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Gonzalo Civila

Foto: Pablo Vignali

Gonzalo Civila: el PS no puede “desdibujar su identidad para construir unidad”, tiene que “aportar a la unidad desde su identidad”

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El flamante secretario del partido habla de la interna socialista, las ideas que trae y el intercambio entre Martínez y Lacalle Pou sobre el “shock de austeridad”

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El nuevo secretario general del Partido Socialista (PS), Gonzalo Civila, de 34 años, propone dejar de utilizar el binomio “ortodoxia-renovación” para reflejar la interna socialista. “El partido necesita una gran transformación, y eso implica un proceso de renovación política, que se está dando y no surge como producto de la corriente que se autodenomina ‘renovadora’”, dice. Además, evalúa la trayectoria del partido en los últimos años y anuncia que su principal objetivo es lograr que el PS se abra a la sociedad y supere las “lógicas de encierro”. También cree que el cuestionamiento que hizo el precandidato nacionalista Luis Lacalle Pou al PS y al precandidato oficialista Daniel Martínez es “malintencionado o desinformado”. “Hay que revisar el esquema de ingresos y egresos que puedan ser reducibles, pero eso no implica un shock de austeridad al estilo neoliberal”, remata.

¿Por qué pensás que las categorías de ortodoxia y renovación no son adecuadas para entender la realidad del PS?

Primero habría que remontarse a los orígenes de esas categorías. Por lo que estuve rastreando con compañeros y compañeras que militan hace mucho tiempo, estos rótulos en el partido tienen que ver con la adopción de categorías referidas a la interna comunista en la etapa de la caída del muro. Me llamó la atención porque la vida interna del PS, sus discusiones y su posicionamiento político sobre el proceso soviético fueron muy distintos a los del Partido Comunista. Entonces, me parece que es una traslación mecánica y equivocada. También hay algo que es claro, y es que el concepto de ortodoxia suele ser usado de manera peyorativa. Ser renovador es una cosa que me puede resultar muy simpática, pero que me digan “ortodoxo” suena a fósil, a algo que no se adapta, que no entiende los signos de los tiempos, que no sabe leer la realidad. Entonces me parece que hay un interés creado en la utilización de esta terminología; no es neutral. En tercer lugar, pienso que en la realidad actual son categorías completamente perimidas. La autodenominada renovación del partido detentó mayorías en la Dirección Nacional durante los últimos 14 años, durante todos los gobiernos del Frente Amplio [FA], y yo siento que durante todos estos años hubo aciertos, pero también existieron desaciertos.

¿Cuál es tu evaluación sobre la conducción de los últimos 14 años?

Si bien en estos años hubo mucho movimiento de compañeros y compañeras y cambios de estatutos, pienso que no hubo un gran proceso de renovación política en la presencia política del partido, en su apertura a la sociedad y en su capacidad de dialogar con los movimientos sociales. Pese a que hubo cosas positivas, hay un elemento que me parece que es el aspecto crítico, que durante este tiempo muchos hemos señalado, que tiene que ver con un partido muy cerrado sobre sí mismo, con una práctica muy centrada en lo institucional y con poco ejercicio de diálogo y de apertura hacia la sociedad. El partido tuvo una dificultad seria para renovarse y generar recambio no solamente de personas y generaciones, sino también de ideas y de prácticas políticas. El partido necesita una gran transformación, y eso implica un proceso de renovación política, que se está dando y no surge como producto de la corriente que se autodenomina “renovadora”. El proceso de renovación política, por lo menos como yo lo concibo, no sucedió. Hubo un gran proceso de renovación política en el partido después de la dictadura, y a ese proceso básicamente lo encabezó Reinaldo Gargano, al que muchos calificaban de “ortodoxo”, un hombre que además vino de España con algunas ideas que otros compañeros catalogaban de socialdemócratas, que encabezó la discusión dentro del partido para introducir mecanismos de políticas afirmativas, como la cuotificación, que está vigente desde 1992 y ahora evolucionó hacia la paridad. Yo creo que en todo caso el proceso de renovación política del partido no pasa por una corriente, sino por una construcción que hoy por hoy necesita un salto en calidad y que implica básicamente abrirse a la sociedad y superar lógicas de mucho encierro y de cierta burocratización.

