la misma red en Tacuarembó, dialogaron con la diaria.

A principios de setiembre, Interiores en red realizó su sexto encuentro, que fue en Bella Unión (Artigas). De Izaguirre cuenta que el proceso de elaboración del proyecto de ley de sitios de memoria histórica del pasado reciente (Ley 19.641), que se aprobó en julio de 2018, llevó a que los integrantes de esta organización se conocieran con diferentes organizaciones de Montevideo y de distintas partes del interior.

Historia

Por ahora tienen una frecuencia de encuentro semestral. El primero fue en Mercedes (Soriano) en 2017, el segundo en Salto, el tercero en Tacuarembó, el cuarto en Canelones, y el quinto de nuevo en Mercedes. “El de Tacuarembó, en abril de 2018, es sustancial porque es el que constituye Interiores en red, los encuentros anteriores fueron como pasos previos de acuerdos y de reafirmación de la importancia de trabajar en conjunto. Trabajamos mucho con las organizaciones de Montevideo, pero también es cierto que sentimos que tenemos particularidades que nos hacen más afines, que nos vinculan con mayor fluidez y con mayor naturalidad a las organizaciones del interior”, sostiene De Izaguirre. La iniciativa surge a partir de que “se establecen los Acuerdos Básicos”, un documento con el que se constituyen como red con el objetivo general de “sumar, de forma articulada, desde el interior, a la causa común y nacional de la lucha contra la impunidad, por verdad, memoria y justicia”. Este año en Bella Unión, se decidió que el próximo encuentro será en marzo de 2020, en de nuevo en Tacuarembó.

“La resistencia y la represión tuvieron prácticamente su máxima representación en Montevideo. Sin embargo, cuando entramos a profundizar vemos que la dictadura y la comisión de delitos de lesa humanidad se perpetró en absolutamente todo el territorio del país, y que, en las diferentes partes de eso que llamamos interior o interiores la represión fue terrible y que se sabe muy poquito de eso. El interior se trata de mostrar como algo homogéneo, pero en realidad tiene una gran diversidad, una gran riqueza y tiene mucho para decir y para construir. A partir de la recuperación de las memorias de cada uno de esos lugares del interior, hay que aportar a la verdad histórica, y desde la verdad histórica tratar de llegar a la justicia”, agrega De Izaguirre.

Ante la pregunta de si todos los integrantes de Interiores en red fueron víctimas directas de la dictadura, Ferreira aclara que “no, no todos”. “Tenemos, por ejemplo, abogados que no han sido objeto de represión, no han estado presos, antropólogos movidos por el interés de estudio, gente muy joven, y hay otros que sí que han estado presos”, añade. Para Ferreira, el surgimiento de la red y su integración se explica porque hay “como un despertar”. “Hemos visto que ha habido como una apertura, lenta, va apareciendo nueva información, se van abriendo nuevas investigaciones relacionadas con los hechos”, explica.

Canelones: “los vagones”

Uno de los objetivos de los grupos de Canelones ha sido “la visibilización y la preservación de los dos centros clandestinos de detención y tortura que operaron” en la capital departamental a los que se los conoce “como los vagones, porque utilizaron vagones del ferrocarril para la detención y la tortura”, cuenta De Izaguirre. Sobre lo ocurrido en los vagones “no existe ninguna denuncia”, agrega. Los vagones fueron instalados en el parque de Artigas de la ciudad de Canelones, conocido como Prado, “a la vista de todo el mundo”.

