Hace diez años, luego del homicidio de su hijo, Alejandro Novo, en el marco de una rapiña, Graciela Barrera se cuestionó todo. Aunque el dolor no se vaya nunca, eligió dejar la bronca y el odio de lado y, con tímidos pero firmes pasos, fundó la Asociación de Familiares y Víctimas de la Delincuencia (Asfavide), que llegó para llenar el vacío con el que se encuentran las personas cuando son víctimas de un delito.
La “mamá de Ale”, como le gusta que le digan, es comerciante. Atiende la avícola de la que su hijo era encargado de distribución y repartos, ubicada en Camino Maldonado, en Maroñas. También apoya la crianza de su nieta, la hija de Alejandro, que tenía apenas dos años cuando mataron a su papá. Este año, la Justicia procesó a los dos responsables del crimen. A Graciela le gustaría visitarlos en la cárcel, porque “quiere ver los ojos que vio Alejandro por última vez”. “No para mal, ni desde el odio”; al contrario, dice que “quiere construir”.
Además de su trabajo como presidenta de Asfavide, construye otros caminos posibles en seguridad y convivencia desde muchos espacios. Recorre las cárceles, apoya el trabajo con las personas liberadas del sistema penitenciario y es, sobre todo, una luchadora incansable por la empatía. Barrera hace política desde hace muchos años, pero ahora decidió sumarse a la política partidaria, en particular, al Espacio 609.
Dice que tomó esta decisión porque “necesita complementar su forma de brindar algo a la sociedad”. “Desde que pasó lo de Ale, pudimos demostrar que las víctimas somos sujetos de derechos”, cuenta, y señala que “no fue de un día para otro”. Este proceso les llevó diez años. Hoy Asfavide logra que las personas que son víctimas de delitos puedan tener lo que ellos en su momento no tuvieron, dice Barrera. En este sentido, considera que la política partidaria es un medio para profundizar todo lo que ha hecho. Integrarse al Parlamento le interesa, en particular, para promover una ley integral para la atención de las víctimas de delitos.
“Nunca había pensado hacerlo de esta manera, pero se necesita profundizar los procesos y para eso hay que estar por dentro”, dice. Cree que hay mucho para hacer y que “en estos diez años se han logrado muchas cosas”, y quiere que “los cambios se profundicen”.
Su aporte no será sólo para las víctimas, sino que su eje de trabajo es la convivencia, “para que no exista una mirada hacia el otro basada en el odio y el rencor”, dice Barrera. “Quiero aportar mi granito de arena para que haya otra mirada, para darnos cuenta de que todos somos ciudadanas y ciudadanos de este país. Siento que tengo que aportar para salvar vidas, eso es seguridad. Sin fomentar nunca el odio ni el rencor”, explica.
Consultada sobre por qué eligió el Espacio 609 para sumarse a la política partidaria, explica que integrantes del equipo del Ministerio del Interior (liderado por el Movimiento de Participación Popular) fueron quienes, en el peor momento de su vida, supieron escucharla e interpretar qué era lo que les pasaba a las víctimas el día después del delito que las afectó. “Quería que existiera ‘algo’ para las víctimas. Desde ahí nos fuimos comprometiendo. Trabajamos codo a codo en muchas cosas, entre ellas en la ley de pensiones para las víctimas”, dice. Para ella, son quienes supieron interpretar mejor “su lucha por la convivencia”. Dice, entonces: “¿Cómo no sumarme a quienes han estado a mi lado, con quienes hemos transitado estos procesos de cambios?”.
También es crítica con la situación actual: “Todos sabemos que no está todo bien, pero queremos seguir transformando, que este proceso tenga una continuación”. Dice que en seguridad “no hay fórmulas mágicas”, y que “el que diga que de un chasquido se solucionan los problemas no sabe lo que dice”. Por eso considera que hay que trabajar sobre los problemas de fondo. “En eso vamos a seguir trabajando, por eso me uní a la 609. Porque nos conocemos, porque hemos trabajado juntos y sigo pensando que en este camino vamos bien rumbeados”.