Sin embargo, es una categoría que se sigue utilizando a la interna del partido.

Evidentemente ese relato no sólo ha sido alimentado por los medios de comunicación, sino también desde adentro del propio partido. Sin duda que para poder superar ese o cualquier otro binarismo que se quiera establecer necesitamos construir síntesis y poner al partido en acción en torno a un programa y una propuesta de acción política realmente transformadora. Me parece que “ortodoxia” y “renovación” son categorías un poco binarias y bastante patológicas en la vida de una organización.

¿Cuál va a ser la impronta de esta nueva secretaría general?

La idea es fortalecer la identidad socialista del partido a través de un vínculo creativo con la sociedad. Un partido que sea capaz de experimentar un proceso de crecimiento real, vinculándose con organizaciones sociales, con personas que en la base de la sociedad luchan por justicia, solidaridad y libertad, que son causas que nos identifican. Siendo capaces de interpelarnos y de incomodarnos en nuestras prácticas políticas, tomando las demandas, las críticas, las necesidades, y sobre todo entregando todo para que los colectivos sean la fuerza social de los cambios. Esa impronta obviamente se traducirá en posiciones sobre la acción de gobierno, el estilo de campaña electoral, la reformulación de aspectos que tienen que ver con las tareas ejecutivas del partido, con su funcionamiento, para poder ser más eficaces en esa acción y menos burocráticos. No es imponer un cambio abrupto, sino construir un cambio que ya se está forjando desde abajo y que tiene que ver con la necesidad del PS de seguir siendo una herramienta vigente para cumplir con su misión histórica, que es construir una sociedad de personas libres, iguales y solidarias. Ese es nuestro camino, nuestro horizonte. No se trata de tirar por la ventana lo que hay, sino de abrir las ventanas y las puertas para que haya un proceso que realmente le dé aire al partido y le permita reformularse.

¿El nuevo camino implica un giro a la izquierda?

Se ha dicho eso. Lo que he respondido es que el PS es una organización de izquierda. Me parece más importante decir que el PS es un partido de abajo, de trabajadores y trabajadoras, un partido en el que tienen cabida todas las luchas emancipatorias de transformación social, que están vinculadas a estos valores a los que apuntamos. Eso me parece más importante que este tipo de categorías, pero si vamos a las categorías y a su utilización, claramente eso se identifica con la izquierda. El PS es un partido de transformación que quiere un cambio radical de la sociedad, no administrar al sistema tal como está.

¿Te parece que esa idea es trasladable al FA?

No me parece que el partido pueda pretender marcarle al FA su rumbo. No creo que sea una buena forma de construir unidad política, un FA plural, que cumpla con sus cometidos y que preserve el acuerdo político que le dio origen. Pienso que el PS no puede desdibujar su identidad para construir la unidad, sino que tiene que aportar a la unidad desde su identidad. Esto en algún momento puede implicar ceder posiciones para construir consensos y no empecinarse en la posición propia.

¿Sentís que se desdibujó el rol del PS en el FA?

Creo que el partido hizo aportes muy importantes en momentos difíciles del FA. Con responsabilidad, le puso el hombro a situaciones complejas. Además, ha hecho un gran aporte a la tarea de gobierno, que es una tarea esencial para el FA en este momento. No haría un juicio negativo de la acción del partido en el FA; sí considero que a veces, en aras de la responsabilidad, hemos cedido un poco de espacio al silencio, y a eso creo que hay que revisarlo. No hay que hablar de todo, pero siento que a veces faltó una palabra socialista más clara.

Muchos consideran que el PS es un termómetro del FA. ¿Qué cambios a nivel de la fuerza política pueden darse con este cambio en la secretaría general?

Más que mi elección, creo que si el partido logra abrirse, crecer, aportar desde su identidad socialista con más potencia, el FA va a vivir eso como una experiencia que también lo va a potenciar y lo va a hacer crecer; una experiencia transformadora del partido, de apertura, de una identidad más clara va a fortalecer al FA.