“En el parque, en la época de la dictadura funcionaba la fuerza de choque, en la parte de atrás, pero en un lugar a la vista de todos los vecinos porque había vecinos detrás, alrededor, y a su vez la gente que iba al parque en los costados. Colocaron tres vagones del ferrocarril que fueron utilizados, en una primera instancia para la represión de diferentes manifestaciones de protesta de movimiento sindical. Por ejemplo, en 1974 fue masiva la concurrencia obligada de los obreros de la industria frigorífica, porque hubo una gran huelga. Tenemos un testimonio de una persona que en ese momento era militante del sindicato que plantea que deben haber pasado unas 400 personas por los vagones. Se los interrogaban, a algunos los liberaban y a otros que no llegaron a procesarlos, los mandaron un tiempito al Cilindro [en Montevideo].1 Después los vagones se empezaron a usar para la represión política; en abril de 1975, ya aparece una represión masiva a militantes en su amplia mayoría del Partido Comunista, que a partir de lo que hemos podido recuperar de lo que está escrito sobre el período, fueron reprimidos en el marco de lo que se llamó la Operación Trabajo, que fue una parte de la Operación Morgan, y que pretendió evitar que se hicieran movilizaciones para el primero de mayo de ese año. Se llevaban presos allí a gente de Santa Lucía, Canelones, Progreso, La Paz, Las Piedras, Sauce, de Camino del Andaluz, y Toledo”, cuenta De Izaguirre.

En Durazno

El martes 8 se descubrió en el liceo Dr Miguel C Rubino, de Durazno, una placa en homenaje a dos detenidos desaparecidos de esa localidad: Héctor Giordano Cortazzo y Célica Gómez Rossano. Su desaparición tuvo lugar en Buenos Aires en 1978, en el marco del Plan Cóndor. El liceo, del que ambos fueron estudantes, quedó oficialmente incluido en la lista de Sitios de Memoria que dispone la Ley 19.641.

Gómez era mecanógrafa y en Argentina trabajó en la agencia de noticias Télam.

Giordano era abogado, se especializó en derecho laboral y defendió a varios sindicalistas y presos políticos. Fue parte del diario Época y militó en el gremio de abogados.

Entre setiembre y octubre de 1975, los testimonios recogidos por Interiores en red indican que los vagones fueron trasladados a la zona del barrio Olímpico. “Venía una grúa y llevaban los vagones hacia un lugar que quedaba a cuatro cuadras del inicial y los ubicaron donde funcionaba el Departamento 3 de Inteligencia y Enlace de la Jefatura de Policía. Las personas que allí estuvieron secuestradas, torturadas, coinciden en que quienes mandaban eran los militares de San Ramón [Regimiento de Caballería Mecanizada 6]. Claramente estaban operando como Fuerzas Conjuntas [Policía y Fuerzas Armadas], y creemos que a partir de octubre de es año ya fue OCOA [Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas] directamente”, sigue De Izaguirre.

Consultada sobre la posibilidad de que hayan existido desapariciones forzadas de detenidos como consecuencia de la Operación Trabajo, De Izaguirre expresa que “fueron lugares de secuestro, de detención prolongada, de meses, de tortura. Pero no, no hay ningún indicio ni ningún testimonio que haga suponer que ahí hubo desaparecidos”.

“Las personas que estuvieron en los vagones cuando estaban en el Prado pasaban a San Ramón, de San Ramón a juez militar, y de ahí, a algunos los liberaban y a otros los mandaban a [el penal de] Punta Carretas. A la gente del barrio Olímpico también la mandaba a juez militar, los liberaban a algunos, pero hubo una particularidad, y ahí empezamos a ver las particularidades del interior: los detenidos ya procesados fueron a parar a la cárcel de Canelones y estuvieron ahí tres años, conviviendo los hombres presos políticos con los presos comunes y las mujeres presas políticas con las presas comunes, en una experiencia que fue absolutamente interesante y que requiere un capítulo aparte, por lo que significó de aprendizaje, fundamentalmente de los presos comunes respecto de los presos políticos. Como forma de organización, de solidaridad, aprender a hacer cosas con sus manos, pensar en la familia que estaba afuera y hacer cosas para hacerle llegar a la familia y que esta las pudiera vender. Las compañeras que estuvieron presas ahí dicen que cuando llegaron, las presas comunes, por ejemplo, comían cada una en su cucheta y se tapaban con frazadas para que las otras no las vieran, y después de un tiempo de convivir con las presas políticas, terminaron preparando la comida y sentándose a la mesa todas juntas, y algo interesante: una de esas presas término casada con un preso político, en un matrimonio que aún se mantiene, con dos hijas, estudiantes universitarias ambas. Son historias muy fuertes, por los vínculos que se generaron, vínculos muy fuertes, muy humanos”, dice De Izaguirre. En 1979, los presos políticos de la cárcel de Canelones son derivados al Penal de Libertad, y las presas políticas al Penal de Punta de Rieles.