Los mismos objetivos
Para Barrera, su foco seguirá puesto en las víctimas de los delitos violentos. Quiere tratar de que “haya cada vez menos víctimas” y lo quiere hacer trabajando, como lo ha hecho hasta ahora, pero desde otro lugar, que le permita “llegar a otras cabezas, contagiar a otras personas para que vean otras realidades, que puedan ver que hay otras vidas posibles”.
La seguridad, como en todas las elecciones nacionales, está en el foco de las campañas. Barrera dice que “todos los partidos están replegados” y que la gente no tiene “ni la cabeza ni el corazón abiertos” para dar esta discusión. “Solamente vemos las cosas malas. Hay cosas que se han hecho y parece que hoy no tienen valor. Es más fácil patalear que trabajar”. Si hubiera sido por eso, “me hubiera quedado pataleando y no hubiera llegado a nada”, dice.
Cuando se afirma que “otro camino es posible”, en el trayecto de Graciela hay varias claves. “Este camino me ha demostrado que hay otras formas. Lejos del odio, lejos del rencor. Desde ahí se puede salir adelante, se puede trabajar la convivencia. Necesitamos que toda la sociedad se dé cuenta, que entienda que no es solamente ‘combatir el delito’. Es el trabajo día a día, minuto a minuto”.
El foco para abordar el problema del delito y la seguridad está en la primera infancia. Recuerda a Julio Guarteche, ex director de la Policía Nacional, que le decía que “hay que trabajar con los niños desde la panza”. “Entiendo también, como me decía Guarteche, que el delito va mutando, entonces hay que ir mutando las estrategias”, agrega.
También hay que partir de diagnósticos: “Tenemos que preguntarnos qué hemos hecho para no llegar a esto, qué hemos hecho para que no pasen ciertas cosas”. Para cambiar, dice, tiene que haber educación, políticas sociales y estrategias para que la vida sea posible y disfrutable. “Tenemos que mostrarles que la vida es posible a esos niños que están al límite, que están entre que la vida no importe y que la vida importe mucho. Tenemos que mostrarles cuánto importa la vida”.
Para Graciela lo que hace falta es “abrir los corazones”, porque “hoy la sociedad está muy cerrada”. Las cosas tienen que cambiar, “para que no existan más Alejandros, que no haya más muertos”. Y si existen, “que las personas que quedan puedan salir adelante”.
La justicia restaurativa es uno de los temas que más le interesa poner sobre la mesa. “Restaurar es una acción fundamental. El delito hace mucho daño. La Justicia debe aportar para sanar. No sólo a las víctimas y a quienes causan daños, sino también a la comunidad”. La justicia restaurativa es una herramienta en este sentido. “Estoy convencida de que crea un tejido social más fuerte, una unión en la sociedad a partir de un diálogo”. Argumenta que mediante la justicia restaurativa, quienes cometen delitos “no son estigmatizados ni humillados, sino que se pueden reintegrar con mayores posibilidades a la sociedad, sin dejar de lado que cometieron un delito”. La justicia restaurativa aporta para que “puedan ver que cometieron un error, para que puedan hacer un clic”.
Piensa seguir trabajando en temas asociados al delito y la seguridad, con énfasis en la infancia, la privación de libertad y el uso problemático de sustancias. “No nos podemos olvidar de que lo único que tienen limitado estas personas es la libertad ambulatoria. Les tenemos que dar herramientas para que cuando salgan puedan ver los cambios posibles, que puedan ver la vida de otra forma”.
De acuerdo con Barrera, es clave poder demostrar que “de ahí se sale”. “Ellos pueden salir adelante. Tengo muchos casos, mil ejemplos para poner. Muchas personas que han salido adelante. Habrá otras que quizás necesiten otras cosas; allí se tomarán otros recaudos, se utilizarán otro tipo de tratamientos, todo siempre bajo el respeto estricto de los derechos humanos. Necesitamos que realmente existan los derechos para todos”, dice.
“Nuestra sociedad puede mejorar mucho. Yo no creo en el odio. No creo que con penas más duras, con más muertes vaya a cambiar algo. Es muy doloroso atravesar algo así, no se lo deseo a nadie”. Cierra diciendo: “Esta es mi visión y esto es lo que quiero llevar al Parlamento”.