Gonzalo Civila

Foto: Pablo Vignali

El PS ha sellado alianzas con el Frente Liber Seregni en los últimos años. ¿Este resultado cambia la política de alianzas del PS?

A priori no descartamos ninguna alianza ni tenemos definiciones sobre la política de alianzas del partido. Sí tenemos una definición general de nuestro congreso que vamos a respetar y vamos a hacer cumplir, porque fue una definición del conjunto de la militancia. Eso implica, por un lado, priorizar las políticas de alianzas departamentales, que haya espacio para que las distintas departamentales puedan construir sus esquemas de alianzas tratando de fortalecer la presencia del partido en cada territorio, y junto con esto dos aspectos que para nosotros son muy importantes: la necesidad de un acuerdo ético con los aliados y la necesidad de un acuerdo programático, con el objetivo de respetar los principios y valores que hacen a la identidad frenteamplista, el programa del FA y la unidad de acción. Nosotros queremos construir alianzas para potenciar la presencia del partido y del FA en cada territorio, pero no lo queremos hacer a cualquier costo. Lo queremos hacer con acuerdos éticos y programáticos que nos permitan también fortalecer políticamente al FA.

¿Qué discusiones te parece necesario dar a la interna del PS y en el FA?

Hay un primer gran debate ideológico que nosotros tenemos que dar que tiene que ver con cómo nos paramos como socialistas en un contexto en el que tenemos la posibilidad de ser parte de un gobierno de cambio. Tenemos que pensar sobre la relación que tiene el factor gobierno con los movimientos sociales y los procesos de cambio cultural. Hoy, en un proyecto socialista en el siglo XXI y en este contexto particular de América Latina, tenemos que dar el debate sobre qué significa ser socialista y estar en el gobierno, y de cómo se establece esa relación entre factores institucionales, sociales y culturales a la hora de pensar en un proyecto transformador, profundo. Después hay una discusión de largo aliento que tiene que ver con la posibilidad de construir una sociedad distinta a la sociedad capitalista, que es en definitiva una sociedad que tenemos en todos nuestros documentos, que por vivir en un mundo salvajemente capitalista aparece como una suerte de utopía. Nosotros queremos rescatar esa discusión, trabajar en el debate ideológico y en la acción política para que la idea de un mundo realmente diferente, en el que quepamos todas las personas, sea una idea que avance en la sociedad. El debate ideológico es todavía más complejo porque esa construcción tiene que ser ciudadana, con la gente, sentida y querida por la mayoría. No se puede construir una sociedad socialista contra la opinión de las grandes mayorías, sino que hay que hacerlo con las mayorías protagonizando ese proceso.

Daniel Olesker dijo a El Observador que al PS le faltó “fuerza” para “defender” definiciones programáticas acordadas en la interna, como la suba del salario mínimo, el aumento del impuesto al capital y políticas de subsidios al empleo. También dijo que ahora tienen las herramientas para impulsar estas medidas. ¿Cómo las implementarán?

En la sociedad hay una percepción de que los sectores que tienen más pueden contribuir más. Los que no pueden contribuir más son los trabajadores y las trabajadoras, entonces creo que es un debate que no está muy distintamente de la opinión de una cantidad de gente, incluso de algunos que no son votantes del FA. Entonces, impulsarlo implica simplemente poner arriba de la mesa algunas ideas que hacen a una visión de solidaridad básica: si hay sectores que se han enriquecido muchísimo, tienen grandes posesiones y pueden contribuir más, y otros sectores están aportando demasiado, redistribuyamos esa carga.

¿Creés que es una discusión que hay que dar en estas elecciones?

Los debates sobre impuestos siempre son muy incómodos en momentos electorales, porque lo que suele suceder es que se malentienden, se tergiversan, se utilizan para decir: “Vos querés ponerle un impuesto al pequeño comerciante”. Lo que hay que hacer es plantear esto con mucha claridad: no estamos hablando del pequeño comerciante ni del trabajador de ingresos medios, estamos hablando de otro tipo de posesiones y acumulación de riqueza, y me parece que tiene que estar como idea en el debate electoral. De hecho, está en el programa del FA; simplemente tenemos que defender esa idea, y después discutir los instrumentos concretos.