Tacuarembó: la primera cárcel de mujeres

Sobre las particularidades de la represión en Tacuarembó, Ferreira explica que “hubo detenidos en distintos centros: en el cuartel de Tacuarembó [Regimiento de Caballería Blindado 5], que tiene dos épocas, porque está el cuartel viejo, donde cayó toda la tanda de compañeros en el año 1972, y el nuevo cuartel, donde empezaron a llevar a otros compañeros a partir de 1975. También está la Jefatura de Policía y otros sitios que todavía no se han investigado”. Ferreira también menciona la cárcel de mujeres de Paso de los Toros, que fue “en su momento como el Penal de Libertad para los hombres, antes de que existiera la cárcel de Punta de Rieles”. “Fue el establecimiento militar de reclusión número uno femenino, así como el de Libertad era el número uno masculino. Las mujeres del interior fueron a parar ahí y después que se hizo Punta de Rieles, quedó como cárcel para presos comunes”.

Ferreira estuvo presa en Paso de los Toros: “La inauguraron unas cuatro o cinco compañeras de Paso de los Toros y después nos llevaron a las de Tacuarembó, y más tarde empezaron a llegar de de todos lados”.

Interiores en red se incorporó recientemente al Observatorio Luz Ibarburu de seguimiento de las denuncias penales por violaciones a los derechos humanos, y viene promoviendo en distintos puntos del territorio “la recuperación de información” y “la recopilación de testimonios” para abrir causas judiciales. “Tenemos que partir de que hay muy poco escrito”, dice De Izaguirre. “Entonces, lo que promovemos es la creación de las fuentes a través de la historia oral, recuperar los testimonios de las personas, conformar archivos orales. Se está grabando, filmando, el archivo nuestro es un archivo filmado y lo está procesado la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación [de la Universidad de la República]”, añade. Según describe, se prepara a las personas que van a dar testimonio en “un espacio de comodidad y de mucha empatía” porque probablemente “van a compartir las peores experiencias de su vida”.

Ferreira agrega que tratan de fortalecer el equipo desde “múltiples disciplinas, porque no alcanzan los historiadores, los arqueólogos, los psicólogos, los arquitectos, en realidad cada uno desde su lugar aporta saberes, aporta conocimientos y entre todos vamos tratando de construir”.

“Se van abriendo como brechitas lindas, novedosas, como el Día del Patrimonio el año pasado en Tacuarembó, que fue histórico por los recorridos de la memoria que hicieron estudiantes que se interesaron en el tema. En el interior todavía hay muchísimo miedo, todavía se nota en los relatos y en las personas. No sé si es más intenso por el tema de que todo el mundo se conoce o es porque los represores están ahí en la vuelta. Es difícil para las personas convivir y a su vez atacar o denunciar. Es complejo. Y se me ocurre que cuanto más chiquitos los pueblitos más complejo debe ser. Pero hay como un despertar”, concluye.


  1. El Cilindro Municipal, uno de los principales escenarios deportivos cerrados para básquetbol del país, colapsó el 21 de octubre de 2010, y dio lugar a la construcción del Antel Arena. Así como la dictadura de Augusto Pinochet utilizó el Estadio Nacional de Santiago de Chile como centro de detención masiva, la dictadura uruguaya utilizó el Cilindro, por donde pasaron miles de personas. En 2003 se instaló una placa de la memoria en el lugar. 

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