Luis Lacalle Pou escribió en su cuenta de Twitter que el PS plantea la posibilidad de aumentar impuestos y que Daniel Martínez comparte la propuesta del “shock de austeridad”. “¿Cómo conviven esas opiniones? ¿La propuesta del FA incluye más impuestos? ¿Van a decir la verdad esta vez?”.

Me parece que el de Lacalle Pou es un planteo malintencionado o desinformado. Daniel Martínez no comparte una propuesta de shock de austeridad al estilo neoliberal, como él plantea. Martínez lo que ha planteado, como hemos planteado muchos en el FA, y en particular en el PS, es que no se puede generar políticas redistributivas que mejoren las condiciones de vida de la mayoría de la gente en el desorden macroeconómico. Nosotros estamos totalmente de acuerdo con eso. El país necesita tener un déficit manejable, y para eso necesita repensar su esquema de ingresos y también el de egresos. ¿Cuáles son los gastos esenciales en los que tenemos que seguir invirtiendo recursos? Es necesario gastar, por ejemplo, en salud, en políticas sociales, en rehabilitación a nivel carcelario y en políticas sociales vinculadas a la convivencia. Es decir, el Estado uruguayo hace una gran inversión en varios aspectos sociales, que además tiene que seguir aumentado, sin incrementar el déficit. Hay que revisar el esquema de ingresos y egresos que puedan ser reducibles, pero eso no implica un shock de austeridad al estilo neoliberal. El shock de austeridad neoliberal es el que hizo [Mauricio] Macri en Argentina. Eso generó desempleo, recesión económica y empobrecimiento de la gente. Cuando vos aplicás una política de austeridad al estilo neoliberal lo que hacés es enfriar la economía y generar empobrecimiento de las mayorías a costa del enriquecimiento de algunos pocos. Nada tiene que ver el planteo de Daniel Martínez y el FA con el de Lacalle Pou. Querer entreverar la piola así es malintencionado o muy desinformado. Lo segundo es que no hay contradicción entre el planteo de Daniel Martínez y el del PS. Decir que necesitamos transitar un camino de redistribución con orden macroeconómico sin generar más endeudamiento, que es un factor de dependencia para el país, no es contradictorio con el planteo de decir: “Gravemos más a los que más tienen y aflojémosles un poquito a los que a veces les cuesta producir o trabajar en Uruguay”. Son dos planteos totalmente compatibles y son parte de una misma idea o propuesta; querer establecer esa contradicción en realidad habla más de quien lo hace que de las posiciones que supuestamente está criticando. Lacalle Pou lo entiende así porque para él sí hay una contradicción. ¿Cuál es la propuesta de Lacalle Pou? El shock de austeridad es recortar el gasto público social, y obviamente no implica gravar más a los que más tienen, porque entre los que más tienen están los que sostienen su propuesta política. Entonces para él sí hay una contradicción. Esto lo que desnuda es el tipo de proyecto político que él sustenta, que es de la misma familia que el proyecto de Macri en Argentina. Es una discusión que parte de una falacia.

No hay marcha atrás

La campaña “Todos somos iguales”, liderada por el precandidato nacionalista Carlos Iafigliola y el diputado Álvaro Dastugue, que apunta a derogar la Ley Integral para Personas Trans, demuestra “una falta absoluta de empatía con personas que han sido sistemáticamente vulneradas en sus derechos más básicos”, dice Civila. Al diputado la iniciativa le parece “escandalosa” y “alarmante”, y cuestionó que se maneje el tema con “ignorancia” y “desinformación”. “No juzgo a la persona que firmó si lo hizo mediante premisas falsas, tenemos que presentar la ley tal cual es. Si se llega a las firmas yo estoy convencido de que la mayoría de la población va a posicionarse a favor de la ley para personas trans, porque parte de la base de un humanismo elemental”.

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